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Que los odios no se antepongan al debate

Surtidas las elecciones presidenciales el llamado es a la cordura democrática que consolida una Colombia en paz y tranquilidad.

Marco Tulio Gutiérrez Morad, Marco Tulio Gutiérrez Morad
29 de mayo de 2018

Sea cual fuere el presidente, -Duque o Petro-, deberá cumplir los postulados de la Constitución Política de Colombia, primera obligación que adquirirá en su posesión.

Deberá cumplir el preámbulo de la Carta que predica el fortalecimiento de la unidad de la Nación. ¿Cómo lograrlo? Sin odios, sin rencores que perturben la campaña de los únicos candidatos que quedan y el resultado de la segunda vuelta, sin apasionamientos que provengan de ideologías ortodoxas y de ultraderecha, ni de revoluciones que dejan al pueblo en la hambruna y sin su nación.

Deberá asegurar a sus electores y opositores la vida, la convivencia, el trabajo, la justicia, la igualdad, el conocimiento, la libertad y la paz.

Por este mandato superior no podrá volver trizas el acuerdo final de paz y sí tendrá que continuar con su implementación y enderezamiento de lo que requiere de ajuste institucional y racional.

Deberá transitar dentro de un marco jurídico, democrático y participativo que garantice un orden político, económico y social justo. Esta tarea lo compromete con alejarse de cualquier idea absolutista o mesiánica. Bastante daño le hacen al Estado, quienes pretenden continuar en el poder para eliminar al enemigo o prender el fuego que se está apagando con La Paz, aún con los sacrificios que ésta todavía implica.

Deberá proteger los principios fundamentales sobre los cuales se sustenta el Estado social de derecho, fundado en el respeto de la dignidad humana, en el trabajo y la solidaridad de las personas que lo integran y en la prevalencia del interés general.

Deberá garantizar el cumplimiento de los fines esenciales del Estado: servir a la comunidad, promover la prosperidad general y garantizar la efectividad de los principios, derechos y deberes consagrados en la Constitución; facilitar la participación de todos en las decisiones que los afectan y en la vida económica, política, administrativa y cultural de la Nación; defender la independencia nacional, mantener la integridad territorial y asegurar la convivencia pacífica y la vigencia de un orden justo.

Como máxima autoridad de la república, deberá proteger a todas las personas residentes en Colombia, en su vida, honra, bienes, creencias, y demás derechos y libertades, y asegurar el cumplimiento de los deberes sociales del Estado y de los particulares.

Podría recitar muchos principios y derechos fundamentales consagrados en la norma mayor, pero basta con acatar a cabalidad el precepto de mayor importancia desde la Constitución del 91, cual es vivir y disfrutar la paz como un derecho ciudadano y cumplir fiel y sagradamente el deber de conservar la paz celebrada con las Farc, y propiciar por lograrla con los otros actores armados que quebrantan la tranquilidad obtenida parcialmente hasta ahora.

En el debate de pocos días, los seguidores de uno y otro tenemos que proponernos respetar las ideas de cada cual sin insultar al contradictor porque después de tres semanas volveremos a ser vecinos, amigos, familiares y por encima de todo colombianos. No dejemos a los violentos de internet perturbar nuestras vidas.

A quien al final se suba a la silla presidencial, si cree en un ser superior, le pedimos disfrutar de la dicha que ofrece trabajar por la paz, porque como dice un versículo bíblico, él “será llamado hijo de Dios.”

(*) Abogado Constitucionalista.