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¿Guardar a Uribe?

¿La compañía de Álvaro Uribe Vélez, en la tarima de campaña, es una buena estrategia electoral?

Poly Martínez, Poly Martínez
13 de septiembre de 2019

Con el abucheo en el municipio de La Calera (Cundinamarca) y la respuesta agresiva y en automático del senador del Centro Democrático, tal vez sea hora de darle otra mirada al formato que ese partido ha trazado para lograr el respaldo en todas las regiones del país: foto del candidato o la candidata con el expresidente, en una cosa entre amuleto, aval y dumy publicitario, como si las formas externas garantizaran la calidad de los contenidos.

Es un respaldo de oportunidad, cada uno buscando ser “el que dice Uribe”. Pero el país sabe ya que no basta con eso de “el/la que diga Uribe”, a quienes bien puede dejar por el camino si los sondeos no favorecen ciertos intereses. La fórmula empieza a desgastarse, al parecer. 

Ayer fue en La Calera, pero el 19 de agosto sucedió en Itagüí (Antioquia), uno de sus fortines. Sus seguidores no aparecieron masivamente una semana antes (11 de agosto), cuando el senador fue a dar apoyo a las candidatas para alcaldía de Bucaramanga y la gobernación de Santander.

Todavía falta un trecho en esta ronda electoral, pero si miramos la tendencia, veremos nuevos insultos, otra vez al expresidente energúmeno, otra tanda de videos-memes-tuits y vuelta a empezar. Pero cada ronda y rifirrafe es un desgaste adicional, con mayor decadencia y violencia tanto en las arengas como en las respuestas.

El año pasado tuvo encontrones en Santa Marta (abril), Pereira (marzo), Funza (abril), Bogotá (noviembre), Popayán (marzo), ciudad donde sus opositores lo esperaban en el Puente del Humilladero para gritarle insultos. A éstos hay que sumarles los que recibió el entonces candidato Duque por cuenta se ser “el que dice” Uribe.

Algo está pasando con el rey del rating político. Lo evidencian las encuestas: la más reciente de Gallup (agosto 2019), muestra que el rechazo llega ya al 61%, proporción que hace cinco años era prácticamente la inversa. En la medición en 2014 su favorabilidad era de 60%. El teflón no es eterno.

¿Ser el candidato de Uribe está funcionando? Algo de eso marcan las encuestas. Fuera de la plaza pública, el país también le manda mensajes de cansancio frente a las formas y fórmulas que él mismo se inventó, que cambiaron la manera de hace política, sin duda, pero que ahora parecen devolvérsele con similar agresividad y altisonancia.

Además, a los eventos que asiste habla de los logros de su gobierno, cuando estamos a casi 10 años del fin de su era. ¿Eso lo necesita el candidato local? Enfrascado en temas que tratan de mover a los votantes a punta de miedos, puede estar fuera de sintonía con nuevas generaciones y electorado. Anda por todos lados desconectado, como si nada en este país hubiera cambiado.

¿El aura se le está opacando? ¿O será que los colombianos somos unos desagradecidos - a su juicio- y eso es lo que lo ofusca tanto? Tal vez el Uribe producto de venta electoral saturó el “top of mind” y el público se aburrió. El cansancio nacional con la política lo impacta porque ha contribuido como pocos –Petro, tal vez sería el otro referente- a convertirla en un espacio agresivo, intolerante con el opositor, elaborada con formas y gestos que el país ya no celebra igual.

El senador y expresidente sigue pensando que todos los insultos obedecen a que “combatí el terrorismo y el comunismo”. Y claro que tiene detractores en la izquierda y en sectores sociales de todos los colores, pero también entre opciones políticas de centro e inclusive de derecha. Hoy muchos más colombianos cuestionan su incapacidad de soltar la banda presidencial, su forma de entender y usar el poder, dudan de su honestidad y repudian los excesos o sombras de la política de seguridad democrática; rechazan su impúdica obsesión con el Acuerdo de Paz.

Aunque el senador Uribe Vélez trate de explicarlo todo de forma simplista, lo que sí deja en claro es su poca capacidad de reflexión y autocrítica; muestra que ya no tiene la misma capacidad para leer al país e interpretarlo. Y hace evidente que no sabe qué hacer con ese modo de hacer política que inventó. Así, Uribe parece ser el mayor riego electoral para su propio partido.

Y no importa cuánto respaldo obtenga el CD en las urnas o si mañana lo sacan en hombros por cuenta del alebreste pasajero del negocio electoral. El monstruo que crió se lo va devorando día a día y amenaza con reducirlo a ser el gran perdedor.

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