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En busca de El Dorado

La diferencia entre la oferta propuesta por Opain y la del grupo de los chinos y Juan Emilio Posada fue de once puntos exactos. Esta coincidencia, según expertos matemáticos, es prácticamente imposible.

María Jimena Duzán
26 de marzo de 2011

La historia menuda sobre cómo el gobierno Uribe y su ministro de Transporte, Andrés Uriel Gallego, entregaron la licitación para construir el nuevo aeropuerto El Dorado demuestra que ellos le están mintiendo al país cuando insisten en decir que no protegieron a los Nule ni otorgaron licitaciones aceitadas por la corrupción.

Todas las inconsistencias y las decisiones absurdas tomadas por ese gobierno en esta millonaria licitación terminaron por favorecer al Grupo Nule y a Odinsa, en detrimento del interés nacional y del erario. Tanto es así que de las cinco ofertas que se presentaron sorpresivamente se descabezaron las que más tenían experiencia en la construcción de aeropuertos: Aeropuertos 2000, que era un grupo argentino concesionario de cerca de veinte aeropuertos; la de Juan Emilio Posada, en asocio con unos empresarios chinos, y la de Aeropuertos de Houston, que opera tres aeropuertos, en asocio con Mario Huertas y la constructora Colpatria.

En cambio, las dos que pasaron ese primer examen, Odinsa y el Grupo Nule, no solo no tenían ninguna experiencia en la construcción de aeropuertos, sino que, en el caso de los Nule, habían presentado una experiencia falsa, práctica que el gobierno les permitiría a estos jóvenes sucreños, quienes se especializaron en presentar experiencias falsas, como sucedió en la licitación para la construcción de la doble calzada Bogotá-Girardot, la cual terminaron ganando.

La descalificación arbitraria de los tres proponentes con más experiencia motivó a que varios de los oferentes pusieran sus reflectores sobre las dos propuestas que habían sido aceptadas, y se armó un escándalo pasajero que no pasó a mayores. En medio de ese barullo se conoció que el Grupo Nule tenía entre sus asesores jurídicos al controvertido abogado Abelardo de la Espriella, defensor de varios narcoparamilitares y parapolíticos. Se supo que si ese grupo ganaba la licitación, los Nule le deberían pagar a De la Espriella la astronómica cifra de 800.000 dólares. He sabido que la sola posibilidad de que la construcción del nuevo aeropuerto quedara en manos de personas tan cercanas a los narcoparamilitares y a los parapolíticos alarmó hasta a la Embajada norteamericana.

Días después, sorpresivamente el vicepresidente Santos, que actuó como garante ad hoc del proceso, salió a decir que para que no lo llamaran más los embajadores, había que meter a todos los oferentes de nuevo. Y así se hizo. Con los cinco proponentes otra vez en el juego se procedió a hacer la licitación y se diseñó una fórmula enjundiosa, con el propósito de brindarle transparencia al proceso, en el que los oferentes decían en un sobre cuánto era el porcentaje que le devolverían al Estado durante los veinte años que duraba la concesión. Los porcentajes ofrecidos se ponían en forma descendente y se determinaba la mediana. Como eran cinco, la mediana fue la tercera propuesta, que era la de los Nule -36,75 por ciento-. Al aplicar la regla según la cual el que estuviera 11 por ciento arriba de la mediana quedaba descalificado, el grupo ganador fue Odinsa, que propuso una tasa de devolución de 46,16 por ciento, frente a la más alta, que fue de 49,525 por ciento, propuesta por Aeropuertos de Houston. Es decir que al no haber descalificado a los Nule cuando debió hacerlo, ese chiste le costó al país un detrimento al Estado de orden no menor de 150 millones de dólares, que es el dinero que aproximadamente va a dejar de recibir el país por haber descalificado la oferta de Aeropuertos de Houston.

La otra curiosidad que tiene esta licitación es que la diferencia entre el precio de oferta propuesto por Opain y el del grupo de los chinos y de Juan Emilio Posada fue de once puntos exactos (46,16 por ciento y 35,16 por ciento). Esta coincidencia, según los expertos matemáticos, es prácticamente imposible. Sin embargo, este milagro matemático también fue pasado por alto por el ministro Andrés Uriel y por el entonces vicepresidente Santos. Algún tiempo más tarde, al grupo de Juan Emilio Posada y los chinos le fue otorgada la licitación del aeropuerto de Rionegro. Sin comentarios.

Es decir, el entonces ministro de Transporte no solo no descalificó a los Nule cuando ha debido hacerlo para evitar un detrimento patrimonial al Estado, sino que pasó por alto una posible colusión, es decir, un posible intento de ponerse de acuerdo entre los proponentes para beneficiar a Odinsa.

Si esto no merece ser investigado por la Contraloría, por la Procuraduría y por la Fiscalía, entonces apague y vámonos.