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Inquietante escasez de gente en China

Se calcula que la política de un solo hijo evitó 400 millones de nacimientos desde 1979 hasta hoy. Fue efectiva, pero desató dos problemas graves.

Semana.Com
30 de octubre de 2015

Desde 1979 hasta esta semana tener un hijo en China, el país más poblado de la tierra, era una empresa casi imposible, que comprendía como mínimo un largo trámite burocrático y la aprobación de la dirigencia comunista.

En 1950, bajo el régimen de Mao Zedong, la población del país llegó a 500 millones de habitantes y en 1970 ya era de 800 millones, lo cual puso en estado de alerta a las autoridades sobre la amenaza que, asentados en un territorio apenas más extenso que el de Estados Unidos, si el número de pobladores seguía creciendo exponencialmente, pronto serían tantos que agotarían todos los recursos del país.

Ante el fracaso de múltiples intentos desde los años 60 y 70 por convencer a la gente de tener menos hijos, en 1979 Deng Xiaping puso el remedio extremo de desatar la estrategia de control de natalidad más estricta de todos los tiempos en el planeta. Los chinos, que se multiplicaron durante siglos más que cualquier otro pueblo bajo el precepto de Confucio, “entre más hijos mayor felicidad”, pasaron de la noche a la mañana a la férrea restricción de un solo un hijo por pareja.

Fue una medida que les cambió la vida para siempre y originó fenómenos sin antecedentes en la humanidad, una prohibición rigurosa y sin posibilidad de excepciones porque la garantía de su cumplimiento quedó en manos del Partido Comunista que tiene un dirigente en cada “danwei” (las unidades de trabajo en las que está organizada la población de China). El estado central asignaba las cuotas de nuevos nacimientos y el secretario de cada unidad debía responder por que se respetaran, caso por caso, lo cual hacían con tanto celo que muchos llevaban un registro minucioso de los ciclos menstruales de todas las mujeres bajo su mando y tenían plenos poderes para exigirles dispositivos intrauterinos y otros medios de contracepción y para disponer u ordenar abortos y esterilizaciones en caso de infracción. Solo ante ellos se podían tramitar las autorizaciones y las parejas solo lograban proceder al embarazo cuando ellos les daban el consentimiento. Los infractores eran objeto de sanciones y multas y enfrentaban enormes dificultades para vincular a su segundo hijo a la salud o a la educación.

Abuelos, padres y tíos tuvieron que concentrar en un solo niño los afectos y la atención que antes repartían entre muchos. Surgieron por ello a partir de los años 80 en China generaciones sin precedentes de ególatras y caprichosos, pequeños emperadores mimados y sobreprotegidos. Por primera vez en la historia del país la obesidad infantil se convirtió en problema grave.

La restricción causó los mayores estragos en las zonas rurales donde secularmente los hijos son vistos como fuerza de trabajo lo cual desató un exterminio de niñas de una dimensión tan considerable que obligó a las autoridades en 1982 a flexibilizar la norma y autorizar dos hijos a las parejas campesinas cuyo primogénito fuera una niña.

Se calcula que la política de un solo hijo evitó 400 millones de nacimientos desde 1979 hasta hoy. Fue efectiva pero desató dos problemas graves: el envejecimiento de la población y el desequilibrio entre el número de hombres y mujeres. Hoy la población de China es de 1.370 millones de habitantes (más que todos los de los países de Europa y América juntos) pero por la política de un solo hijo y la emigración que se ha llevado 35% de la población laboral joven, crece más rápido el número de ancianos que el de jóvenes. Los chinos están llegando primero a ser viejos que ricos. Y por la predilección de las familias hacia los hijos varones, en el país nacen ahora, en promedio, 116 hombres por cada 100 mujeres, lo cual según los demógrafos provocará que a finales de esta década haya 24 millones de hombres para quienes será imposible encontrar esposa.

La pérdida de población ensombrece el futuro de los sistemas de pensiones y de salud, haría que China no tenga en el futuro suficiente mano de obra joven para impulsar la economía y que tampoco haya suficientes consumidores en el mercado para mantener las tasas de crecimiento estables. Por ello la decisión de poner fin a la política y autorizar a las parejas a tener dos hijos. En 2013 hubo un primer acto de “relajamiento” y se autorizaron dos hijos a parejas en las cuales el padre o la madre no tuvieran hermanos. Esperaban con ello un boom de nacimientos, pero menos de 3% de las 11 millones de parejas elegibles presentaron solicitud. Las autoridades chinas descubrieron con perplejidad que ahora, cuando el país necesita tanta gente, por temas como el costo de la crianza y educación de los hijos o el desarrollo profesional de los padres, muchas parejas jóvenes no están interesadas en tener más hijos. Víctimas de su propio invento. Más de treinta años de la política sirvieron para detener el crecimiento desmedido de la población con tanta eficacia que cambió quizás para siempre los numerosos núcleos familiares chinos del pasado al que ahora llaman “síndrome 4-2-1”: cuatro ancianos, dos adultos y un solo hijo.