Nación
Final feliz
Jörg Hiller, guionista de Como el gato y el ratón, la más reciente película colombiana que ha sido estrenada en el mundo, escribe sobre cómo la cinta es un intento fílmico que pretende llamar la atención de los colombianos sobre los tristes finales que tiene la cruda realidad del país.
- "¿Pero... por qué ese final tan triste?"
Es la pregunta más recurrente que me hace la gente como responsable de la historia y el guión de la película de Rodrigo Triana "Como el Gato y el Ratón". Yo solo puedo responder que es el único final lógico y posible, si no, ¿para qué contamos esta historia?
Sin embargo, al salir del teatro persisten las caras largas, de estupefacción o incredulidad, por causa del final inesperado, donde todos los protagonistas de la película, -a excepción de Jovanna, la niña,- se matan unos a otros, tirando a la basura años de trabajo para levantar su barrio. Pero, ¿es este final realmente sorpresivo? Realmente es el final evidente, es como usualmente terminan los conflictos en nuestro país, con personas que lucen caras de incredulidad y estupefacción, como diciendo "¿a qué horas pasó esto que no nos dimos cuenta?", aun cuando lo vivimos y padecemos en el diario devenir de este irónico país.
Y es que uno de los problemas de los colombianos es que somos maestros del escape. Vivimos en medio de una cruenta guerra de muchos frentes y actores, pero hacemos todo lo posible para que no nos toque a nosotros, nos empecinamos en ignorarla. Seguimos viviendo nuestras vidas con indiferencia, como si nada; todas las noches vemos las telenovelas, el fin de semana nos vamos de shopping, de fiesta, salimos de vacaciones; no nos perdemos el Reinado de Belleza, ni el fútbol, nos hinchamos de orgullo con los logros personales de Skakira y Montoya pero se nos olvida que nuestro país está sumido en la miseria, que a diario mueren muchos compatriotas por causa de un conflicto que no entendemos. En fin, lo nuestro es el escapismo; o en lenguaje coloquial, lo nuestro es hacernos los bobos.
Los colombianos creemos que "los malos" están allá afuera, quién sabe dónde, (ojalá lejos de nuestra casa), extorsionando, secuestrando, o matando gente. Pero no entendemos que no es menos malo el ciudadano común que irrespeta un turno en una fila, el que comete infracciones de tránsito, el que compra contrabando, el corrupto, el especulador, el que roba los bienes del estado, en resumen, el que en su infinita arrogancia cree que las leyes que nos rigen a todos están para saltárselas. En realidad, los villanos de la película somos todos; todos hacemos parte de esta raza estigmatizada, que aunque nos duela, ha probado ser infractora, envidiosa y soberbia por naturaleza. Por eso no nos gusta mirarnos al espejo, pues cada vez que lo hacemos nos vemos feos, pobres, lisiados; de inmediato miramos hacia otro lado, y buscamos a los culpables del desastre en otra parte. Pero en el juego de echarse la culpas de la penosa situación, rara vez devolvemos el dedo para señalarnos a nosotros mismos, individualmente. No hemos hecho un examen de conciencia serio para definir nuestro rol en esta guerra, que aunque queramos ocultar, tarde o temprano nos toca a todos.
Y mientras tanto, nos ilusionamos con el espejismo de un final feliz, a lo comedia romántica de Hollywood. Somos tan ingenuos que creemos que las cosas pueden cambiar sin mover un dedo, que se solucionan solas. Queremos tener la fe, y la esperanza de que algún día las cosas no serán como son ahora, que puede haber un futuro mejor que este presente, sin embargo, no estamos dispuestos a arriesgar ni a sacrificar nada para lograrlo. Esperamos pacientemente a que el director de la película se invente la formula mágica para salir del atolladero, para asistir al final del conflicto con lágrimas de felicidad en los ojos, satisfechos por la labor cumplida, y como siempre, muy orgullosos de ser colombianos.
Pero la realidad, en el fondo lo sabemos todos, es otra, mucho más dura y dolorosa. Como en los guiones de cine, para poder llegar a un final feliz, hay que construir una historia donde éste sea factible, verosímil, y no sorpresivo. El primer paso para mejorar las cosas, es darse cuenta de que están mal. Y para hay que espabilarse, despertar del letargo, decir "este también es mi problema", y meterle la mano, comprometerse.
"Como el Gato y el Ratón" es solamente un humilde intento fílmico de empezar a conversar sobre el asunto, de llamar la atención sobre cómo hace tiempo en este país no tenemos finales felices, sino tristes, desgarradores y carentes de una real esperanza de cambio.
*Guinoista "Como el Gato y el Ratón"