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JORGE HUMBERTO BOTERO

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¡Gracias, presidente!

El fin de la coalición gobernante puede ser una gran oportunidad para Colombia.

9 de mayo de 2023

Nuestro presidente ha tomado la decisión de romper su alianza con algunos partidos. Les ha hecho un inmenso favor al forzarlos a recuperar sus ideologías para que dejen de ser apéndices de un proyecto político que, si son fieles a sus tradiciones y electores, no podían compartir.

Les abre la oportunidad de que se rediman del cargo de oportunistas por su prematura decisión de ingresar a un gobierno cuya plataforma rechazaron hasta el día del triunfo petrista. Como ya nada tienen que perder, todo lo pueden ganar.

La determinación presidencial es, en otro contexto, la misma del presidente Barco frente al partido Conservador en 1986: “Voy a gobernar con criterio patriótico, pero con el ideario liberal; ustedes sean oposición y prepárense para gobernar”.

Henry Kissinger en “Liderazgo”, un libro magistral, analiza una plétora de líderes que, partiendo de adversas circunstancias, fueron capaces de redefinir el interés nacional y convocar vastos segmentos de la ciudadanía hacia un futuro que parecía inaccesible.

Konrad Adenauer asumió el cargo de primer ministro de Alemania en 1949, entonces un país vencido por segunda vez en el siglo xx en una gran guerra, ocupado por los vencedores, escindido en dos estados diferentes, con su economía en ruinas, su infraestructura destruida; le toco lidiar, además, con el gran trauma cultural derivado de su pasado Nazi.

Cuando en 1963 cesó en sus funciones había recuperado el dinamismo de la economía, restablecido relaciones de confianza con sus antiguos adversarios, salvo la Unión Soviética, y tenido una participación decisiva en las acciones que hicieron posible la creación de la Comunidad Europea y la reunificación de su país.

En 1940, el general De Gaulle se negó a reconocer a las autoridades títeres impuestas por las fuerzas de ocupación alemanas y huyó a Inglaterra para representar la “Francia Libre”, un movimiento que no existía sino en su cabeza, y para liderar un aparato militar pequeño, disperso y derrotado.

A pesar de estas circunstancias entró triunfante a Paris en agosto de 1944, como si fuera verdad -que no lo era- que sus modestas tropas habían recuperado el territorio de su patria.

Como lo dice Kissinger: “Para De Gaulle la política no era el arte de lo posible, sino el arte de la voluntad”.

Con enorme coraje ayudó a su país a asumir la descolonización de Argelia y lo condujo a la fundación de la Quinta República, un arreglo institucional que bien le ha servido a Francia.

El episodio de espionaje político conocido como “Watergate”, obligó a Nixon a renunciar y eclipsó su legado político.

Sin embargo, tuvo la sabiduría y firmeza requeridas para culminar la guerra de Vietnam, que había costado numerosas vidas y creado un enorme rechazo entre sus conciudadanos.

En 1973, eliminó el sistema de paridades fijas del dólar frente al oro, una medida indispensable para la estabilidad fiscal de su país y el funcionamiento de los flujos internacionales de comercio e inversión, un ajuste estructural que hoy nadie disputa.

Y lo que es más importante: estableció relaciones políticas profundas con la China comunista, un paso que redefinió la ecuación de poder en la Guerra Fría.

El posterior colapso de la Unión Soviética puede vincularse con esa audaz decisión. Nixon se describía a sí mismo como “un hombre que mira a largo plazo, al que nunca le preocupan los titulares de mañana, sino qué resultado habrá dado una medida dentro de unos años”.

Visiones de este tipo, incluyentes y volcadas sobre el futuro, son la que requieren los partidos que ahora integrarán una oposición acrecentada con los recién llegados; anhelo que juntos logren construir las bases de una política que muchos podamos compartir.

Serán suyas las mayorías parlamentarias si se opera bajo la disciplina de bancadas y se logra contrarrestar la estrategia divisoria que adelantará, en defensa obvia de sus propuestas, el gobierno.

Los errores que con tanta generosidad comete el presidente son de gran ayuda. Haber afirmado que, en su condición de Jefe del Estado, tiene la capacidad de subordinar a la Fiscalía General, implica un desconocimiento inaudito de la autonomía del poder judicial, como lo advirtió, pocas horas después, la Corte Suprema de Justicia.

Esa condición significa que la representación internacional de la República, y la coordinación de la cúspide de las ramas del poder, es función del presidente. Nada más que eso.

Si la tesis de Petro fuera correcta podría también dar órdenes al alcalde de Subachoque -mi pueblo-, al Banco de la República y al propio Congreso.

Más allá de este grave episodio es pertinente formular este dilema: ¿O el presidente ignora en qué consiste el Estado de Derecho, o no le importa? Que haya salido a corregir, como tantas otras veces, demuestra la precipitud e inmadurez de ciertas actuaciones suyas.

En este ámbito institucional es menester decir que es típico de los dirigentes autoritarios gobernar en pareja. Abundan los casos: Juan Domingo y Evita, los Kirchner, Ferdinand e Imelda en Filipinas, los bandidazos que tiranizan a Nicaragua…La respetable señora Alcocer no nos puede representar fuera del país porque no ostenta cargo público alguno (es apropiado, por supuesto, que acompañe al presidente en actos protocolarios).

Tampoco puede aparecer en los balconazos presidenciales luego de que Petro ha expresado su beneplácito por una eventual candidatura presidencial suya. Hacerlo rompe la equidad en la competencia.

Hay que pedirle a Petro que salga de la ambigüedad respecto al modelo económico previsto en la Constitución; allí se establece que la nuestra es una economía de mercado aunque sometida, en circunstancias que ella establece, a intervención del Estado.

Es esta una cuestión fundamental: si el capitalismo es la causa de la extinción inminente de la humanidad, nuestra Carta Política, que lo reconoce como un elemento central de la vida social, carecería de legitimidad y debería abrogarse.

Es imperativo decirle, entre muchas otras cosas, que la paz es incompatible con la tolerancia frente a los violentos, como sucede cuando de modo unilateral se decretan altos al fuego prematuros e inverificables.

Estamos entrando a una nueva Colombia que reclama fuertes liderazgos como los atrás reseñados. ¡Al Agua patos!

Briznas poéticas: De Nicolás Gómez Dávila, maestro del epigrama:”¿La tragedia de la izquierda? -diagnosticar la enfermedad correctamente, pero agravarla con su terapéutica”.

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