Home

Opinión

Artículo

OPINIÓN

Petro y la Fuerza Pública

Preocupa que quien aspira a ser el comandante supremo de la fuerza pública, considere a sus miembros como ciudadanos de segunda.

Miguel Ceballos Arévalo, Miguel Ceballos Arévalo
20 de abril de 2018

El pasado sábado 14 de abril el candidato de la Colombia Humana, Gustavo Petro Urrego, en el desarrollo de su gira por el Departamento de Santander, encabezó una manifestación en el municipio de Piedecuesta, en la cual presentó su programa de gobierno. Al momento de referirse al tema de la educación, en el fragor de su discurso  pronunció una de las frases más desafortunadas de su campaña:

“son 300 mil jovencitos y jovencitas, que en toda Colombia al salir del once no pueden ingresar a la Universidad. Unas terminan en embarazo, empobrecidas de ahí en adelante, otros terminan huyendo del país, terminan en los ejércitos privados del narcotráfico, terminan buscando puesto en la Policía o en El Ejército.” 

Frente a esta desatinada frase no se hizo esperar la justa y airada reacción de los militares retirados, quienes a través de un comunicado le recordaron a Petro que “este tipo de afirmaciones en su condición de aspirante a la primera magistratura de la nación, y por ende a la de Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas de la República, muestra claramente su posición de odio, repudio y desprecio para quienes con devoción, alta estima y compromiso institucional, se encuentran al servicio de los grandes intereses de la patria.”

Razón le asiste a quienes llevan la vocería de los cientos de miles de policías y soldados que cada día entregan sus vidas para proteger a todos los colombianos. Estos ciudadanos y sus familias merecen el mayor respeto y admiración, ellos, al contrario de lo que piensa Petro, no ven su entrada a la fuerza pública como el último recurso, ni se consideran a sí mismos como ciudadanos de segunda.

Es incomprensible que un candidato a la presidencia considere que quienes entran a la policía o al ejército, lo hacen por una especie de macabro descarte después de haber considerado la posibilidad de pertenecer a un grupo de narcotraficantes, o de “huir” del país.

Bueno sería que el candidato Petro repensara su visión acerca de nuestros comprometidos y admirados policías y soldados, mujeres y hombres  que nacieron libres en una democracia que los valora y respeta, en una democracia que vive y subsiste gracias a ellos, en una democracia que los acompaña en su crecimiento como personas y como miembros de las fuerzas que garantizan el orden, la seguridad y la aplicación de la Constitución.

De acuerdo con la Constitución, corresponde al presidente de la República dirigir la fuerza pública y disponer de ella como Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas de la República, por ello es el presidente quien más debe respetar y valorar a los hombres y mujeres que están dispuestos a entregar su vida por el país.

Petro aún no se ha disculpado por su desafortunada frase y pretende justificarse ofreciendo educación superior para los “uniformados”, como él los llama. Eso es lo mínimo que el Estado debe ofrecerles, y de hecho ya lo está haciendo, cada vez más miembros de la fuerza pública cuentan con títulos técnicos y universitarios. Pero más allá de la necesaria educación a la que policías y soldados tienen derecho, asunto en el que todos los candidatos presidenciales están de acuerdo, merecen que su honor y dignidad sean respetados y exaltados.

Tal vez Gustavo Petro no lo sepa, pero cada día las voces de nuestros soldados y policías recitan la Oración Patria, cuyo autor fue Monseñor Pedro Pablo Galindo Méndez, quien en su momento fue capellán militar en la guerra con el Perú y capellán militar del Ejército. Me permito transcribirla para que la próxima vez que  el candidato de la Colombia Humana se refiera a la fuerza pública, la recuerde como un símbolo de respeto al honor de sus miembros:

 

“Colombia patria mía
Te llevo con amor en mi corazón,
Creo en tu destino
y espero verte siempre Grande,
respetada y libre.
En ti amo todo lo que me es querido;
tus glorias, tu hermosura, mi hogar,
las tumbas de mis mayores,
mis creencias, el fruto de mis esfuerzos
y la realización de mis sueños.
Ser hijo tuyo, es la mayor de mis glorias.
Mi ambición más grande
es la de llevar con honor
el título de Colombiano,
y llegado el caso,
morir por defenderte.”

Amén

Noticias Destacadas