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Cuatro millones de firmas

Esas más de 4 millones de firmas contra la corrupción tienen un peso político específico, porque quienes aportaron con su rúbrica a la campaña vienen de todas las vertientes e incluso me atrevería a decir que hubo participación de abstencionistas imperecederos.

Javier Gómez, Javier Gómez
1 de agosto de 2017

Esas más de 4 millones de firmas contra la corrupción tienen un peso político específico, porque quienes aportaron con su rúbrica a la campaña vienen de todas la vertientes e incluso me atrevería a decir que hubo participación de abstencionistas imperecederos.

Que este hecho ocurra previo a las elecciones generales revela el hastío que la gente siente por la clase política tradicional que se ampara en las más deleznables prácticas para consolidar su poder a través de la corrupción y la clientela. Ahora, vale decir que no son solo políticos los tradicionalmente corruptos, la institucionalidad colombiana está capturada por clanes familiares, el sector privado y organizaciones que se utilizan como mampara para arrebatarle los recursos al sector público.

Y es ahí, en los círculos de poder, donde se determinan las campañas políticas y se definen los apoyos afines a sus intereses. Esa potestad se acabaría con la consulta que va camino a volverse realidad pues encontró en el visible agotamiento del electorado su mejor aliado para meter en cintura a quienes han hecho de la política su riqueza personal.

Sí, se necesitan 11 millones de votos para que los siete puntos planteados en la consulta se vuelvan un mandato de obligatorio cumplimiento, objetivo que no será difícil conseguir si además al ciudadano se le garantiza que el poderoso y abusivo solo tendrá como futuro ir tras las rejas de una cárcel. Propongo que para volver más atractiva la consulta esta se debería ampliar a otras instancias de la administración pública, como delimitar a dos personas con algún grado de consanguinidad el usufructo de cualquier cargo en la administración pública. Es vergonzoso ver cómo tres, hasta cuatro personas de una misma familia poderosa devengan, cada una, un salario proveniente de dineros públicos.

Cada rama del poder público es como si perteneciera a una élite específica que se encarga de diseñar las más abominables estrategias para determinar qué se mueve y qué no en las instituciones. Esas prácticas hay que exterminarlas.

Sin rodeos, hay que reconocer que detrás de esta noble campaña está la senadora por el Partido Verde Claudia López, que, aguerrida como siempre, puso en el sonajero un tema que va a ser central en la próxima campaña electoral: la lucha contra la corrupción.

No faltarán quienes califiquen esta cruzada anticorrupción de populista y aprovechen para descalificar las consultas populares o revocatorias de alcaldes que están en proceso con el mezquino argumento de que el Estado no tiene el dinero para garantizar su realización. La participación es el camino, la alternativa, para buscarle arreglo a los serios problemas del país que la democracia representativa no solucionó, o mejor, incumplió sus compromisos para resolverlos.

Lo que nadie puede desconocer, y no lo digo yo sino las encuestas, es que el país está mamado con la corrupción y la manera inmisericorde como se tumban los recursos públicos, se controlan las instituciones para beneficios de unos pocos y se manipula la contratación para que los mismos de siempre, saquen provecho.

@jairotevi