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El próximo plebiscito será la elección de 2018

Será en las elecciones parlamentarias y sobre todo en las presidenciales cuando los colombianos decidan si quieren seguir avanzando en el cumplimiento de los Acuerdos.

Julia Londoño, Julia Londoño
1 de junio de 2017

En días pasados un grupo destacado de intelectuales envió una solicitud a Humberto de la Calle para que lidere la convocatoria de un referendo cuyo objetivo sería decidir si el Congreso aplica o no el fast track para implementar el proceso de paz.

La invitación es curiosa por múltiples razones. La más evidente es que se trata de un grupo de destacados profesionales e intelectuales que se caracterizaron por impulsar el No en el Plebiscito pasado, aunque deliberadamente han evitado matricularse en las huestes pendencieras del uribismo. No queda claro entonces qué intención les asiste proponiéndole a su excontradictor que lidere una campaña de este tipo.

Tratándose de mentes tan lúcidas deberían tener claro que una iniciativa de este tipo no tiene ninguna viabilidad jurídica ni política, principalmente porque los tiempos no alcanzan para tomar una decisión sobre ese tema en una votación popular, pues cualquier votación se realizaría después de que venzan las facultades de uso del fast track.

¿Qué significa entonces que los contradictores de ayer hagan una propuesta hoy para realizar una votación sobre un tema referente a la implementación de la paz? Pues simple y llanamente que quienes participaron en la propuesta del No en el Plebiscito quieren una nueva oportunidad para medirse en las urnas.

Independientemente de sus intereses personales legítimos, en el fondo tienen algo de razón en pensar así, pues a la paz le faltó un segundo hervor para gozar de la legitimidad absoluta luego de perder el plebiscito de octubre. El problema es que un segundo plebiscito era una invitación al suicidio. El segundo Acuerdo de Paz recogió aquellas observaciones que con sensatez y lealtad se formularon al primero, pero para hacer posible la paz resulta impensable tratar a las Farc como si las hubieran derrotado en el campo de batalla. Pequeño detalle que la mezquindad interesada de los enemigos del Acuerdo se niegan a reconocer.

Si las Fuerzas Armadas hubieran derrotado a las Farc, como los aliados a los alemanes en la Segunda Guerra Mundial -para usar el símil que tanto les gusta a algunos- podrían haber conducido a la guerrilla a los tribunales ordinarios y aplicar la justicia de los vencedores, que resulta tan común luego de una victoria militar. Pero la realidad es que esa derrota no se produjo y tratar de buscarla le hubiera costado al país una o dos décadas más de guerra sin ninguna certeza de que el resultado fuese distinto al que tenemos hoy.

Por tanto, la realidad es que el Acuerdo del Teatro Colón es realmente el mejor Acuerdo posible dadas las condiciones en que terminó el conflicto, sin una victoria militar para ninguno de los dos bandos.

Ahora los enemigos del proceso intentarán distintas versiones de traición a los Acuerdos de Paz. Una versión extrema de esa opción es la guerra sucia que ahora se vive contra líderes sociales y políticos en las regiones y que pronto se extendería a los desmovilizados. Otra versión es la declaración sincera de que hay que “hacer trizas los Acuerdos” como plataforma política. Y una última, que cada vez adquiere más fuerza es simplemente empezar a hacer conejo a lo pactado. Como ha dicho De la Calle, con el solo hecho de evitar hacer algo ya se consigue el propósito de dejar la paz al garete.

En este escenario serán las elecciones de 2018, el escenario para que los colombianos emitan su veredicto sobre la paz que se ha venido construyendo. Será en las elecciones parlamentarias y sobre todo en las presidenciales cuando los colombianos decidan si quieren seguir avanzando en el cumplimiento de los Acuerdos o darle el gobierno a quienes garanticen que se les haga conejo a las Farc desarmadas y a los contenidos de un Acuerdo que no solo busca silenciar los fusiles sino poner las bases para una Colombia distinta.