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Faltando lo peor, ¿a quién confiamos el liderazgo?

A punto de enfrentar la peor crisis económica de nuestras vidas, necesitamos, más que nunca, responsabilidad y coherencia de los gobernantes.

Eduardo Behrentz, Eduardo Behrentz
19 de mayo de 2020

Las consecuencias sociales y económicas de la actual crisis sanitaria pueden ser devastadoras. Esto es algo que pocos expertos dudan. Lo incierto es cuál será el alcance definitivo y la duración de tales consecuencias. Por esto debemos exigir altura y eficacia de quienes nos gobiernan.

 Es en serio: les tocó administrar y liderar la peor coyuntura de la historia reciente. Y eso no se resuelve con frases efectistas en la bobería de las redes digitales ni culpando de todo a sus contradictores ideológicos. Esto se resuelve haciendo, y colaborando entre ustedes.

 En mi anterior columna mencioné evidencias que muestran que la cuarentena no es solución y que es necesario dar el siguiente paso. Cada día parece haber más consenso mundial al respecto. Son cada vez menos los que insisten en el falso dilema entre vida y economía, proponiendo que sigamos encerrados indefinidamente y que todo se resuelva por medio de subsidios infinitos.

 Otros no se sonrojan al sugerir que el banco central debe dedicarse a imprimir billetes para regalarlos al que pase por enfrente. A lo mejor pueden indagar sobre los efectos que algo así puede tener en las tasas de inflación y la consecuente destrucción del patrimonio social y el ahorro pensional.

 Según el Ministerio de Hacienda y Crédito Público, la economía colombiana caerá entre 5% y 8% en 2020. Otros sugieren disminuciones de 10% o incluso más. Estos escenarios nos ubican en la peor contracción económica de la historia y nos harán enfrentar un desempleo jamás visto. Y tal contexto borrará de forma instantánea muchos de los avances sociales logrados en las últimas décadas. Todo como consecuencia del manejo de la pandemia.

 Este no es un presagio apocalíptico. Es el camino que estamos recorriendo y que requiere ajustes urgentes, empezando por la colaboración efectiva entre los diferentes agentes del Estado. También el compromiso inequívoco de nuestros líderes de abandonar toda frivolidad y cálculo electorero para dar espacio a las verdaderas soluciones de semejante lío.

 Pasada la época de las fácilmente implementables, pero devastadoras prohibiciones generales, llega el momento de la verdad. De poner a prueba la capacidad intelectual y de convocatoria para tomar decisiones inteligentes y concertadas. Llega el momento del real liderazgo para trabajar de forma articulada con el sector privado, de usar las herramientas tecnológicas apropiadas, de usar el conocimiento científico y de utilizar las capacidades de comunicación para hacer pedagogía ciudadana.

 Según el Foro Económico Mundial (WEF por sus siglas en inglés) la colaboración es esencial para enfrentar la pandemia, en especial en los países de economías menos desarrolladas. Debemos traer ese llamado al contexto de las alcaldías y gobiernos locales en Colombia. Cada uno muy diferente del otro en sus necesidades y capacidades.

 No podemos seguir pensando en cuadrantes ni en municipios. El virus no conoce fronteras ni tiene interés en el color del partido de gobierno. Hay que colaborar y encontrar soluciones armónicas permitiendo que el Gobierno Nacional juegue un papel de articulación y de gerencia central. Es tiempo de un nuevo arreglo institucional que, en el marco de la emergencia, permita y facilite la colaboración e interacción entre los diferentes niveles de gobierno.

 La “tragedia de los comunes” es un concepto de las ciencias económicas que describe una situación en la que cada individuo, motivado por su interés personal y actuando de forma independiente, termina destruyendo un recurso compartido a pesar de que no le conviene la ocurrencia de tal destrucción. Es decir, si todos pensamos solo en el propio ombligo, todos perdemos. Necesitamos que nuestros alcaldes y gobernadores no sean tan comunes.

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