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Más que fútbol de salón

Junio y julio, dos meses muy importantes para las empresas colombianas, en especial para los directores de recursos humanos y los gerentes de producción. Cada cuatro años, afortunadamente sin excepción, suceden casi en simultánea dos eventos que nos cambian la vida a todos. Hablo como afectada, no como experta en vericuetos de talento humano.

Poly Martínez, Poly Martínez
13 de junio de 2018

Una de las cosas que añoro de mis tiempos de empleada de nómina y tiempo completo son los logros laborales. Fútbol y ciclismo, combinación perfecta para romper la rutina, compartir metas y pecar por exceso en esa cosa que tantas veces aparece sin mayor contenido o evidencia, pero que justo ahora recobra todo su significado: “Somos un equipo”.

La camiseta puesta, las banderas, el punto de encuentro, la ilusión. Todos pujando frente a una pantalla para ayudarle al escarabajo que se bate en el Tour de Francia; todos graduados de técnicos de fútbol, comentamos, madreamos, pero-qué-le-paaaasssa… por-qué-no-mete-ese-gooool… no-puede seeeeer, ¡pero si lo tenía ahí!

Nada más sano para una empresa, justo en estos días de candela electoral, que tener fútbol y ciclismo. Y no lo digo en tono amargado de “pan y circo”. Es una pasión que nos une en torno a un propósito común, así sea despotricando de cualquiera de esos dos deportes porque ¡es que se embrutecen con el fútbol!, ¡ay, no!… ¡Ahora todos son ciclistas en este país!, quejas que en todo caso son una forma de participar y pertenecer por parte de pantuflos que rechazan la sobredosis deportiva.  

Afortunadamente, las cosas han cambiado y los equipos de Recursos Humanos y directivo entienden mejor que ese par de horas que se “pierden” mirando fútbol o haciendo fuerza por nuestros escarabajos son una inversión. Ya hay algunas reglas de juego en las empresas: lleguen más temprano o salgan más tarde para compensar; apuestas con fines benéficos; se vale apoyar a Argentina (pero mentalmente) y si no va Colombia, ya sabemos por qué equipo ir (Alemania va jugando).  

A mí es que me encanta, me emociona. Sin estar en una redacción de tiempo completo, en una oficina cerrada o en un cubículo abierto del mundo corporativo, sin número de extensión sigo conectada con mis amigos de trabajo y estamos cuadrando la forma de ver fútbol y ciclismo juntos sin perder el puesto en el intento.

Por mí, que se detenga el mundo ese par de horas y nos entreguemos a la dicha de ganar, de llegar arriba a aquel alto, o al guayabo de perder y comentar cómo no la vio… qué le pasó, así no se cobra… ¿dónde está el equipo?, lo dejaron solo… Todo eso sumado, juntos en la gloria y la derrota, se convierte en un catálogo de buenas prácticas, de esas a las que aspira toda empresa medianamente seria perfil Ocde.  Ciclismo y fútbol, dos campos donde se trabaja solo y en equipo, en los que cada uno se luce en su momento, pero sabe que sin respaldo de otros no lo logra. O al menos le cuesta y arriesga a muchos más.

Conversaciones profundas, de ceño apretado y cuidando las palabras hemos tenidos todos en momentos de Mundial. El “tenemos que hablar” más importante pues pone a prueba la inteligencia emocional en el manejo de la ansiedad en vísperas de las fechas de los encuentros de Colombia; y evidencia “la capacidad de escucha” justo en esas mañanas sordas cuando lo único que sucede en el mundo es el silencio de un hombre sobre una bicicleta, que escala una ruta imposible sin soltar pedal ni palabra y con una jauría de italianos, españoles, holandeses, belgas, australianos, franceses y hasta un keniata respirándole en la nuca. El coaching finalmente adquiere sentido.

Por eso, ni el Mundial ni el Tour son una pérdida de tiempo. Al contrario, es ganar presencia, hacer equipo de otra forma. Si el entusiasmo es bueno, se comparte el penalti bien cobrado y el cruce de meta en la etapa es con los brazos en alto y la medallita en la boca, se convierte en un logro común que abraza otras actividades. Hay unas semanas de esperanza para todos, lejos de la rutina. Por muy bueno que sea el Score Card del año, las ganancias y los bonos por desempeño, lo que se gana en estos dos meses no tiene comparación, así no logremos el podio en el Tour ni superemos la maldita talanquera de los cuartos de final.

A los gerentes de Operaciones y Talento Humano los deberían evaluar cada cuatro años sobre su desempeño en tiempos de Giro-Mundial-Tour. Si les parece mucho, al menos de Mundial-Tour. Pero si quieren darles una oportunidad de mejora, porque también la merecen, Giro-Mundial-Tour-Vuelta.  Qué logren, cómo promuevan y proyecten a futuro ese espacio de encuentro, la manera como valoren la emoción de los empleados (capitalizar, para que me entiendan) y, en consecuencia, se desempeñen como DT de un gentío que anda loco de emoción y tiene puesta la camiseta, debería ser un marcador de metas cumplidas para todos los que lideran esas áreas.  

Estadísticas hay de sobra que apuntalan este comentario. Está estudiado cuánto ganan o pierden por hora las empresas en temporada de Mundial; hay recuentos internacionales sobre gripas repentinas y enfermedades contagiosas que obligan a guardar reposo; estadísticas horas/hombre invertidas en la tienda vecina para poder ver el partido, sin hablar de la sobre carga en el sistema de la compañía por el streaming a manos de aquellos confinados a sus puestos de trabajo, esclavos remando un galeón sin puerto. Nada más improductivo que tratar de evitar que el aficionado siga un partido o que el gomoso pierda de vista a su capo.

Cifras: en el mundo la población se calcula hoy en 7.300 millones. La mitad de ese gentío verá o seguirá los partidos del Mundial, independiente de si su equipo pasa las rondas, porque en la vida siempre hay a quien apoyar. En 2014 fueron 3.200 millones de espectadores urbi et orbi… Más que seguidores del papa y más televidentes que los de Miss Universo… Good afternoon Mordovia, my name is James and I come from… ¡Colombia!

El punto no está en la pérdida de productividad sino en cómo aprovechar esta ola de conexión para forjar equipo a largo plazo. Es otra energía y forma de relacionarnos que rompe los famosos silos que todos los gerentes tratan de abatir y que, en ese esfuerzo, con frecuencia los hacen más altos e infranqueables. El gran triunfo para las organizaciones está en que los vicepresidentes y gerentes recuerden que también son empleados y que una de las competencias laborales está en saber gozársela. La bola está en sus canchas.


@polymarti

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