Home

Opinión

Artículo

opinión

default
- Foto:

Girondinos y Jacobinos

Las cuentas son simples: los 8 millones de votos suman más a cada candidato al dividirse entre dos, que la misma cifra dividida entre los cuatro o cinco candidatos de la izquierda.

Por: Nicolás Uribe Rueda

Acuatro meses de la primera vuelta electoral, todavía no están siquiera definidos los candidatos que llegarán a mayo, y entre el montón de aspiraciones que ya afortunadamente han venido decantándose, por lo menos cinco, de acuerdo con las encuestas, tendrían posibilidades reales de llegar a la Casa de Nariño.
Y si bien hay muchos factores que servirían para analizar el probable comportamiento del electorado respecto de los candidatos, la categoría que se impone en la opinión es la de etiquetar a cada cual en la izquierda o la derecha. Lo anterior, no solo por la costumbre, sino también por la herencia polarizadora del plebiscito y por los propios coqueteos públicos de los candidatos con sus afines ideológicos en el proceso de formación de coaliciones. Debemos reconocer que, aunque a la gente le importa mucho el empleo, la salud y la lucha contra la corrupción, es difícil encontrar algo que entusiasme y apasione más al electorado en las actuales circunstancias que el proceso con las Farc y todas sus derivaciones.

Así las cosas, la derecha llegará a la primera vuelta con Germán Vargas y el candidato que resulte ganador de la coalición de los expresidentes. Las encuestas, más temprano que tarde, definirán la supervivencia de Viviane Morales y de Juan Carlos Pinzón.

Aunque variopintos, son muchos más los candidatos que se disputarán los votos de la izquierda: Petro que obtuvo 1,4 millones en 2010 y luego fue alcalde; Clara López que logró 2 millones en 2014 y De la Calle que ganó la consulta liberal con 365.000 sufragios. También está Fajardo, que puntea en las encuestas, y quien, sin haber hecho gobiernos de izquierda, quedó matriculado irremediablemente en esta línea cuando convirtió a Robledo y a Claudia López en sus principales escuderos.

Serán aproximadamente 16 millones los votos que en estas elecciones se dividirán entre los candidatos de la izquierda y la derecha. Ahora, si apelamos a una regla de equidad y arbitrariamente atribuimos por partes iguales los votos a cada tendencia política, la conclusión electoral de este ejercicio para primera vuelta resulta interesante: salvo que algún candidato de la izquierda derrote con holgura a sus afines, es muy probable que sean los dos candidatos de derecha quienes logren tiquete a la segunda vuelta electoral. Las cuentas son simples: los 8 millones de votos suman más a cada candidato al dividirse entre dos, que la misma cifra dividida entre los cuatro o cinco candidatos de la izquierda. De hecho, en las dos elecciones anteriores, los porcentajes obtenidos por los candidatos que pasaron a segunda vuelta electoral son cercanos al 25 por ciento del total de los votos depositados en las urnas: Zuluaga con el 29,25 por ciento, Santos con el 25,69 por ciento, así como Mockus en 2010 que obtuvo el 21,50 por ciento de los votos. El candidato de la izquierda, por tanto, si quiere llegar a segunda vuelta, necesitaría obtener cerca del 50 por ciento del voto de los electores de esa tendencia política y esperar a que, por los lados de la derecha, un candidato le propine al otro una paliza.

¿Qué harían los candidatos de izquierda en este escenario? Difícil de predecir, pero probablemente buscarían que sus seguidores se abstuvieran de votar y buscarían oponerse a un gobierno débil con ocasión de una elección de reducida legitimidad derivada de la baja participación electoral. Difícil gobernar así, y mucho más, si se elige un Congreso altamente fragmentado y dividido, como probablemente también sucederá.

Ahora, si tanto la derecha como la izquierda ganan cupo a la segunda vuelta, es probable que la elección de junio alindere nuevamente a los derrotados de cada facción con el candidato de su tendencia política y concrete las alianzas que fueron imposibles meses antes. Conoceremos por fin el perfil político del electorado colombiano y el presidente que resulte también liderará un país profundamente dividido.

La campaña apenas comienza. No hemos visto aún el desempeño de los candidatos, ni tampoco el impacto en la opinión de las tarimas de las Farc repletas de aspirantes condenados por delitos de lesa humanidad. Faltan los escándalos, las chuzadas, las adhesiones, las acusaciones, las intervenciones de los organismos de control, y hasta la injerencia rusa.

Cualquiera sea el escenario, al próximo gobierno le será indispensable y prioritario restablecer el diálogo político a pesar de las diferencias ideológicas. Solo así será posible tramitar con eficacia y legitimidad las reformas que Colombia necesita.

*Analista político y comentarista de Blu Radio