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ELN: ojalá esta vez sí

Veo con preocupación la ausencia de quienes deben ser el centro de la negociación: las víctimas, que deben ser escuchadas y plenamente reparadas.

Federico Gutiérrez
26 de noviembre de 2022

Las organizaciones criminales que se levantan en armas seguramente ven factible y atractiva una negociación de paz cuando ya no tienen mucho por ganar a través del uso ilegítimo de la violencia. Esta es una posibilidad mayor cuando existe un debilitamiento sistemático de estos grupos a través de los esfuerzos de las Fuerzas Militares y la Policía. Está demostrado que sentarse a una mesa de negociación sin esta condición previa lo único que hace es congelar el conflicto y fortalecer táctica y militarmente a los actores criminales.

Hoy el ELN es una organización que, aunque ha sido derrotada estratégicamente por el Estado, se ha fortalecido en el ejercicio de la criminalidad, vinculada al negocio del narcotráfico. Está conformada por entre 3.000 y 4.000 integrantes que operan en frentes independientes entre sí, con una presencia territorial en al menos 180 municipios del país, y en 40 municipios y ocho estados de Venezuela, en donde alberga hasta el 40 por ciento del total de sus efectivos, posicionándose como una guerrilla binacional con amplios intereses económicos y criminales, más que políticos.

Bajo este panorama, se ha instalado oficialmente una nueva mesa de diálogos entre el Gobierno y el ELN. Este sería el sexto intento por buscar la paz con esta guerrilla, y si bien las salidas negociadas al conflicto siempre serán preferibles a la guerra perpetua, es fundamental aprender de las lecciones del pasado y no repetir los mismos errores.

Es indispensable una voluntad de paz genuina acompañada de gestos y exigencias contundentes que así lo demuestren, como el cese al fuego y las hostilidades tanto del comando central como de los mandos medios, la liberación de los secuestrados, la suspensión de toda acción violenta contra la población civil, la garantía de desmovilización y desarticulación pronta y total de todas sus estructuras de combate junto con la entrega de armas y rutas de narcotráfico por parte de sus integrantes.

El ELN no puede burlarse una vez más de la buena fe de los colombianos ni mucho menos de las víctimas. Con este son cuatro los Gobiernos que han abierto caminos de negociación con esta organización; sin embargo, el ELN nunca ha dejado de delinquir a través de ataques terroristas y múltiples formas de violencia, que han dejado más de 10.000 víctimas de secuestro, más de 8.000 asesinatos, masacres y afectaciones a infraestructuras estratégicas y a bienes públicos.

De lo que se ha conocido hasta ahora sobre la mesa de diálogos, destaco la presencia de diferentes actores y la participación de José Félix Lafaurie, dirigente gremial y cabeza de Fedegán. Esto puede representar una oportunidad para incluir en los acuerdos voces diversas. Sin embargo, veo con preocupación la ausencia de quienes deben ser el centro de la negociación: las víctimas de la masacre en Machuca, del secuestro masivo de La María, del atentado en el Centro Comercial Andino, del atentado a la Escuela de Cadetes de la Policía, entre muchas otras que deben ser escuchadas y plenamente reparadas.

Esta no puede ser una negociación retórica. Se necesita el desescalamiento urgente de las confrontaciones armadas y la garantía de respeto a los derechos humanos. En territorios como Putumayo, Norte de Santander, Cauca, Nariño y Arauca, la violencia está desbordada y se requieren acciones concretas que garanticen la seguridad, la protección a la vida y la tranquilidad de la gente. En Arauca han ocurrido 88 masacres y más de 300 homicidios durante este año. Esta semana, debido a enfrentamientos entre grupos ilegales, fueron asesinadas 23 personas en Putumayo, un hecho que nos hace recordar los peores momentos del conflicto.

Con este nuevo proceso de negociación se pone en juego la confianza de la gente. Confianza que debe generarse a través de los negociadores, los puntos acordados, los gestos reales de paz y la participación de una pluralidad de actores sociales, políticos y económicos que nunca se han alzado en armas. Por eso, la pregunta sobre qué quieren los colombianos no solo sobre estos diálogos, sino sobre la llamada paz total es esencial para que un eventual acuerdo sea legítimo.

Con todos los antecedentes puestos sobre la mesa, las lecciones del pasado y los retos que le esperan al país, espero que la negociación sea exitosa. Con este proceso debe producirse no solo la extinción de un nombre o de unos cabecillas, sino también la extinción de un negocio criminal a través del cual operan, controlan territorios y tejen alianzas criminales transnacionales.

Presidente Petro, así como dialoga con este grupo armado, lo invito a que también lo haga con otros actores de la sociedad civil y de la oposición que vemos con preocupación muchas decisiones de su Gobierno. Yo mismo estoy abierto al diálogo para poner sobre la mesa los principales retos no solo de este proceso de la negociación con el ELN, sino también del futuro del país.

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