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FEUDOLOMBIA

Semana
22 de marzo de 1999

Feudalización'. En esa palabra, no se porqué, me detuve hace poco leyendo un artículo
publicado en un periódico extranjero sobre Colombia. Mi adicción a las revistas y periódicos internacionales
me han permitido familiarizarme con su acostumbrada terminología apocalíptica cuando se refieren a
nuestro país.Es común, por ejemplo, leer sobre la inminente 'balcani-zación' o la 'africanización' de Colombia.
Pero es igualmente común leer (y esto duele aun más) sobre la 'colombianización' de tal o cual país cuando a
éste le han caído todas las plagas y no se le ve luz al final del túnel. Por eso, pese a tener una retina
habituada al pulso tremendista de los periodistas extranjeros, no se porqué suspendí mi amena lectura
masoquista.Pero lo intuyo. En ese momento el fantasma de Bill Gates se paseaba en mi subconsciente
dada mi curiosidad por el 'superproceso' que hace unos meses le adelanta el Departamento de Justicia. Y
fue inevitable hacer la dolorosa comparación: mientras el más poderoso empresario de Estados Unidos
enfrenta un juicio que definirá el futuro de las telecomunicaciones del planeta, en Colombia nuestro empresario
insigne, Nicanor Restrepo, se sienta al extremo de una endeble mesa de palo, en un miserable y recóndito
caserío, para dialogar con la guerrilla sobre problemas que no hemos podido resolver en casi 200 años
de vida republicana. Fue cuestión de una centésima de segundo, pero el tiempo suficiente para detenerme
en la palabra 'feudalización'. Y mientras más lo pienso, más me convenzo de que Colombia es un país
feudal. Con Internet y celular, pero feudal.Del paisaje bucólico y épico del medioevo pasamos a la vida
frenética y contradictoria de los 90. De la corte de lacayos en caballos alazanes que custodiaban los
carruajes de la realeza, pasamos a los nefastos escoltas en camionetas 4x4 con vidrio polarizado que
persiguen a cuanto burócrata se desplaza y que ponen en permanente peligro la seguridad ciudadana.La
nobleza colombiana quizás no viva en fabulosos castillos con puente levadizo y centinelas, pero vive
amurallada en condominios con circuito cerrado de seguridad, cercada por toda clase de rejas, citófonos
y alambres de púas, y rodeada por una legión privada de celadores para impedir el golpe de ariete de
apartamenteros y secuestradores.El Estado-Nación ha ido desapareciendo para darle paso a una
poderosa confederación de principados, digna de la época de los Borgia, cuyos respectivos ejércitos se
enfrentan en una sanguinaria lucha por el poder político regional: guerrilla, ejército, paras, policía, etc. Y quien
se aventure a ir mas allá del perímetro urbano, se arriesga a caer en las garras de bandoleros y asaltantes de
camino en lo que hoy se denomina como 'la Pesca Milagrosa'. Hoy en día, a falta de un Estado que imponga
unas reglas para la convivencia ciudadana, cada cual pone sus propias reglas: los condominios privatizan
las calles, el comercio se apodera de las vías peatonales y los edificios se adueñan de las aceras. Todos
impunemente, por supuesto. El alcalde Enrique Peñalosa, quien viene liderando una cruzada en favor del
espacio público en Bogotá, necesita urgentemente una sólida armadura del siglo XII para protegerse de la
lluvia de punzantes intereses privados que ya se están organizando para revocarle el mandato. En
Feudolombia muere lentamente la esfera de 'lo público' y con ello agoniza el contrato social. Por otro lado, la
inquisición está más viva que nunca y se castiga con el imperdonable báculo del maniqueísmo. Para
nuestros Savonarolas contemporáneos el que hable de los pobres es comunista. El que hable de
privatizaciones es neoliberal (y enemigo de los pobres). El que respalde a Samper es corrupto. El que
simpatice con Estados Unidos es apátrida. El que invoca la ética y defiende el proceso 8.000 es moralista.
¿Será que nuestro Merlín es Mauricio Puerta o Walter Mercado? ¿Y nuestra Juana de Arco? Hasta podría ser
la cándida Noemí que, aparentemente, decidió enfrentarse a las maquinarias clientelistas. Ojalá no termine
quemada en la hoguera de las vanidades personales o de las desmedidas ambiciones políticas (como le
sucedió a Botero). Como vemos, nuestro país tiene todavía un pie en el medioevo. Su problema de
distribución de la tierra tiene varios siglos, al igual que el atraso de sus vías de comunicación y las
condiciones de miseria en las que vive más del 30 por ciento de su población, a la que ya no le da peste
bubónica pero la mata el cólera.En estas tierras tropicales y agrestes de Feudolombia solo nos hace falta
el legendario Robin Hood. Pero tenemos al temible 'Jojoy', en las montañas de Colombia, que le quita
tanto a ricos como a pobres para llenar su insaciable apetito de guerra y destrucción. Ya no con arco y
flecha sino a punta de bala, secuestro y extorsión.

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