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La clave de la decencia

Ahora, las campañas al Congreso y presidenciales de 2018, así se ubiquen en la izquierda o en el centro político, apuestan en estos días por enarbolar las banderas de la decencia: no puede ser más que una feliz coincidencia.

Ana María Ruiz Perea, Ana María Ruiz Perea
18 de diciembre de 2017

Un lema de campaña es más que un eslogan comercial. Como en toda frase, con el verbo se convoca, con el adjetivo se califica y con el sustantivo se nombra, pero en la política esto también denota la personalidad del candidato, sus énfasis de programa, su personalidad.

Piensen en los lemas de las últimas campañas presidenciales y verán que en general apelan al futuro, al cambio, a la renovación. Son mensajes que llaman a movilizarse. Santos 2010: Para seguir avanzando; Zuluaga 2014: Por una Colombia distinta; Petro 2014: Acordemos el futuro; Clara López: Por un buen camino. Hay lemas que invitan a acoger valores, como el de Antanas en 2010: La unión hace la fuerza. Y otras campañas se centran alrededor del candidato (en su ego o en sus características), como el inolvidable lema de Álvaro Uribe: Mano firme, corazón grande.

Ahora, las campañas al Congreso y presidenciales de 2018, así se ubiquen en la izquierda o en el centro político, apuestan en estos días por enarbolar las banderas de la decencia: no puede ser más que una feliz coincidencia.

Sergio Fajardo presentó su libro El poder de la decencia el 1 de diciembre, y con el nombre genérico ‘Decentes’ bautizaron Gustavo Petro y Clara López la lista conjunta al Congreso que integran la UP, Progresistas, ASI, MAIS a falta de partido, porque el movimiento Progresistas no tiene personería. Por los lados del Partido Liberal, Humberto de la Calle, en vísperas del día de cierre de la inscripción de candidatos al Congreso, envió una carta para que los candidatos al Senado por este partido firmaran, también, un acuerdo por la decencia.

No es solo que Sergio Fajardo, Gustavo Petro o De la Calle se muestren moralmente más “limpios” al usar la decencia como bandera de campaña. Que tantos recurran a la misma palabra como sustantivo, adjetivo y verbo, dice que esto no se trata de “lo dije yo primero” sino de “qué bueno que lo dijo usted también”. Quiere decir que aunque haya muchas discusiones programáticas, hay un punto que los identifica: ser decente, en contraposición a la corrupción rampante, a la falta de ética al conformar listas plagadas de herederos de votos corruptos, de involucrados en escándalos como Odebrecht, de los que exprimen el sistema de salud, de los cafres que hasta el momento se han logrado escurrir de la justicia moviéndose hábilmente por los laditos.

La palabra decencia tiene, según doña María Moliner, varios usos y acepciones; hay definiciones de decencia que pasan por la moral y las costumbres sanas, definiciones que comparten su significado con sinónimos como honrado, limpio, honesto, ético. Dice el diccionario que decente es una persona incapaz de delinquir, de violar la norma. No ser decente, pues, es ser corrupto, inmoral o impúdico.

Pero en política, la decencia es aun más que no ser corrupto, más que no ser delincuente, más que no ser ladrón. Una de las definiciones que más me gusta de la decencia la decía Carlos Gaviria, quien justamente tuvo como lema de campaña “Por un país decente, Carlos Gaviria Presidente”.

Superando a la del diccionario, la definición de decencia de Carlos Gaviria exige un compromiso con la sociedad. “En un país decente no puede haber tanta gente con necesidades básicas insatisfechas. No es posible que en un país decente los niños se mueran de inanición por desnutrición, no es posible que en un país decente la gente se muera en las puertas de los hospitales por no tener con qué costearse un tratamiento, no es posible que en un país decente la gente tenga tan escaso acceso a una educación de calidad, que es uno de los bienes más deseables y más mal repartidos en Colombia. Entonces, crear una sociedad democrática es crear una sociedad decente, pero una sociedad democrática de veras”.

Así, la política decente no es solo una política de manos limpias, de cero tolerancia con la corrupción. La política decente es la que pone el corazón en la gente, la que trabaja por mejores condiciones para todos, la que privilegia a las personas sobre las ganancias de las grandes corporaciones; en últimas, no es suficiente con tener gobernantes decentes, hay que construir entre todos un país decente. Pero si todos los autodenominados “decentes” de la campaña 2018 hacen de la decencia su eje común, y se unen por esa punta, de pronto ganamos decentemente en primera vuelta. ¡Ahí verán!

@anaruizpe

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