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Columna de opinión Lina M. Ramírez

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¿Es usted aporofóbico y no lo sabe?

El concepto aporofobia significa el miedo o rechazo a la pobreza. La Real Academia de la lengua Española lo define como “la fobia a las personas pobres o desfavorecidas”.

25 de enero de 2021

En los tiempos de crisis económica y social que se viven actualmente, la brecha entre ‘nosotros’ y ‘ellos’ se ha profundizado a tal punto, que el mayor miedo de “ellos” es llegar a ser como ‘nosotros’.

Como es de conocimiento de la opinión pública, en el año 2020, la tasa de desempleo en Colombia en el marco de la pandemia del COVID-19, ascendió a picos históricos -el más alto experimentado en mayo con un 21,4%, según las cifras presentadas por el DANE-, sobrepasando con creces el promedio de la misma tasa para los países de América Latina que osciló entre el 12% y 13%. Un comportamiento similar, se presentó en una variedad de indicadores tanto económicos como sociales que exacerbaron la sensación de vulnerabilidad en todos los frentes de la sociedad colombiana.

Para 2021, el Gobierno y la ciudadanía damos enérgicamente la bienvenida a una esperada recuperación económica; una bocanada de aire para enfrentar los nuevos retos que devienen de la coloquialmente denominada ‘nueva realidad’, pero es inevitable sentir que estamos cansados…

En las calles abundan miles de habitantes extranjeros y nacionales que dependen del dinero de los residentes de ‘buen corazón’. En los semáforos, los vehículos reciben un repentino manantial de agua con unas gotas de jabón en sus parabrisas, que terminan en algunos casos a medio limpiar pero que generan una obligación sobre el conductor de pagar por el no solicitado servicio que acaba de recibir, al tiempo este ciudadano debe sostener dos conversaciones no verbales, con un vendedor de bolsas plásticas y un desplazado por la violencia quienes le solicitan a su vez algunas monedas.

La cuestión no apunta a una falta de generosidad, ni al racismo o a la xenofobia, pero el barómetro social de los ciudadanos en algunos casos termina caducando, al punto de generar campañas como la de “no dar limosnas” o “no comprar en los semáforos”. La repulsión por la mendicidad, que puede ser asociada en algunos casos con la sensación inseguridad, genera un conflicto interno entre el deber de ayudar al prójimo (la moralidad) y el no querer hacerlo por cualquier motivo personal (la racionalidad). De esta contienda surge una emoción inefable que muchos en algún momento podemos llegar a experimentar, y que puede ser explicada por la aporofobia.

El concepto aporofobia compuesto por los términos griegos, ‘áporos’ (carente de recursos) y -fobia (temor o pánico), fue acuñado por la filósofa y escritora española Adela Cortina en 2017 y significa el miedo o rechazo a la pobreza. La Real Academia de la lengua Española, lo define como “la fobia a las personas pobres o desfavorecidas”.

“El problema no es entonces de raza, de etnia ni tampoco de extranjería. El problema es de pobreza.” (Cortina, 2017 )

Sin el ánimo de desatar un debate interminable sobre la definición de pobreza, que en todo caso resulta fundamental para la cuestión que se presenta, se traerá a colación como referencia la definición de Adela Cortina (2017): “el pobre es, en cada caso, el que no resulta rentable”.

Con estas precisiones, podría el impulso desaforado de querer cruzar al otro lado de la acera a causa de la presencia de un personaje con ciertas características físicas o condiciones sociales, encajar en la descripción de la fobia expuesta. Como también lo podría, el negarse a contestar las profusas llamadas o esquivar las visitas de un familiar o amigo que sorprendentemente aparece a fin de mes con problemas económicos periódicos.

En todo caso, la evocación del concepto, alejado de ser un llamado a impartir un juicio social, busca visibilizar una sensación humana. Puede ser que el malestar social con el que vivimos esté mayoritariamente dirigido por el miedo entre unos y otros.

Es el momento propicio de realizar un alto en el camino y definir si alguna de las situaciones expuestas cala en su mente, en su comportamiento, en su cotidianidad, en su barrio o en su familia. Si efectivamente estos escenarios hacen eco dentro de su ser, resultaría pertinente ahondar en aspectos externos que pueden proliferar la aporofobia en la sociedad.

Ya analizamos las implicaciones sobre el miedo individual, pero ¿qué pasa con el colectivo? ¿Existe un rol determinado del Gobierno y de los políticos en el desarrollo de este trastorno social?

A este respecto, es preciso desempolvar la estrategia arcaica del “divide y reinarás” presente en los discursos de muchos personajes que aspiran a gobernar un país, donde la más destacada segmentación que se plantea suele ser entre ricos y pobres, en procura que la decisión del elector sea principalmente comandada por una lucha irracional de clases, que termine apartándolo de otros cuestionamientos fundamentales como: ¿con quién pueda tener mayor educación?, o ¿con quién tendrá mejor salud?

Desde Trump en Estados Unidos con su eslogan “Make America Great Again”, que implicaba recobrar la grandeza de la nación a partir de la imposición barreras a los pobres y extranjeros en el territorio, hasta López Obrador en México con “Por el bien de todos, primero los pobres”, se consigue ejemplarizar que el invocar la pobreza es un fuerte combustible para movilizar masas.

Resulta llamativo, que se acredite como principio político, el exaltar el amor a los pobres, pero a la vez aborrecer la pobreza. A ciencia cierta, la mayoría de las decisiones gubernamentales de los países en desarrollo, terminan por favorecer regiones y comunidades con mayores posibilidades económicas, dejando de lado a los territorios con visibles carencias que, en el mejor de los casos, terminan recibiendo unos mínimos recursos de subsistencia. Lo anterior, es un claro ejemplo de lo que se podría denominar ‘aporofobia gubernamental’.

Ahora bien, con el foco centrado en Colombia, como se mencionaba al inicio de este texto, el desempleo y los incesantes confinamientos, han acentuado la sensación de pobreza dentro de la población colombiana. Como consecuencia de ello, en el amplio catálogo de discursos -acertados o no- ofrecidos por diferentes personalidades políticas, que durante cerca de un año de pandemia se han divulgado entre millones y millones de espectadores colombianos, se percibe la necesidad de gobernar los miedos de una sociedad distanciada y dividida. En otras palabras, la noción de aporofobia ha estado también implícita reiteradamente en diversos escenarios públicos.

Por ejemplo, la afirmación con matices de silogismo, publicada recientemente en la cuenta de Twitter de un senador de la República, “todo lo que es bueno para los ricos nunca es bueno para los pobres. Y sí…” el personaje actual más cercano a la izquierda colombiana “…. no es bueno para los ricos quiere decir que es bueno para los pobres”, encarna la división entre ricos y pobres, que tanto induce a la aporofobia.

Así mismo, la noción se encuentra implícita en los señalamientos sin sustento técnico de algunos altos funcionarios públicos, que encausan directamente el aumento de la violencia e inseguridad en el país, a la entrada masiva al territorio colombiano de ciudadanos extranjeros provenientes de un Estado en condiciones económicas, políticas y sociales precarias. Este hecho, nos remite a otra representación explícita pero necesaria para reconocer el miedo que argumenta esta columna: Las campañas presidenciales de 2018, recordadas por los flamantes discursos que difundían el miedo a ser una segunda Venezuela. Lo anterior, dejando de lado, los tiempos de prosperidad económica que vivió este país, al que miles y millones de colombianos migraron en busca de mejores oportunidades. Paradójicamente, el problema que señalaban los discursos, no era la nacionalidad, sino la “pobreza” venezolana.

Finalmente, la situación de pobreza corresponde, en la práctica, a una condición pasajera o prolongada de carencia de recursos, que se complica con el rechazo social y se enfatiza comúnmente con algunas políticas estatales.

Con los anteriores argumentos, se invita al lector a generar un espacio de reflexión con ánimos de dirimir su impresión entorno a la aporofobia, así como las razones que originan su existencia. Una serie de interrogantes que individualmente, pueden incidir en distintos aspectos del ser y colectivamente, repercutir en las decisiones políticas de una Nación.

Debe quedar en el tintero si ¿usted cómo elector que reconoce la existencia del rechazo a la pobreza, cedería ante un discurso cargado de mensajes aporofóbicos en las campañas de 2022?

Referencias:

Cortina, A. (2017 ). Aporofobia, el rechazo al pobre. Un desafío para la democracia. Barcelona, España: Paídos.

Departamento Administrativo Nacional de Estadíatica - DANE. (Mayo de 2020). Comunicado de Prensa. Gran Encuesta Integrada de Hogares (GEIH). Obtenido de En mayo de 2020 la tasa de desempleo fue 21,4% en el país: https://www.dane.gov.co › ech › ech › CP_empleo_may_20

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