OPINIÓN
En las calles de Ciudad de México
Hace poco más de dos semanas estuve en la capital azteca y sentí en las manifestaciones que presencié la energía de una juventud que reclama cambios en un país agobiado por la corrupción.
Encuentra aquí lo último en Semana
“La Calle es de Todos” tituló su columna dominical del pasado 30 de noviembre la periodista Miriam Mabel Martínez en Excélsior, uno
de los diarios más importantes de México. Leí ese texto sentado en un
pequeño café del Paseo de la Reforma, uno de los ejes viales más
importantes del centro de Ciudad de México.
Esa lectura me llevó a hacer un repaso de la marcha que días atrás había
presenciado justo en esa misma zona, cuando cientos de personas, entre
profesores y estudiantes de la Universidad Autónoma de México, y
activistas en derechos humanos, reclamaban justicia por la desaparición
de los 43 normalistas de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos, de
Ayotzinapa, un poblado de Iguala, estado de Guerrero, en hechos
ocurridos entre el 26 y el 27 de septiembre pasado, y por el
encarcelamiento de 11 personas durante una jornada de protesta realizada
el 20 de noviembre en El Zocalo, frente a la sede de gobierno.
La periodista Martínez evocó en su texto a Cuauhtémoc Cárdenas, una
prominente figura de la política mexicana, fundador del Partido de la
Revolución Democrática (PRD), quien estando al frente del gobierno del
Distrito Federal promovió la iniciativa de “La Calle es de Todos”, con
el fin de contrarrestar la inseguridad que vivía esa compleja ciudad a
finales de la década del noventa.
Al recordar su reencuentro con la ciudad y lo que significó salir a
manifestarse, escribió: “(…) ahí en las calles junto a otros me
convertía en esos otros y todos en conjunto nos uníamos en un cuerpo
cívico manifestante". Y agregó líneas más adelante: “Aprendí que los
espacios públicos son vitales en la generación de ciudadanía, en el
poder ser empático con el otro, en la búsqueda de identidad, en la
construcción de cada individuo y en su aportación individual a la
comunidad”.
Y justamente eso es lo que se siente cuando se asiste a las marchas de
estudiantes mexicanos: aportación individual a la comunidad. Pero no es
un aporte cualquiera. Dada la coyuntura que las convoca, el aporte más
significativo es la pérdida del miedo que expresan los manifestantes. Y
así lo dejan consignado en sus mensajes: “Nos quitaron tanto que nos
quitaron el miedo”, se lee en algunas paredes de la ciudad.
Y de la pérdida del miedo también hablar Martínez en su columna
dominical al evocar nuevamente a Cárdena y los objetivos de su propuesta
urbana: “Y esa fuerza es la que el ingeniero Cárdenas quería despertar
con un fin muy claro: que los ciudadanos reconquistáramos las calles y
así combatir la violencia, esa que se disfraza de miedo, la agresión de
las que somos víctimas diariamente al vivir rodeados de corrupción,
transa y sin el ejercicio de la ley”.
Los estudiantes, junto con sus profesores, y acompañados de activistas y
padres y madres de familia, salen insistentemente a las calles del
Distrito Federal para recordarle a la ciudadanía que en las aulas de la
Normal de Ayotzinapa faltan 43 estudiantes, víctimas de la desaparición
forzada por reivindicar sus derechos y protestar por las graves
condiciones de infraestructura de su institución educativa.
Y ese ejercicio de memoria colectiva, que cada vez cobra más fuerza y
debilita la imagen de gobierno del presidente Enrique Peña Nieto, quien
proviene del Partido Revolucionario Institucional (PRI), una tradicional
organización política mexicana que gobernó el país durante buena parte
del siglo XX, no solo arrecia contra la institucionalidad central,
también las críticas se centran a las administraciones públicas
regionales y locales que han sido permeadas por los carteles del
narcotráfico, poderosos en sus feudos locales y quienes disponen de sus
fichas políticas sin recato alguno.
Por ello, la lectura que hace Martínez de todo ese movimiento
estudiantil que recorre las calles la llevan a definir lo que es, a su
juicio, una manifestación: “Es una acto de apropiación de la ciudadanía
de su ciudad. Es una forma de decir presente, un recordatorio, un
llamado de atención para los gobernantes, un hallazgo para los
observadores, una catarsis para los asistentes, un reclamo pero también
la posibilidad del reencuentro, de no saberse solo”.
Una frase poderosa que me interpela, pues en calles de Ciudad de México,
por varios días y en dos manifestaciones fui eso, un observador que
exploraba la situación del país azteca a través de sus jóvenes, de sus
docentes, de sus padres y madres, de los activistas, y lo que encuentro
en una gran conciencia social en un amplio sector académico y social,
que pretende, con la protesta, poner a reflexionar a quienes hoy dirigen
ese país, tanto desde la legalidad como desde la ilegalidad. Ambos, en
algunas regiones, son los mismos.
Una frase, exhibida por una anciana mujer en silla de ruedas, que
asistió a la marcha del pasado 26 de noviembre, condensa el espíritu que
hoy mueve a un amplio sector mexicano crítico de la situación en su
país: “Si porque protesto me golpeas… aquí estoy de nuevo”. Hay pues un
movimiento de resistencia en las calles que, pese a las agresiones
policiales, que por momentos sobrepasan su acción coercitiva, nada
distinto a otros países, incluido Colombia, se enfrenta al temor de ser
detenido y desaparecido con valentía y aglutinado en otra frase de
batalla: “Ayotzinapa somos todos”.
La columnista del Excélsior remata su texto reiterando el valor
de la calle como espacio de la protesta: “Salir a la calle debería ser
una obligación cívica porque ahí afuera de nuestras zonas de confort, de
nuestros espacios privados, es donde podemos aprender más de nosotros,
allá afuera se aprende la diferencia”.
Al concluir la lectura de esta columna salí a la calle, a caminar por el
Paseo de la Reforma. Llegué hasta El Zócalo y encontré decenas de
estudiantes preparando en ese amplio espacio público una gran galería
fotográfica con las imágenes de los 43 normalistas de Ayotzinapa. No
pude quedarme mucho tiempo allí. A media noche de ese domingo ya estaba
en mi casa, en Medellín, preguntándome cómo vemos los colombianos las
calles.
PD: En estos link exhibo mis dos trabajos fotográficos sobre las manifestaciones en Ciudad de México citadas en este artículo: http://bit.ly/1wZTWtV - http://bit.ly/1vN0avD
En Twitter: @jdrestrepoe
(*) Periodista y docente universitario