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Enfrentar la tormenta

El Gobierno está haciendo lo correcto en informar, evitar el pánico y prepararse para la siguiente fase de la epidemia. En materia económica, deberá hacer anuncios pronto, porque la situación no da espera.

Camilo Granada, Camilo Granada
11 de marzo de 2020

El cielo económico para Colombia se oscureció en pocos días. El impacto global del covid-19, la guerra del petróleo y la estrepitosa caída de sus precios internacionales y la disparada del dólar representan un enorme reto para el Gobierno nacional, y una verdadera prueba de fuego para el talante del presidente Duque. 

La economía colombiana venía recuperando su ritmo de crecimiento, gracias a la forma responsable como se manejó y enfrentó la crisis de 2015 causada por una caída severa de los precios del petróleo (cayó de 112 a 32 dólares el barril, un desplome del 72%). El ajuste del gasto público y la dolorosa pero necesaria reforma tributaria de 2016 permitieron mantener el grado de inversión de Colombia, sostener el gasto social y proteger la inversión en temas estratégicos. 

El Gobierno Duque retomó la batuta con una reforma tributaria que redujo los impuestos a las empresas con el objetivo de dinamizar la inversión privada y el empleo. Y si bien es cierto que el desempleo ha aumentado en los últimos meses, las perspectivas de crecimiento para este año eran prometedoras y excepcionalmente positivas en el marco regional. Todas estas razones objetivas para el optimismo se han visto borradas de tajo con la combinación letal de la epidemia global del covid-19 y las consecuencias económicas del manejo geopolítico de la producción de petróleo. 

El covid-19 es un reto de salud pública pero también un generador de pánico colectivo –justificado o no— que ha paralizado sectores enteros de la economía y el comercio mundial. La Ocde estima que podría reducir hasta la mitad el crecimiento económico del planeta este año. A Colombia el impacto le llega por la reducción significativa de la actividad de sectores como el turismo, que se ha convertido en gran generador de empleo y de divisas. Nuestras exportaciones también se ven afectadas, en particular las de petróleo, nuestro primer renglón de entrada de dólares. 

Esta reducción de la demanda de petróleo causada por la reducción de la actividad económica global iba a traducirse inevitablemente en una baja del precio internacional. Pero llegó en el peor momento posible, por un lado la producción ya era superior a la demanda antes del efecto covid-19, pero por otro lado, la Organización de Países Productores de Petróleo está en medio de una pugna geopolítica protagonizada por Rusia y Arabia Saudita. Rusia se negó a hacer lo lógico –reducir la producción para equilibrar oferta y demanda—para privilegiar sus intereses políticos frente a los Estados Unidos. En efecto, la caída del precio afecta directamente la capacidad de producir petróleo en ese país, porque los costos son mucho más elevados. 

La combinación de estos elementos externos puede afectar gravemente la economía nacional. El primer afectado será el Estado mismo, dado que sus ingresos dependen grandemente de los aportes en impuestos del sector petrolero y utilidades de Ecopetrol al fisco nacional. Adicionalmente, la devaluación acelerada del peso frente al dólar va a aumentar sensiblemente el servicio de la deuda pública externa, que en 2019 representó 8.969 millones de dólares. Todo lo anterior afecta el presupuesto del Gobierno central que tendrá que ajustarse más pronto que tarde. 

Frente a esta compleja situación económica y fiscal, el llamado Índice de Miseria (creado por el economista Okun y que combina la tasa de inflación y la de del desempleo), puede incrementarse rápidamente. El Gobierno Duque tendrá que asumir decisiones difíciles y demostrar un liderazgo nacional para reducir al máximo el impacto de esta crisis para los colombianos, en particular los más pobres. Se trata, en la práctica, de la primera real crisis que enfrenta el presidente y su equipo económico. Su manejo será un buen termómetro del liderazgo y capacidad del presidente como estadista. 

El palo no está pa’ cucharas, como dicen. Es necesario dar un voto de confianza al Gobierno y apoyar las medidas que debe tomar muy rápidamente. En el frente de la salud, si bien el número de casos es reducido por ahora, parece inevitable que se incremente. El Gobierno está haciendo lo correcto en informar, evitar el pánico y prepararse para la siguiente fase de la epidemia. En materia económica, deberá hacer anuncios pronto, porque la situación no da espera. 

Es de esperar que los actores políticos y económicos del país entiendan la gravedad de la situación y no se dediquen a sabotear y atacar las decisiones del Gobierno, por duras que ellas deban ser. Ojalá no reeditemos lo que pasó en 2016, cuando el Centro Democrático (incluyendo al entonces senador Duque) se concentró en despotricar del manejo económico para promover su agenda política de oposición al Gobierno Santos. Que no pase como con los cultivos ilícitos, que el Centro Democrático usó para atacar al Gobierno anterior y al proceso de paz diciendo que el país “nadaba en coca”, y 18 meses después el nivel del agua no para de subir… criticar es siempre más fácil que gobernar. 

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