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ENTRE LA LLAMA Y EL HIELO

Por: Semana

El de Plinio Mendoza con Juan de los Ríos ha resultado ser el autoreportaje más comentado en Colombia desde que Jaime Michelsen se auto-entrevistó en la revista Cromos, hace algunos meses. El de autoreportearse parece haberse convertido en el recurso favorito de quienes, desesperadamente, desean decir algunas cosas sobre las que nadie ha tenido el interés de preguntarles. Pero el caso de Plinio, en contraste con el de Michelsen, tuvo un agravante.
Apareció publicado en momentos en que la controversia suscitada por su último libro, "La llama y el hielo", estaba más pasada de moda en Colombia que los pantalones de bota campana. Es decir, cuando ya la llama se habla apagado y el hielo se había derretido.
No valdría la pena entonces volver sobre esta controversia si no fuera importante sacarla de donde el autor, equivocada o astutamente, quiso ubicarla en su auto-reportaje. "En Colombia hay cosas que se le aceptan a la pintura y no todavía a la literatura, afirma con cierta sorna, con el propósito de resaltar que mientras a Fernando Botero la sociedad colombiana lo admira por pintar desnudos, a él lo critican en cambio por haber desnudado al pintor. Hay que comenzar por aclararle a Plinio, sin embargo, que su libro no es una obra literaria sino periodística. Lo curioso del caso es que, siendo esto último lo mejor que sabe hacer Plinio, el libro no hubiera resultado una pieza de buen periodismo sino de periodismo amarillo.
Plinio Mendoza, al igual que Juan Lozano en su época, es el mejor retratista que tiene actualmente Colombia. Pero también da la casualidad de que ha sido amigo o Intimo conocedor de tres de los más importantes personajes del país: García Márquez Fernando Botero y Alvaro Cepeda Samudio. Eso garantizaba de entrada que "La llama y el hielo" sería un libro rabiosamente interesante. La pregunta que hay que hacerse ahora es la de si también resultó siendo un libro ético.
Quizás anticiDandose a la respuesta Plinio intento, en el auto-reportaje mencionado, defenderse de sus críticas aleqando que las que se le han hecho al libro eran de caracter ético y no literario. El asunto radica en que el problema de "La llama y el hielo" no es literario sino ético, ya que mientras la etica es un valor inaplicable a una novela, constituye en cambio presupuesto fundamental de una obra periodística.
Para ser justos, yo considero que podría absolverse a Plinio por lo menos en lo que concierne al capítulo destinado a analizar las contradicciones pollticas de García Márquez.
Gabo se quejo de que sus opiniones sobre el resimen cubano estan presentadas de manera desventajosa en el libro. Pero lo que en realidad hace Plinio, y está en su derecho, es interpretar el pensamiento político de Garcla Marquez. La controversia que por este motivo se ha suscitado entre el Nóbel y el autor del libro radica en si lo hizo adecuadamente o no, lo que constituye un problema de claro corte intelectual.
Cosa bastante distinta sucede con el capitulo destinado al pintor Fernando Botero. Toda amistad, y no constituye una excepción la que en una época sostuvieron el pintor y el periodista, pone al descubierto una serie de secretos personales. El hecho de que ésta desaparezca no altera la circunstancia de que tales secretos fueron entregados y recibidos bajo el presupuesto de la amistad. Las que Plinio revela de Botero serian apenas situaciones consideradas normales si se contaran de cualquier otro mortal. Pero cuando provienen, como en este caso, de una violación de la intimidad, se vuelven sensacionalistas y vulgares.
Que estén bien escritas, como en este caso, no las convierte en un texto literario. Y que vendan, como en este caso, tampoco justifica que hayan sido reveladas. No olvidemos que "El tío" se agotó y no era mas que un pasquín.
Como si lo anterior fuera poco, quienes se han atrevido a criticar el libro de Plinio han resultado víctimas de sus groseras andanadas. En el auto-reportaje le achaca a SEMANA, que se atrevió a preguntar si Plinio había actuado como transgresor o como traidor, la práctica de un periodismo "cumbanchero". De Jorge Child, con quien Mendoza mantiene una antigua y no siempre elegante querella, se refiere diciendo que "en él cohabitan mal un economista serio y un payaso". Al crítico y periodista Nicolas Suescún lo descalifica por "borracho". De Eduardo Lemaitre comenta que "es un godo de tuerca y tornillo de Cartagena", para quien "los negros no tienen alma, BB es un comunista y yo escribo indecencias".
Y a Alberto Duque López lo acusa de creerse "un Cronopio", y lo califica tajántemente de "sapo". ¿Que pecado cometieron todos los anteriores, para merecer tan severo tratamiento? Uno sólo: haber expresado en público que "La llama y el hielo" era una transgresión de lo privado. Un texto periodístico que había brincado-por encima de la ética.
No tengo nada contra Plinio. Lo conocí hace varios años en París, cuando yo comenzaba mis estudios universitarios y acababa de descubrir a Cepeda Samudio, sobre el que deliciosamente hablamos horas y horas.
Lo volví a ver mucho tiempo después cuando, recien fundada SEMANA, me devolvió, seguramente con razón, una entrevista que le hice a Rodrigo Lara Bonilla. Pero estos fugaces encuentros no fueron suficientes para formarme una idea sobre Plinio. Tuve que leer sus "Años de fuga" para déscubrir que lo detestaba como escritor, y sus artículos y reportajes de prensa para descubrir que lo adoraba como periodista. Pero despues de leer "La llama y el hielo" descubri algo más. Que a Plinio, "no vaya y sea el diablo" es mejor admirarlo mucho y contarle poco. -