Home

Opinión

Artículo

Esto sí es Vietnam

Esto no es Vietnam, aseguró Clinton. Luego sí lo es. Cuando un presidente de Estados Unidos niega algo, se puede tener la certeza de que es cierto.

Antonio Caballero
2 de octubre de 2000

Pensaba escribir esta semana una fabulita moral y desesperada sobre las tres Colombias. La Colombia oficial, la del Estado y el Establecimiento: esa perra zalamera de la policía antinarcóticos que le baboseó las narices al presidente Bill Clinton durante su visita a Cartagena. La Colombia antioficial, la subversiva: esa jauría de perros rabiosos que mató gente y quemó pueblos para protestar por la visita de Clinton. Y la tercera, la otra: la Colombia ilusa y boba con el cerebro lavado por la prensa y la radio que bailó con Clinton La pollera colorá. Esa Colombia que se dedica al folklor —reuniones de poetas, discusiones culturales sobre lo propio y lo foráneo— mientras la perra oficial la despedaza a mordiscos y los perros cimarrones la violan en manada.

Pero entonces Clinton dejó en Cartagena, doblado bajo la servilleta de limpiarse las babas de la perra, la sangre de los perros, el sudor del bailoteo, el Plan Colombia. Así que dejé la fábula, y voy a escribir de historia.

“Esto no es Vietnam”, aseguró Clinton. Luego sí lo es. Cuando un presidente de los Estados Unidos niega algo, se puede tener la certeza de que es cierto. (“No tuve sexo con esa mujer”, dijo el mismo Clinton sobre sus relaciones genito-bucales con Monica Lewinsky). “Mientras Andrés Pastrana sea presidente no habrá intervención militar extranjera en Colombia”, aseguró Pastrana. ¿No la habrá? Ya la hay. En el mismo momento en que él decía eso, el Pentágono norteamericano le contaba al diario The Miami Herald que el general Keith M. Huber del Comando Sur había sido nombrado para “supervisar la implementación de la parte militar” del Plan Colombia. Y aquí hay ya, desde hace meses, años, centenares de asesores militares de los Estados Unidos.

¿Qué fue Vietnam? Para empezar, fue una mentira de un presidente de los Estados Unidos. “Esto no es Corea”, aseguró John Kennedy cuando ya los asesores militares en Vietnam rondaban el millar. A continuación, fue una incesante, aunque siempre insuficiente, escalada de la “ayuda” militar (la palabra “escalada” se inventó entonces), que llegó a alcanzar el medio millón de soldados con el paso de los años, pero no sirvió para ganar la guerra, sino sólo para prolongarla. El presidente survietnamita Ngo din Diem quiso suspenderla para entrar a negociar: lo asesinó la CIA. (“Mientras Ngo din Diem sea presidente…”). El presidente norteamericano Lyndon Jonhson intentó iniciar conversaciones con el enemigo para detener la sangría y lograr con ello la elección de su candidato a la presidencia de los Estados Unidos, la ‘paloma’ demócrata Hubert Humphrey: pero el candidato ‘halcón’ republicano Richard Nixon sobornó al general vietnamita Thieu para que saboteara la negociación y ganar él las elecciones, gracias a lo cual la guerra siguió cinco años más, un millón de muertos más.

Para terminar, Vietnam fue un país deshecho. Dos millones de muertos, tres millones de mutilados, muchos millones de hectáreas de tierras arrasadas por los defoliantes químicos norteamericanos, una economía rota para tres generaciones. Y, en el poder, las guerrillas comunistas para combatir a las cuales se había enviado la “ayuda”.

Si hoy los vecinos de Colombia se preocupan por las consecuencias del Plan Colombia que con tan babosa zalamería agradece la Colombia oficial, es porque recuerdan cuáles fueron las consecuencias del Plan Vietnam para los vecinos del ayudado Vietnam. Tailandia, Laos, Birmania, sometidos a eternas juntas militares de ultraderecha y entregados al comercio de la droga y a la prostitución infantil para turistas occidentales. Camboya: “No habrá intervención en Camboya”, aseguraba el presidente Nixon mientras caían sobre Camboya las bombas norteamericanas que en cuatro años iban a transformar a la pequeña guerrilla selvática de Pol Pot en una fuerza de medio millón de hombres que procedió a adueñarse del país y asesinar a la tercera parte de la población que había sobrevivido a la intervención extranjera: esa intervención que, sin haber ocurrido (fue una ‘guerra secreta’ de Nixon y de su secretario Kissinger), había dejado dos millones de muertos.

Y la secuela de guerras regionales: Vietnam-Camboya, Vietnam-China… En fin: Vietnam fue eso. Un crimen de los Estados Unidos. Una derrota de los Estados Unidos. Y una catástrofe para toda el Asia suroriental. Los Estados Unidos, al menos, le han sacado mil películas. ¿Alguno de mis lectores ha visto alguna película vietnamita sobre la guerra de Vietnam?

Noticias Destacadas