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Fidel y yo

“Sí, le tengo susto a la muerte. Le tengo un susto horrible a la muerte”: FIDEL CASTRO

Semana
26 de agosto de 2006

Suena un poco pretencioso este título. Pero la verdad, que quedó consignada en la edición #690 de SEMANA en 1995, es que durante mi primer y único viaje a Cuba, pude registrar el desagrado que Fidel Castro le tenía, y aún le tiene, al tema de su salud.

Todo comenzó porque Gabriel García Márquez me invitó a un coctel en el Palacio de la Revolución, para condecorar al médico colombiano Manuel Elkin Patarroyo. Estaba presente todo el staff científico de Cuba.

Nunca había visto antes a Fidel Castro en persona, y recuerdo que me impresionó su altura física y su impecable uniforme militar, que parecía más recién hecho que recién lavado. Y sus uñas, largas, largas.

Nos invitaron a un salón en el que había un inmenso buffet y el 'Comandante', no dudo que para hacerle un gesto amable a su amigo Gabo, atravesó la sala con una flor que me entregó a manera de homenaje.

En el entonces artículo de SEMANA consigné mis presiones periodísticas: "¿Qué hago? ¿Me lanzo? ¿Me callo?". No viajé a Cuba con esa perspectiva de una entrevista en mi mente, pero ahí estaba Fidel, y no tenía derecho a desperdiciar la oportunidad de entrevistarlo. Y me lancé.

"Presidente, ¿le teme usted a la muerte?". Y él me respondió, con un poco de disgusto: "Cuando una mujer pregunta, hay que contestarle". Se queda mirándome, todo el mundo alrededor en silencio, y me dice: "Sí, le temo a la muerte. Le tengo un susto horrible a la muerte".

Según mis memorias en SEMANA, le digo: "Y para usted, ¿qué significa la muerte? Y me responde: "Significa un gran descanso.". "¿Está usted preparado?". "Todavía me quedan unas cositas por hacer." ."¿Y quién va a ser su sucesor ?'' ."El pueblo de Cuba, el pueblo es mi sucesor". "Pero alguien tiene que conducir al pueblo. ¿Tiene usted elegido a su sucesor? Entiendo que no sería una sola persona, sino mínimo tres, quienes lo reemplacen en el gobierno…". Se ríe. "No sabía que estábamos frente a una periodista. Yo si me preguntaba si esta mujer de minifalda sería una modelo". En ese momento llega alguien de su staff a preguntarle si está bien el martini que bebe, y termina mi oportunidad personal e histórica de este reportaje, que hoy parece tan pertinente.

No contenta, me hice al lado del chef de la velada, al que interrogué sobre si el 'Comandante' estaba a dieta, si se cuidaba con las comidas, si algo le caía mal, y sobre cuáles eran sus comidas favoritas. Al poco tiempo, al cocinero "lo llamaron de larga distancia" y nunca volví a verlo. El malestar de mis preguntas ya era obvio.

Algún día pienso contar en un libro que preparo lo que sucedió después, que en resumidas cuentas terminó en otro encuentro personal con Castro, al día siguiente, en la casa de la embajada de Colombia. Una memorable cena en la que se me prohibió dirigirle la palabra al 'Comandante', a pesar de que compartíamos la misma mesa, so pena de que él se retirara de la velada si me atrevía a desobedecer la orden. Había tratado de penetrar uno de los secretos mejor guardados de su vida, quizá buena parte de su leyenda.

De esto hace 11 años. Y Fidel aún vive.

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