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Estado de hipocresía

En su columna de El Tiempo de la semana pasada, Thierry Ways trataba de explicar las contradicciones en varios debates de la vida colombiana, como resultantes por una falta de rigor. Su columna fue motivada por el hundimiento de la reforma que eliminaba la casa por cárcel para los corruptos y el hecho de que muchos de quienes ahora se quejan de ese aparente revés en la lucha contra la corrupción, hasta hace poco eran grandes defensores de penas alternativas de prisión y de la justicia transicional acordada con –para?-, las Farc.

Mauricio Carradini, Mauricio Carradini
5 de julio de 2019

Uno podría estar de acuerdo en el diagnóstico de la falta de rigurosidad que menciona Ways, si esos cambios de opinión fueran basados en la ingenuidad o hasta en la ignorancia. Pero no, los mayores exponentes de esos bandazos conceptuales siempre tienen un interés para tomar una posición y luego la contraria. Cuando defienden esas posiciones opuestas de acuerdo a sus cambiantes intereses están es siendo hipócritas.

Con el hundimiento de la eliminación de la casa por cárcel para los corruptos, toda Colombia pudo ver las fotos de la celebración esa tarde del presidente de la Cámara Alejandro Chacón y César Gaviria. El Partido Liberal en pleno, los mismos adalides de penas alternativas, luego apoyando la consulta anticorrupción y ahora hundiendo las iniciativas presentadas por el gobierno para dar algo de continuidad al impulso de esa consulta. No fue falta de rigor, no, por el contrario fueron muy rigurosos cambiando de posición de acuerdo a sus intereses. Las penas alternativas para las Farc se apoyaron por la mermelada, la consulta anticorrupción se apoyó porque esa campaña coincidía con las elecciones presidenciales y ahora cambiaron de bando porque la eliminación del beneficio de casa por cárcel va a afectar a los políticos con quienes hay que hacer alianzas en las regiones para las elecciones de este año. Hipocresía pura y dura.

El debate del Estado de opinión, que Ways también menciona, es un ejemplo aún más notorio. La mayoría de cambios profundos que ha habido en Colombia en los últimos treinta años son resultado del Estado de opinión. Desafortunadamente hay toda una generación de votantes que alcanzaron la mayoría de edad bajo los gobiernos de Juan Manuel Santos, y ni conocieron lo que fue ser víctimas de la guerrilla – de una u otra manera-, ni los ajustes que se tuvieron que dar bajo los gobiernos de Álvaro Uribe para poder rescatar el optimismo y la voluntad de los colombianos para sacar el país adelante.

La consulta anticorrupción del año pasado fue un ejercicio del Estado de opinión. Los referendos y los plebiscitos considerados en la constitución vigente son implementación del Estado de opinión. Ejercicios comprendidos dentro del Estado de derecho para dar espacios de participación y decisión a la ciudadanía, para temas y en momentos diferentes a las elecciones a cargos públicos.

El plebiscito para el acuerdo con las Farc fue otro ejercicio del Estado de opinión. Más aún, Santos lo convocó, lo desconoció y se lo brincó de todas las maneras –manipuló el umbral e  ignoró la decisión de la mayoría-, y luego se brincó también el Estado de derecho forzando una implementación que había sido rechazada bajo el acuerdo constitucional y legal vigente.

El ejercicio más importante del Estado de opinión fue la séptima papeleta, movimiento que fue fundamental para llamar una constituyente que nos dio la constitución del 91. Para quienes no lo saben, eso sí por falta de rigor, y para quienes lo han olvidado, ese ejercicio de participación ciudadana no estaba considerado en la constitución vigente en ese momento. También es importante recordar un par de promotores de la séptima papeleta: Fernando Carrillo y Claudia López.

Le invito a revisar las posiciones de Carrillo y López con respecto a la casa por cárcel, a la justicia transicional, al plebiscito de las Farc y a la consulta anticorrupción. Y luego compare eso con sus reacciones cuando Uribe habla del Estado de opinión. Hipocresía pura y dura.

Y bueno, parece que quien lleva la delantera en la actualidad política colombiana es definitivamente Claudia López. Hace unas semanas gritaba y pataleaba por el fallo que invalidaba la curul de Ángela Robledo, pero meses antes fue ella misma quien gritaba que Robledo estaba haciendo trampa. Y esta semana, con mucho fervor, Claudia Lopez da la bienvenida a su campaña a Lucho Garzón https://bit.ly/30jg0k3 pero aquí pueden leer cómo hace un tiempo lo trataba de enmermelado y clientelista santista https://bit.ly/2L4VFvk.

Todas esas mañas, trampas y mentiras es lo que tiene más cansada a la opinión pública colombiana y que explica el bajo nivel de aceptación del congreso y de las cortes. Esas mañas y trampas están enquistadas en el Estado de derecho y los "dueños" de ese Estado –congresistas y magistrados-, se escudan en él para defender sus intereses personales y corporativos, y tienen claro que así como durante los últimos treinta años, lo único que va a poder lograr reformas en el futuro es un movimiento de Estado de opinión. Plebiscito o referendo o constituyente, pero tres gobiernos –dos de Santos y el de Iván Duque-, ya han demostrado que los cambios en la justicia no van a llegar de otra manera y lo que se atraviesa en el camino no es la falta de rigor sino la hipocresía.

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