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¿FRACASARA LA ELECCION DE ALCALDES?

Semana
7 de diciembre de 1987

Con la elección del ingeniero Eduardo Aldana Valdés como candidato del liberalismo a la alcaldía de Bogotá, se desencadenó un maremoto de absurdos políticos que los bogotanos tardaremos mucho tiempo en digerir, pero el resto de los colombianos apenas unos pocos días para sentir sus consecuencias.
Veamos algunas de ellas:
.Turbay y Lleras unidos
.Lleras unido con Forero Fetecua y Guerrero Estrada
.Diego Uribe enfrentado a Turbay
.Santofimio aliado de Lleras
.López aliado con Galán
.Galán enfrentado con Lleras
.Galán diciendo que hay que respetar las reglas de juego aprobadas por las mayorías
.Todos de acuerdo en que el candidato liberal por consenso a la alcaldía de Bogotá debió haber sido Otto, menos Otto
.El turbayismo diciendo que lo engañó la maquinaria
.La maquinaria manejada por Galán, que precisamente hizo su carrera política contra la maquinaria
.Galán aplicando la encerrona de Sincelejo (de la cual surgió su disidencia política) en la encerrona del Colegio Electoral
Pero además de esta impresionante lista de absurdos políticos, la forma como están saliendo las cosas, tanto en el Partido Liberal como en el Conservador, permite pensar que la elección popular de alcaldes, que se llevara a cabo el 13 de marzo de 1988, no tendrá nada de popular.
En primer lugar, de cumplirse la tradición abstensionista de Bogotá, sólo un 50% de sus habitantes acudiría a las urnas en marzo Este 50% se lo repartirían los partidos tradicionales, así 25% para el conservatismo, más María Eugenia, Pardo Koppel y la izquierda .Y el otro 25% para el Partido Liberal. Pero como el liberalismo probablemente irá dividido a la elecciones, a cada candidato le correspondería un doce y medio por ciento de la votación. Todo indicaría que el próximo alcalde de Bogotá perfectamente podría ser elegido sin la participación del 90% de los habitantes de la ciudad.
A eso se suma la presencia del ingeniero Aldana Valdés. Pertenezco al selectísimo grupo de personas que lo conocía antes de haber sido inventado políticamente por Samper y Galán, y que saben de sus capacidades y su seriedad. El resto de los bogotanos necesita que el doctor Aldana se les presente con hoja de vida en forma Minerva.
En este sentido la elección de alcaldes no ha cambiado nada la tradición de Bogotá. El nuevo régimen es igual que el anterior: una imposición que hace el que tiene votos, de una persona que no tiene votos. Ahora, en lugar de que Samper le diga al Presidente que le nombre a Aldana de alcalde, le dirá a sus tropas que voten por Aldana para alcalde.
Pero, adicionalmente, en lugar de fortalecer los partidos, que fue uno de los propósitos por los cuales se inventó la elección de alcaldes, los está debilitando. Ha sido tal la atomización del liberalismo y del conservatismo en la contienda que ya van en tres los candidatos por el Partido Liberal (contando a Aldana, al suplente de Abdón y a Jorge Mario Eastman, que está haciendo el oso). Y también van en tres los candidatos conservadores (con Pastrana, con la persona que resuelva apoyar la disidencia alvarista y con Diego Pardo, escisión del conservatismo). Y un candidato por el Nuevo Liberalismo (Clarita López) que correrá suerte aliada con la UP.
Pero a todo esto se suma el mal sabor que dejó entre los militantes de los partidos la forma ridícula como se efectuó el proceso de selección de los candidatos. En el Partido Conservador un ex presidente ungió a su propio hijo. En el Partido Liberal, desde Enrique Peñalosa hasta Eduardo Aldana se barajaron unos nombres rarísimos, cuya principal característica fue la de que no se sabia por que entraban a la baraja y tampoco por qué salían de ella.
Pero quizás el aspecto más irónico consista en que las inhabilidades inventadas para la contienda electoral de marzo, marginan de la elección popular de alcaldes a todos aquellos que han sido elegidos por voto popular: ni congresistas, ni diputados, ni concejales, ni consejeros intendenciales, ni comisariales pueden aspirar a ser elegidos. Es decir, que alcaldes no pueden ser en Colombia los que tienen los votos, sino aquellos que señalen los que tienen los votos.
Eso deja la posibilidad de que a las alcaldías del país sólo puedan llegar dos tipos de personas: prohombres y tecnócratas. El problema, como dice Bernardo Guerra, es que "después de la crisis financiera, se acabaron los prohombres".
Todo lo anterior ha quedado comprobado en la antesala de la elección de alcaldes. Lo que falta por comprobar es cómo se manejan los alcaldes populares en un país donde no hay carrera administrativa, de manera que quien resulte electo alcalde tendrá facultades omnipotentes para manejar la burocracia de su ciudad al vaivén de su corazoncito político. Ahí si el grupo contrario al del alcalde podrá decir, como en el cuento: "El último que salga, apague la luz".

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