
OPINIÓN
Europa busca nuevo celador: Gadafi y la migración hacia Europa
Gadafi entendió muy bien que ahora tenía dos cosas que los europeos querían de él: el petróleo y el control migratorio.
Más que cualquier otra razón humanitaria, es el control de la migración hacia Europa lo que tiene muy pendientes a los gobiernos europeos de lo que pasa en las calles de Trípoli.
Viajando por Italia durante el mes de febrero, era impresionante el silencio en los medios de información en relación con lo que estaba sucediendo en Egipto. Por lo general, la vista en Italia es hacia adentro y más de 30 segundos en los noticieros no quitaban los que protestaban en Cairo a los escándalos implacables alrededor de Berlusconi. Sin embargo, todo cambió cuando empezaron los disturbios en Libia. El país norafricano había sido una colonia Italiana desde 1911 hasta su independencia formal en 1951.
Pero la razón por la cual surgió el interés de los medios Italianos es que hasta hace unos tres años Libia era una etapa popular en el viaje que muchos africanos emprenden para buscar un mejor futuro en Europa. Ahora cuando Gadafi tambaleaba, cientos de miles de africanos, refugiados y oportunistas, llegarían a las costas de Italia, por lo menos según el gobierno Italiano, que de paso ha logrado así distraer mucha de la atención centrada en una investigación contra Berlusconi por prostitución de menores.
El hecho es que Gadafi ha sido uno de los importantes celadores, junto con Marruecos y Tunicia, no solo de Italia, sino de la Unión Europea. En el 2008, los Italianos firmaron un acuerdo con Gadafi que, entre varias cosas, le prometía hasta 5.000 millones de euros en el curso de 20 años, a cambio de sus esfuerzos para frenar la migración hacia Italia.
Reconociendo que el problema es más europeo que italiano, ya que la mayoría de los inmigrantes no se queda en la península, en el 2010 la Unión Europea firmó su propio acuerdo con el dictador libio. Efectivamente, en pocos años el número de personas interceptadas en el Mediterráneo bajó drásticamente y empezaron a surgir nuevas rutas, por Turquía y entrando por Grecia.
Los métodos utilizados por Gadafi fueron, no sorprende, tanto brutales como sofisticados. No solamente resultó en agresiones, detenciones arbitrarias, maltratos, violaciones de mujeres y niñas, sino que también se desarrolló un comercio macabro en donde las autoridades Libias vendían a los inmigrantes (etíopes, ugandeses, etc.) a organizaciones de traficantes, que a su vez los mantenían en campos en la mitad del desierto, mientras obtenían cuantiosas sumas de 'rescate' de sus familiares. Según el gobierno italiano, estas prácticas, ampliamente documentadas, no se habían demostrado, y la misma Unión Europea se ha hecho la de la vista gorda.
Gadafi entendió muy bien que ahora tenía dos cosas que los europeos querían de él: el petróleo y el control migratorio. No siendo una persona fácilmente satisfecha, el autoproclamado "Rey de los Reyes Africanos", hace sólo pocos meses empezó a hablar de que quería más dinero y que si no se le pagaba, iría a, en sus palabras, "inundar a Europa de negros". Ni de Roma, ni de Bruselas hubo protestas.
Ahora cuando los dominós de la Primavera Árabe están tocando a las puertas de Trípoli, se ha vuelto imposible pretender que Gadafi es meramente excéntrico y no un tirano sin escrúpulos. Por esa razón será muy difícil restablecer la relación especial que se ha mantenido en los últimos años, si es que Gadafi logra mantenerse en el poder.
Mas que cualquier otra razón de orden humanitario, esta realidad y el temor hacia los inmigrantes, hábilmente manipulado por las derechas europeas, definen actualmente el fuerte deseo de que caiga el tirano. Ojalá pronto se pueda hablar con sus sucesores sobre la ayuda humanitaria, el apoyo político, el comercio de petróleo y, naturalmente, el control de la migración hacia Europa.
* Vrije Universiteit, Amsterdam, Países Bajos.