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RAFAEL GUARÍN

‘Gabo’ y el extremismo

Para los de izquierda, los que somos calificados de derecha sólo podemos repudiar a Gabo. Mientras que algunos extremistas de derecha, al parecer, prefieren lamentar mucho la muerte del delincuente neonazi asesinado en Bogotá hace unos días, que tolerar que se lamentara la desaparición del escritor.

Rafael Guarín, Rafael Guarín
21 de abril de 2014

La pasión en la política es fundamental. Igual en el amor, el trabajo, la búsqueda del conocimiento o de cualquier actividad que sirva de refugio. Pero no todo puede ser pasión ni todo juicio puede ser atravesado por la ceguera de una pasión descontrolada. En política la pasión es la que hace los grandes liderazgos, para bien y para mal, y consigue mover montañas; pero la pasión sola, sin freno, sólo refleja ignorancia, estupidez y cierto carácter infantil, cuando no desemboca en grandes tragedias.

A propósito de la muerte del más universal de los colombianos, Gabriel García Márquez, la pasión traducida en sectarismo se tomó twitter. ¡Increíble! Acababa de morir un gigante, en el planeta así reconocido, y aquí, en nuestro Macondo, más de un irracional apasionado increpaba a quienes en su derecho lamentaban el hecho o exaltaban su memoria. Sus argumentos: “era amigo de Fidel Castro”, “era comunista”, “era socialista”, “amigo de dictadores y terroristas”, “alentó a los que nos están asesinando y su silencio dejó división en su partida”, por ejemplo.

Otras perlas que recibí, ahora de extremistas de izquierda: “Qué hipocresía la de ustedes, sobre todo porque Gabo siempre tuvo su corazón inclinado a la izquierda”. Y qué tal este: “Usted reconociendo la majestuosidad de Gabo? Es como las Madres de Mayo homenajeando a Pinochet”.

¿Qué decir? ¡Hum! Semejante mentecatez no merecería comentario si no fuera porque refleja el simplismo que apasionados extremistas de derecha e izquierda aplican a todo lo que pasa.
 
Sospecho que detrás de cada uno de esos mensajes hay un trastornadito que no piensa, sino que odia. Para los de izquierda, los que somos calificados de derecha (que son todos los que no comparten su pensamiento) sólo podemos repudiar a Gabo. Mientras que algunos extremistas de derecha, al parecer, prefieren lamentar mucho la muerte del delincuente neonazi asesinado en Bogotá hace unos días, que tolerar que se lamentara la desaparición del escritor.

Así son los extremismos en este país. A los ojos de las FARC y de quienes activamente o de forma solapada las apoyan, matar es válido porque el sistema no deja otra alternativa. Los otros no se quedan atrás: las AUC asesinaron porque el sistema no dejó otra alternativa que combatir con masacres y motosierra a los narcoguerrilleros. Ambos extremos son iguales, profundamente antidemocráticos, autoproclamados poseedores de la verdad e impugnadores de oficio de la paja en el ojo ajeno, mientras la viga en el propio es justificada. Es ahí donde la pasión se convierte en fanatismo.

¡Me importa un carajo si Gabo era lo que fuera de Fidel! Su dimensión histórica está muy por encima de eso. ¿Muy difícil entenderlo? El problema de los extremistas es que se repiten unos a otros las mismas consignas y no utilizan dos neuronas. La cabeza no les da para darse cuenta de que su mundo no es el mundo. A diferencia de la coyuntura y de los ladridos en twitter, les guste o no, la realidad es que García Márquez es el único que unirá siempre a los colombianos por encima de diferencias y heridas.

Cuando la literatura alcanza la dimensión de Álvaro Mutis, Mario Vargas Llosa o Gabo, sus ideas políticas o inclusive el activismo que pudieron tener son menores frente a su estatura de escritores. Pasarán a la historia por su pluma, no por sus inclinaciones políticas. Gabo jamás escribió un solo párrafo en sus novelas que alentara la revolución violenta, justificara el crimen o proclamara el socialismo. Su amistad con Fidel era eso, su amistad. Cada cual tiene el derecho de tener los amigos que le venga en gana. Inclusive, al dictador Castro.

El mayor testimonio de tolerancia y respeto por la diferencia y el pluralismo político fue la amistad entre “un medieval perdido en este siglo” y García Márquez. El primero era, lo recordó Gabo en la celebración de sus 70 años, “un monárquico insalvable”. Él se definía sin tapujos como “reaccionario, legitimista y monárquico” y creía que el poder “venía como una fuerza mítica, casi trascendente”. Nada que ver con la democracia, una cosa “siniestra”. ¡Y qué! ¿Acaso por eso Mutis, su amigo, se convertía en un despreciable que debía ir al infierno, o para Mutis la amistad con Fidel debía conducir a ese destino?

¿Gabo promotor de asesinos? ¡Pendejada grande! ¡Hay que leer, señores! A las FARC y al ELN les escribió junto con un grupo de intelectuales en 1992: “Nuestra condición de demócratas convencidos, contrarios a la violencia y a las opciones autoritarias, nos da el derecho moral de poner en tela de juicio la legitimidad y la eficacia de la acción que ustedes sostienen desde hace años”. “Estamos en contra de esa forma de lucha en el momento actual….”. “No creemos que ustedes expresen una voluntad popular libre”. “El terrorismo, que estuvo siempre condenado por ustedes mismos como una forma ilegítima de la lucha revolucionaria, es hoy un recurso cotidiano”. “La corrupción, que ustedes rechazan, ha contaminado sus propias filas a través de sus negocios con el narcotráfico, haciendo caso omiso de su carácter reaccionario y de su contribución al deterioro social”.

¿Ese es el Gabo alentador de los grupos violentos?

Twitter: @RafaGuarin

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