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Ensillar sin bestias

Esas inseguridades democráticas son el resultado natural de la errática improvisación con que el gobierno trata todos los temas

Antonio Caballero
13 de marzo de 2005

Para decirlo con su propio lenguaje campechano de chalán paisa: el presidente Álvaro Uribe es de los que ensillan antes de traer las bestias. En eso consiste todo su proceso de desmovilización de la tropa narcoparamilitar, emprendido a zurriagazos antes de que existiera el 'marco jurídico' para hacerlo: esos ocho proyectos uribistas sucesivos y distintos de ley de alternatividad penal, o de justicia y paz, o de perdón y olvido, de los cuales no ha sido todavía aprobado ninguno.

Ese proceso, y su complemento de incitación a la deserción de la tropa narcoguerrillera, tienen ahora a seis mil seiscientos hombres crecidos en la violencia rural viviendo en Bogotá en docenas de albergues de nombres tan disímiles como 'La Lupita' y 'Corporación Hombre del Mañana'. No tienen empleo, ni nada qué hacer, ni más ingresos (un salario mínimo que paga el presupuesto del Distrito) que los suficientes para emborracharse. Una vez borrachos, 'colocan' música. Entonces protestan los vecinos, gente urbana y pacífica, como sucedió hace unos días en uno de los 26 albergues para reinsertados del barrio de Teusaquillo. Viene la policía, y en la balacera hay muertos, y terminan en la cárcel unos cuantos reinsertados. Al día siguiente los demás, encapuchados, organizan una marcha de protesta al grito de: "¡Abajo Uribe!".

Y es porque Uribe ha tratado de ensillar sin haber traído previamente las bestias. Es decir, sin haberse preocupado previamente por pensar qué se iba a hacer con los reinsertados en Bogotá, una ciudad a donde llegan el 78 por ciento de todos ellos (hasta el año pasado, el 97 por ciento: ahora hay también un albergue en Medellín, y otro en Ibagué, pero sólo los paras reinsertados oriundos de Urabá han regresado a Urabá, y los de las comunas de Medellín a las comunas de Medellín). Dice el alcalde Lucho Garzón:

-Son una bomba de tiempo.

Su entrevistador, Yamid Amat, le pregunta:

-¿Y los desplazados?

-Tenemos 176 mil hoy, pero están llegando más todos los días.

Los hoy desplazados son los mismos que desplazaron por la violencia y la amenaza a los hoy reinsertados; y aquellos ni siquiera tienen albergues oficiales en Teusaquillo y viven a la sombra de los semáforos, desperdigados por toda la ciudad. Y unos y otros, sumados y enfrentados, son los que hacen que en Bogotá, de nuevo, esté aumentando la inseguridad real sin que haya 'seguridad democrática' que valga. Son cerca de doscientos mil hombres y mujeres y niños del campo arrojados de golpe, sin empleo, al infierno de la supervivencia urbana, en feroz competencia con gente ya avezada en la vida de la calle: desechables, ambulantes, cartoneros, zorreros, malabaristas, tragafuegos, mendigos experimentados, atracadores callejeros. La reinserción, he repetido muchas veces, es reinserción a la sociedad real de Colombia: una de las sociedades más duras e inicuas de la tierra.

¿Y por qué se les ocurre reinsertar a esos campesinos armados, desmovilizados de la guerrilla o de las autodefensas, en la ciudad, y no en el campo? El Estado dispone ahora de cientos de millares de hectáreas de buena tierra agrícola y ganadera, producto de la extinción de dominio decretada contra los narcotraficantes extraditados o difuntos. (Los vivos están en Santa Fe de Ralito, departiendo con el doctor Ternura). ¿Por qué no llevan allá a los reinsertados? ¿Por qué no devuelven allá a los desplazados, en vez de intentar acomodarlos (sin empleo) a la vida urbana en Teusaquillo?

Dicen que "por seguridad". Por lo visto, tampoco en el campo hay 'seguridad democrática' que valga, y los reinsertados desarmados correrían el riesgo de ser asesinados (como lo son, por cierto, en las ciudades e inclusive en las cárceles, y hasta en Santa Fe de Ralito).

Esas inseguridades democráticas, todas ellas, son en fin de cuentas el resultado natural de la errática improvisación con que este gobierno trata todos los temas. Las reformas tributarias, las reformas de la justicia, los referendos contra la corrupción, las extradiciones, los secuestros en el extranjero, la quiebra de los hospitales, el Tratado de Libre Comercio. Improvisación insensata, como lo es, para empezar, la de la propia reelección de Uribe, con todo y su necesaria (e improvisada) reforma constitucional. El Presidente se puso a ensillar la bestia de su reelección incluso antes de haberse montado en la de su gobierno.

Recuerdo que en su campaña electoral anterior salió en un programa de televisión ensillando un caballo. Pero también recuerdo que no lo montó.

Ahora se ríe mucho el presidente Uribe. ¿No lo han visto? En la televisión, en las fotografías. Tal vez sea una secuela de su laberintitis del oído, y si es así, lo siento. Pero si no, le pregunto: ¿De qué se ríe, presidente Uribe?

Esta pregunta se les ha hecho a todos los presidentes de Colombia, y nunca ninguno ha dado respuesta. Hago otra entonces: ¿por qué dicen -y hasta creen- que este Presidente es distinto?

Caballero responderá en un chat las preguntas de los lectores el jueves 17 de marzo a las 5 de la tarde. Para participar, entre al portal minutos antes de la cita y siga las instrucciones consignadas en el home. Si tiene algún inconveniente técnico, no dude en escribir a mmorenop@semana.com para recibir asesoría.

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