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GABINETOLOGIA

Pero frente a la cuota galanista en el gabinete, Gaviria deberá exhibir sus dotes de equilibrista

Semana
6 de agosto de 1990


Registro con preocupación que la gabinetología, que es el arte de "embocholar" nombres ministeriales, se está quedando con todos los cupos del futuro gabinete Gaviria. Si hay que cumplir con tantos compromisos como parecen sugerirlo mis gabinetólogos de cabecera, los señores Juan Gossaín y Carlos Murcia, no entiendo de dónde sacará el futuro presidente cupo para tanto nombre que hay en la baraja.

Hagamos la siguiente operación matemática.

Si mi entendimiento no me falla, o no le fallan las cuentas al nuevo Presidente, Gaviria ha admitido que la cuota que tiene pensado ofrecer a los conservadores redondea los cuatro ministerios. Con este gesto, Gaviria borraría la equivocación, muy del estilo Barco, de pensar que en un país acogotado por las presiones del narcotráfico, desangrado por el terrorismo, acechado por la guerrilla, y despedazado por la inflación, el enemigo son los conservadores. Con ayuda de esos cuatro ministerios Gaviria logrará organizar de una manera más lógica las fuerzas políticas del país, al estilo de una fórmula casi infantil: la guerra en Colombia no será entre los buenos, sino entre los buenos y los malos.

Y van cuatro.

También parece que dentro de los pensamientos del Presidente estaría el ofrecimiento de un ministerio para el M-19, lo que, si bien despertaría las críticas de los sectores obvios de la opinión, constituiría al mismo tiempo un espaldarazo justo y útil al proceso de paz, y una prueba de fuego para quienes hasta mataron dizque para demostrarnos lo mal que estamos manejando al país.

Y van cinco
Después está el ministro de Defensa, que, según parece, el presidente Gaviria no ha decidido quitar de las manos militares, quizás porque el momento no se presta para herir a nuestras fuerzas armadas con la supresión de esta máxima posibilidad de ascenso jerárquico.

Y van seis ministros, sin que ni siquiera hayamos barajado un solo nombre liberal.

Pero antes de pensar en los nombramientos de su propio partido, Gaviria deberá pensar en complacer a su propio terruño. Pereira no le perdonaría al nuevo Presidente no estar representada en el futuro gabinete.

Y van siete.

Los seis cupos restantes deberán alcanzar y hasta estirarse entre los distintos sectores liberales. Necesariamente tendrá que haber un ministro del duranismo y otro del samperismo, confiando en que López, Lleras y Turbay no aspiren a tener sus propias cuotas en el gabinete.

Y van nueve.

Pero todavía falta el problema de la representación galanista, frente a la cual el nuevo presidente tendrá que hacer gala de sus dotes de equilibrista. Aquí habrá que entregarle una cuota al galanismo propiamente dicho, tipo José Blackburn o Rafael Amador, y al "pachonismo", tipo Alberto Villamizar, cuñado de Galán. El fuerte enfrentamiento entre estas dos vertientes del Nuevo Liberalismo coloca a Gaviria en la difícil situación de fallarle a la memoria de Galán si no deja contentos a quienes fueran sus más leales compañeros de lucha, y tranquilos a los principales miembros de su familia.

Y van once.

Los dos ministerios restantes tendrán que alcanzar para la inevitable cuota femenina, y para la obligatoria representación de las regiones colombianas.

Necesariamente tendrá que haber un ministro costeño, uno antioqueño y uno oriundo del occidente colombiano. Pero más importante aún es que el gabinete tenga un ministro santandereano, porque Galán lo era y sería apenas un justo homenaje a sus orígenes.

Y van dieciséis.

Lo que de ninguna manera se puede hacer es dejar a Bogotá por fuera del gabinete. Fácilmente puede haber más de 500 bogotanos aspirando a un cargo alto en el nuevo gobierno.

Y van diecisiete.

Cumplidos los anteriores compromisos, Gaviria quedará en libertad de escoger los nombres que realmente le gusten como ministros. Ni más faltaba que el único que no tenga cuota en su gabinete sea el propio Presidente de la República. ¿Cómo hacer entonces para que quepan todos los que son, y sean todos los que quepan?
El Presidente Gaviria tendrá que ingeniárselas para hacer unos cruces entre requisitos de las personas que deberán integrar su gabinete. Con Luis Fernando Jaramillo, que es costeño, antioqueño y amigo personal suyo, ya quema tres problemas. Pero también podría buscarse una mujer costeña casada con bogotano, un galanista puro vallecaucano, un duranista-alvarista, un miembro del M-19 que admire a López, un militar pereirano, un galanista-pachonista-turbayista y un samperista medio pastranista. Lo demás será coser y cantar.

La semana entrante nos aventuramos con algunos nombres para que los gabinetólogos Murcia y Gossaín se queden mirando un chispero.

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