OPINIÓN

Armonía o desastre

Si después de las elecciones se renuevan los odios y las venganzas, dejando de lado la solución de los problemas que afrontamos, nos hundiremos inexorablemente atrapados en arenas movedizas.

Juliana Londoño, Juliana Londoño
16 de junio de 2018

Don Benito Eduardo Rojas interpuso en Tuluá una tutela contra los candidatos presidenciales porque la campaña le ha generado mucho stress. Seguramente muchos colombianos estarán en las mismas. El problema es que la campaña empezó hace más de un año y han sido muchos los protagonistas.

La verdad es que pocas veces el país ha estado como ahora, tan saturado de entrevistas, foros, chats, discusiones, publicaciones, declaraciones y encuestas con ocasión de una campaña electoral. Con el agravante de que algunos han utilizado la ofensa personal, la injuria, la calumnia y la mentira para tratar de controvertir a sus rivales. Los candidatos deben estar exhaustos y el país saturado.

Ojalá que los que se sientan perdedores no persistan en la asfixiante confrontación que ha polarizado al país. De no ser así, nada se habría logrado después del dilatado, desgastante y costoso proceso de paz con las FARC, que empezó desde 1958 cuando el presidente Alberto Lleras decretó la amnistía para la guerrilla.

De todas maneras, si persiste en la intolerancia rampante, retrocederíamos el reloj del tiempo a los años en los que la violencia y el odio nos arrastraron a la tragedia. La diferencia es que, ahora el enfrentamiento no sería entre liberales y conservadores, ya que los dos partidos desaparecieron, sino que se trataría de una peligrosa confrontación mucho más profunda, que nos hundiría como si estuviéramos atrapados en arenas movedizas.

Entre tanto, muchos problemas seguirán su curso.

Sergio Fajardo señaló durante su campaña, que la educación era la llave para lograr consolidar la paz y hundir la corrupción. Tenía toda la razón. ¿Será posible que nuestro país salga adelante cuando se presentan casos como el del colegio Marymount en Barranquilla o el de la Universidad del Magdalena, que no son otra cosa que “la punta del iceberg” de un problema, que, si no se acomete desde los hogares y los colegios, será difícil de erradicar?

Sigue pendiente la negociación con el ELN, que naturalmente tratará de sacar ventaja de la coyuntura actual del gobierno y del acuerdo con las FARC, para lograr concesiones adicionales.

También continuará la galopante inseguridad urbana, con la impotencia del ciudadano ante los hampones que delinquen tranquilos, ya que saben que para ellos habrá impunidad, mientras que para el agredido habrá “pronta y cumplida justicia”.

Igualmente, seguirían aumentando los cultivos ilícitos, que es el telón de fondo de nuestros problemas. Para no hablar del preocupante incremento del consumo interno de drogas, en especial por los muchachos y del desprestigio internacional de Colombia por más que estemos en el OCD y que seamos socios de la OTAN.

Así mismo seguirá la afluencia de cerca de un millón de venezolanos, de los cuales cerca de 500.000 no proyectan regresar a su país. Es como si de la noche a la mañana apareciera en Colombia una nueva ciudad como Barranquilla, pero sin empleo, servicios médicos ni educación. Un problema de esta magnitud, más en un país de escasos recursos como el nuestro, sería un desastre nacional en cualquier parte del mundo.

Por lo tanto, si en lugar de generar la armonía y la transformación que por tantos años hemos buscado, se renuevan los odios y las venganzas, dejando de lado la solución de los problemas que afrontamos, todos saldremos perdiendo.

Habrá recordar entonces la comedia de Alejandro Casona “Prohibido suicidarse en primavera”.

PD: Con dolor recibo la noticia del fallecimiento de mi amigo y compañero el general Manuel Bonett Locarno.

(*) Profesor de la facultad de Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario.

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