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Óscar Ramírez Vahos.

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Gustavo Petro contra los medios de comunicación

¿Qué es lo que quiere el presidente? ¿Una prensa que no cubra sus desaciertos ni que critique desde la libertad editorial el desasosegante rumbo que lleva el país?

2 de junio de 2023

Desde que tengo uso de razón los medios en Colombia han ejercido un papel primordial para contener al poder. No tengo noticia de ningún presidente que no haya sido “fiscalizado” por los medios de comunicación, si es que esta es la expresión correcta para hablar de vigilar, medir, denunciar, controvertir y cubrir algo tan importante como una presidencia. En Colombia, salvo en la época de Rojas Pinilla, la prensa siempre ha sido un contrapoder.

Por eso, es difícilmente aceptable que se nos venda la película de que los medios de comunicación en el pasado no cumplieron el rol que hoy desarrollan con Petro. Peor aún, es todavía más inaceptable que se nos intente demostrar que los medios de comunicación no tienen derecho a interactuar con Petro. Tal cosa solo ocurre en las dictaduras, y a menos que el presidente quiera prepararnos para un escenario de disolución de la democracia, la prensa debe seguir cubriendo a Petro desde la mayor cantidad de enfoques editoriales posibles.

La FLIP, encargada de velar por la libertad de prensa en Latinoamérica, ya ha agotado todos los llamados a Petro para que cese de hostigar a distintos periodista y medios a través de una controversia insólita: el presidente de la República, desde Twitter, dictándole línea a estos actores sobre cómo deben hacer su trabajo, y también estallando en fúrica cólera cuando los medios o los periodistas dicen algo que lo desagrade.

La más reciente, pero no la última víctima de este choque antidemocrático fue la periodista Camila Zuluaga, a la que Petro ha arrojado hacia sus hordas al controvertir varios informes suyos. Las consecuencias de esto fueron obvias: Zuluaga fue grabada por un petrista mientras caminaba con su hija de un año en Bogotá, y en el video se la acusaba de estar supuestamente reunida con la niñera de Laura Sarabia. No era así, pero más allá del infundio, lo alarmante es que los petristas asuman el papel de energúmenos acosadores contra la prensa en las calles y en las redes.

La cuenta a la que la misma Fiscalía responsabiliza de estos hechos, y que no voy a mencionar para no darle relevancia, ha sido privilegiada en el pasado con RT y FAV’s de Petro en Twitter, por lo que es imposible ignorar la relación que hay entre la animosidad del presidente contra la prensa y este acoso a Zuluaga.

Como decía, todo esto es producto de la insana costumbre de Petro de estar pegado a Twitter “desmintiendo” noticias, denuncias y opiniones que no son solo legítimas, sino también ciertas. Y es que en un remoto caso de noticia falsa, la oficina de comunicaciones de la Presidencia de la República tiene todo el derecho de elevar ante los medios un derecho de rectificación, cosa que jamás ha sucedido. ¿Por qué será?

En últimas, ¿qué es lo que quiere el presidente? ¿Una prensa que no cubra sus desaciertos ni que critique desde la libertad editorial el desasosegante rumbo que lleva el país? ¿O una prensa que cumpla el rol de sus influenciadores y bodegas, es decir, que cante con loas exaltadas lo genial que es Petro y lo maravilloso que es el país desde que llegó al poder? Eso no va a ocurrir, y no porque los medios estén en contra de Petro, sino porque en Colombia existe una democracia, una Constitución y unos derechos.

Gustavo Petro contra los medios es solo el prólogo de una dictadura, a la que cada vez más se le asoman las orejas, por desgracia.

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