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ENTRE EL RUBIO EL MORENO

Tanto Samper como Pastrana han cometido errores estratégicos que explicarían la indiferencia del electorado.

Semana
4 de julio de 1994

UNO PIENSA EN ESTA CAMPAÑA Y le parece que comenzó hace un siglo. Y algo todavía peor: que falta un siglo para que se acabe.

Y ese, precisamente, ha sido el primer error de esta campaña, que nos tiene a todos, periodistas, votantes y abstencionistas, totalmente desesperados con el tema político.

Por lo pronto, la segunda vuelta ha demostrado su inutilidad. Se trataba de que los grupos minoritarios tuvieran juego en la escogencia de los presidentes, pero terminamos en una segunda oportunidad para Andrés porque, así hubiera sido por 18.000 votos, la Presidencia de la República se la habría ganado Ernesto de no haber existido la tal segunda vuelta.

Pero independientemente de la extensión de la campaña, que perjudica a los dos candidatos, tanto Samper como Pastrana han cometido unos errores estratégicos que explicarían la indiferencia del electorado. El principal de ellos, como dice Regina, es que se han comportado como siameses en cuanto a sus programas de gobierno.

Pastrana arrancó con su programa de educación y Samper con el de empleo. De ahí en adelante ninguno se apegó a su programa, y se produjo un cambio permanente de temática. A uno se le ocurrió meterse con el metro de Bogotá, y el otro no demoró sino horas en adueñarse de la propuesta. Lo mismo sucedió con el servicio militar obligatorio, el plan de seguridad ciudadana y hasta con el café, un problema coyuntural en el que ambos candidatos cayeron a última hora, peleándose su autoría. Claro que las malas lenguas dicen que en materia temática fue el rubio el que le copió más al Moreno. Pero eso está por establecerse.

Total, no hay mensaje. Y sin mensajes la gente no vota por programas sino por personas. Y si vota por personas, vota por la que le caiga mejor. Y en ese sentido Pastrana tiene una ventaja sobre su contendor, por una queridura innata que mata a las mujeres y atrae a los jóvenes.

Pero eso no quiere decir que tenga ganadas las elecciones. Si es cierta, como parece, la tesis de que el Partido conservador votó todo, a Pastrana le quedan dos semanas para invertirle su imagen al voto independiente, y morderle algo al Liberal.

Entre tanto, a Samper le bastaría con movilizar a su partido, que evidentemente no le marchó en la primera vuelta. El problema es que mientras los conservadores son menos pero más fieles, los liberales son más pero menos fieles. Aunque en su afán de rescatar el voto liberal, Samper no debe abandonar la conquista del voto de opinión, para no dejárselo a Pastrana.

Y aquí nos surgen dos preguntas, las preguntas del millón. ¿Qué es el voto independiente o de opinión? ¿Sí existe? ¿Quiénes son? ¿Dónde viven? ¿Cuántos años tienen? ¿Cómo se conquistan?

Y la segunda: ¿Cómo puede Samper sacarle el trapo rojo al Partido Liberal y movilizar los votos partidistas que le darían la victoria, sin caer en una campaña sectaria (dale, rojo, dale) que entraría en grave contradicción con los acuerdos programáticos de Samper con valiosos conservadores como Rodrigo Marín?

En resumidas cuentas, y dando palos de ciego, los candidatos tienen dos semanas para resolver un enigma añejo en la política colombiana. El de por qué vota la gente, más que el de por qué no vota.-

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