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Fidel-idad de la información

Carlos Cortés Castillo reflexiona sobre el otro bloqueo al que es sometido el pueblo cubano: el bloque al derecho a la información

Semana
2 de septiembre de 2006

“Las cosas son así –me dijo– como se ha informado. Tú conoces nuestra ética y la del Jefe: jamás le mentiríamos ni le ocultaríamos nada al pueblo”. Con esta frase grandilocuente resume un amigo de Fidel Castro el momento en que se enteró de la salud del Comandante. Y continúa: “El colaborador de Fidel agregó que la operación había sido exitosa y que comenzaba un proceso de recuperación. Sus palabras y el tono de su voz me tranquilizaron. El episodio era serio, grave, pero el amigo confiaba, como yo, en la fortaleza del paciente, en ese dominio extraordinario que ejerce sobre la realidad su cerebro privilegiado”.

Del mismo corte de ese artículo –publicado en el diario oficial Granma –es toda la información que sale por estos días de Cuba. Más allá del estilo altisonante de lo que se publica sobre el estado de Castro (“Fidel se va a morir cuando él lo decida y todavía no lo ha decidido”, concluye más adelante el autor), la coyuntura de la isla no es nueva. Desde hace mucho tiempo el pueblo cubano vive en un hoyo negro. En el otro bloqueo, en el bloqueo de la información.

A comienzos de agosto, tres periodistas extranjeros fueron detenidos en el aeropuerto José Martí de La Habana y expulsados de la isla. Iban a cubrir la noticia de la enfermedad de Fidel. De la misma manera, las embajadas de Cuba en Latinoamérica negaron varias solicitudes de visa para periodistas, o afirmaron escuetamente que el trámite demoraba tres semanas.

A esto se suma la situación de los periodistas locales independientes. Veintitrés están presos desde 2003, en lo que Reporteros Sin Fronteras denominó ‘la primavera negra’. En ese año, y durante tres días, el gobierno cubano arrestó a varios disidentes y los juzgó sumariamente por ser “agentes del enemigo americano”. Fueron procesados por rebelión y condenados en algunos casos a décadas de prisión. Casos como el de Guillermo Fariñas – director de una agencia de prensa independiente–, que agoniza en la cárcel por una huelga de hambre, le dan la vuelta al mundo. Mientras tanto, él le da la vuelta a su celda.

El panorama no es diferente en Internet. Incapaces de costear el sofisticado control de contenidos de países como China –con anuencia de empresas como Google y Yahoo– el Partido Comunista Cubano optó por una solución más radical: negar el acceso a la red. Ser usuario de Internet es un lujo que pocos se dan, y quienes lo hacen acceden a una red altamente censurada y bajo el riesgo de ser detectados.
En su defensa, en el pasado Foro Mundial de la Sociedad de la Información, en Túnez, un representante del gobierno cubano afirmó que el pueblo tendría libre acceso a Internet cuando Estados Unidos levantara el embargo a la isla.

Mientras tanto los medios extranjeros especulan, matan a Castro, lo resucitan y lo vuelven a enterrar. Con cualquier rumor, los exiliados en Miami se toman las calles con banderas para celebrar, y los habitantes de la isla se encogen de hombros. En últimas, con el control absoluto de la información el gobierno de Cuba le termina haciendo un favor a la oposición. Las apuestas sobre lo que pasa en Cuba son un negocio y una gran entretención. ¿Cómo olvidar, por ejemplo, el desafortunado libro de Andrés Oppenheimer, La hora final de Castro, recién caída la Unión Soviética? Ya se perdió la cuenta de las horas finales que le han pronosticado.

Las pasiones definen la agenda informativo de la isla. Ya algunos medios norteamericanos ventilan la descabellada propuesta de anexar a Cuba como el estado 51 de Estados Unidos. Por su parte, Fidel informa con fidelidad: “Lo importante es que en el país todo marcha y marchará perfectamente bien”. Al final de cuentas, ¿a qué gobierno se le ocurriría mentirle al pueblo?

*Director de la Fundación para la Libertad de Prensa, Flip
director@flip.org.co
www.flip.org.co


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