Home

Opinión

Artículo

OPINIÓN

Ganar elecciones

Se equivocan quienes han visto en los 11,7 millones de votos de la consulta anticorrupción, una especie de “mandato popular” dirigido a la clase política tradicional de Colombia.

Yezid Arteta, Yezid Arteta
13 de septiembre de 2018

La mayoría de los políticos colombianos no creen en la democracia. Son, por el contrario, autoritarios. No creen en simbolismos y “mandatos populares”. Les importa un comino lo que la gente piense. Las señales de los votantes se las pasan por el forro. Son tacaños. Les gusta gastar el dinero de los demás. Viajan por el país y el exterior a costillas de los contribuyentes. Usan a los diplomáticos como guías turísticos y para ir de compras en las tiendas de rebaja. Los más brutos roban de frente. Los más instruidos roban a través de artimañas. Consideran a la política como un negocio rentable. Perciben a la cárcel como un gaje del oficio. La reputación y lo que piensen los vecinos les trae sin cuidado. No tienen ni la menor idea de lo que es el decoro. Cuando sienten pasos de animal grande hablan de “persecución” o “venganza”.

Se equivocan quienes han visto en los 11,7 millones de votos de la consulta anticorrupción, una especie de “mandato popular” dirigido a la clase política tradicional de Colombia. No hay un sólo político en el país como los descrito en el párrafo anterior, que se trasnoche por los tales “mandatos populares”. Esta clase de políticos viven en un medio ambiente autónomo que se localiza en las antípodas de la ciudadania. La ciudadanía va por un lado y ellos van por otro. Pierden el tiempo quienes guardan la esperanza de que esta clase de políticos puedan ser redimidos. No hay tal. La única manera de redimir a estos personajes es derrotándolos en las urnas. Difícil pero no imposible. En las legislativas de marzo las fuerzas alternativas y oposición les quitaron las curules a algunos de estos granujas.

El pacto o las leyes anticorrupción son papel mojado en Colombia. No vale la pena seguir con la comedia. La honestidad no se pacta. La honestidad es un listón de valores individual y social. Las sociedades honestas no requieren de pactos ni leyes para ser lo que son. La única vía para debilitar la profunda y extensa cultura de la corrupción arraigada en Colombia es ganando elecciones. Reemplazando a los corruptos por gente nueva y sana. Ejerciendo el poder a largo plazo en lo local, lo regional y nacional con el fin de extirpar a las factorías de corrupción. Las pasadas elecciones legislativas y presidenciales arrojaron resultados significativos para los ciudadanos que aborrecen las prácticas corruptas. En 2019 hay una nueva cita electoral.

Mientras unos se ocupan del pacto y las leyes anticorrupción, un fantasma con la manta tintada recorre los pasillos del Palacio de Nariño: los bonos Carrasquilla.  

Mientras, la extrema derecha sigue hundiéndose en Latinoamérica: Tony Saca, expresidente de El Salvador (2004-09) por el partido ultraderechista Arena, fue condenado a prisión por desviar trescientos millones de dólares. Saca aceptó, junto con cinco de sus colaboradores, haberse enriquecido con el dinero público. La sentencia lo obliga a devolver lo robado.  

En Twitter: @Yezid_Ar_D

Blog: En el puente: a las seis es la cita

Noticias Destacadas