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HABLA, JUAN CARLOS

Semana
31 de agosto de 1998

Antes de que te callen, habla, Juan Carlos. Aún no se ha posesionado el presidente Andrés Pastrana, cuando ya se condena al silencio a quien ha sido por cuatro años el alma de la resistencia a los escándalos del actual gobierno; a quien puso el pecho a la prepotencia oficial, que por entonces tenía a su hermano por menos que un 'apátrida'. Claro, en el sentido serpiano, ya que para el ex candidato 'apátrida' es antipatriota y 'prístino' significa limpio y no necesariamente original, ni antiguo.
No es justo que se compare a Juan Carlos Pastrana con los hermanos y validos de los mandatarios de distintos países, algunos de ellos arribistas y viciosos, que fueron una mala sombra para los jefes de Estado. Juan Carlos trae unos argumentos y viene de una valiente actividad pública, que ahora es obligado a frenar en seco y a sumirse en un silencio trapense. Ya no puede decir nada, porque su hermano, a quien defendió por cuatro combativos años ha llegado a la presidencia, reivindicado y glorioso.
Sus acusaciones a la Fiscalía y a la Procuraduría no han sido las únicas, por las evidentes incompatibilidades, por encima de las cuales asumieron sus cargos los designados de Samper. En esta misma columna se ha hecho mención de ello y hoy por hoy considero que, desmontado el equipo de gobierno, quedará este enclave samperista, de singular poder, entre judicial y político.
La reputación de ambos funcionarios, procurador y fiscal, es magnífica en su condición de abogados, tratadistas y divulgadores del derecho. Lo que no se entiende es cómo no tropezaron con la inconveniencia de asumir sus cargos, habiendo sido como fueron abogados defensores dentro del proceso más sonado de los últimos años, y el del gran escándalo jurídico, político e internacional, que involucró la presidencia de Colombia con el narcotráfico. De ser parte y defensores del gobierno pasaron a ser jueces eventuales en el mismo caso.
El propio doctor Alfonso Gómez Méndez, quien también fue procurador de la Nación, prologó con gran comedimiento el libro La conspiración de Juan Manuel López Caballero, que, como su título lo indica, desvirtúa acusaciones y testimonios del proceso 8.000, defendiendo en gran medida al mandatario acusado y devolviendo la acusación en contra de sus colaboradores confesos. Crítica del testimonio y presentación jurídica que el prologuista alaba, otorgándole la calidad de jurista a su autor, por su afición a las ciencias legales.
Como si fuera poco, Gómez Méndez defendió con éxito _y no digo que no pudiera hacerlo_ al ex canciller Rodrigo Pardo, sacándolo avante y removiéndole el 'piano de encima', que tanto agobió a este colaborador de Samper, atrapado en la mina de dineros de la campaña, según pudo demostrarlo el defensor, sin responsabilidad personal en ello. Aunque Rodrigo sí debió preguntarse por qué brotaban billetes hasta de detrás de las puertas.
Conspiración invocaron los defensores del presidente para hacer frente a la acusación y denuncia legítimas. Como si fuera un país comunista, de la antigua Cortina, conspiradores fuimos todos los que en distinta medida e importancia, apoyamos las denuncias y pedimos el retiro del presidente, que, entre otras cosas, si se hubiera producido a tiempo, no sólo habría rescatado el nombre de Colombia, sino el del propio mandatario. Pero éste quiso tener el gobierno y la honra, a un mismo tiempo, cuando eran absolutamente incompatibles.
El procurador, doctor Jaime Bernal Cuéllar, traía mayores compromisos aún. Había sido el abogado defensor, dentro del 8.000, del defensor público, hombre fuerte y de confianza y sucesor escogido de Ernesto Samper. Así, tranquilamente, Bernal Cuéllar, quien al parecer perteneció a una cierta consultoría externa del gobierno, fue el defensor de Horacio Serpa ante la Fiscalía y, más tarde, procurador general. El concepto de Procuraduría salió favorable a quien el procurador defendió cuando era gestor privado.
Pero me desvío del tema. Juan Carlos Pastrana, el periodista que más combatió en la era Samper, puede opinar y concluir sus alegatos. Además, ha sido víctima de acusaciones judiciales, como las padecen muchos periodistas, con razón o sin ella. Y debe, por supuesto, defenderse. El diario de Bavaria le suma maliciosamente todos estos casos, incluyendo los que han concluido a su favor. Pero el montón de algo sirve y el diario es de Santo Domingo, uno de sus acusadores.
Juan Carlos entenderá cuándo debe ser prudente, una vez comience el ejercicio del gobierno por parte de su hermano. Pero no puede olvidarse que fue su gran elector, a una con Valencia Cossio y la opinión, que finalmente lo eligió, a pesar de Noemí.

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