Home

Opinión

Artículo

ILUSION Y DESILUSION

Semana
20 de julio de 1998

Que a pesar de que todo el andamiaje del gobierno Samper, incluyendo la red, la burocracia y la propaganda institucional; que a pesar de la absoluta unanimidad serpista de los medios de comunicación, salvo por unas pocas excepciones; que a pesar del llamado al trapo rojo y a la disciplina de perros que trató de imponérseles a las mayorías del Partido Liberal;que a pesar del irresponsable populismo de Horacio Serpa; que a pesar de eso y de mucho más, Andrés Pastrana haya logrado ganar las elecciones, indica que durante estos cuatro años del funesto gobierno Samper las mayorías nacionales sufrieron un proceso de maduración consistente en votar de acuerdo con una premisa que pudo haberse desconocido de haber ganado las elecciones Horacio Serpa: aquí, señores, sí pasó algo.
Sin embargo el triunfo de Andrés Pastrana lo obliga a conducir al país a un proceso de profunda reflexión con respecto al futuro, como un tren que se prepara a salir deslizándose sobre los rieles de la reconciliación nacional.
Y aunque la mayoría del país haya decidido respaldarlo, Andrés está obligado a girar contra la chequera de esa victoria para desvirtuar las críticas más frecuentes que se escucharon acerca de su personalidad: que era light, que era el candidato de los ricos, que era un niño bien del norte de Bogotá con pocos conocimientos de los problemas de la gente más humilde y que no era más que un candidato dibujado por el maquillaje.
Que Andrés Pastrana llegue a gobernar con un Congreso minoritario puede ser el mejor banderazo de partida de su gobierno: Andrés, claramente, no les debe a las actuales mayorías parlamentarias su elección, y por consiguiente tiene toda la independencia para recurrir a los mecanismos constitucionales que le permitan cambiar las costumbres políticas podridas de este pobre país.
Por lo pronto, y al tiempo que debemos registrar la ilusión que nos produce la posibilidad de un gobierno de cambio, también tenemos que registrar la desilusión que nos produjo el comportamiento de algunos colombianos durante la campaña electoral. En particular me desilusionaron las siguientes personas:
Hernando Santos, director de El Tiempo. A pesar de que su periódico llegó a pedir públicamente la renuncia de Samper en un editorial, la adhesión de don Hernando a la candidatura de Horacio Serpa jamás pasó por el requisito previo de reflexionar sobre la necesaria depuración de un partido que gobernó cuatro años de la mano de un presidente corrupto. Don Hernando fue uno de esos colombianos para los que el gobierno de Samper jamás tuvo conflicto alguno con la moral pública. Sencillamente se lavó sus manos liberales con la adhesión a Serpa, para evitar hacerle a su partido un examen del que seguramente habría salido pésimamente librado.
Alvaro Uribe Vélez: al contrario de don Hernando, este joven político paisa hizo todo el papelón de permanecer en Londres porque no avalaba las prácticas corruptas que se han tomado al gran Partido Liberal colombiano. Hasta que Serpa comenzó a ganar en las encuestas... y no se sintió lo suficientemente valiente como para que le sacaran en cara que hubiera perdido las elecciones un partido corrupto por gente que, como él, pudo haber preferido protestar y no cohonestar.
Noemí Sanín: convirtió el deber de orientar a la opinión pública frente a la mejor opción presidencial en una carrera de observación: puso a los colombianos a interpretar las pistas que ella iba colocando para llegar a la meta, como manejar hasta la esquina e interpretar qué quería decir ella con su denuncia contra Samper por favoritismo con la candidatura Serpa, o con poner a su cúpula a adherir a Andrés, o con asegurar que no iba a votar por la corrupción o con convertirse en el papel sobre el cual sus esposo escribió la adhesión al candidato del cambio. Pero esas tres palabras que tanto se necesitaron, "votaré por Andrés", que le exigían anteponer a sus intereses políticos los del país, jamás salieron de su boca.
Antanas Mockus: demostró una gran inmadurez política al anticipar que su voto sería por Andrés porque éste había salido mejor librado de la comparación de los dos candidatos, para después retractarse y anunciar su voto en blanco, por cuenta de que El Espectador "le había inventado el chisme de que iba a votar por Andrés". Estoy convencida, porque lo conozco, que a Mockus no le daba lo mismo que ganara el uno o el otro. Pero esa impresión dejó.
El Espectador : después de haber arrancado bajo la batuta de Rodrigo Pardo como un periódico moderno, fresco, sin intereses ocultos, rompió su tan cacareada neutralidad política ejerciendo un claro favoritismo político hacia la campaña Serpa. Lástima. Porque frente al serpismo editorial de El Tiempo, contrastante con la valiente rebeldía de los hijos y sobrinos de don Hernando, El Espectador habría podido levantar la cabeza con algo más que unas páginas editoriales al servicio del candidato liberal, y de unas páginas informativas en las que opinaron los politólogos a sueldo de la campaña Serpa.
Los politólogos: habría sido muy conveniente, ahora que nos encontramos en medio de la controversia de que los periodistas colombianos, según se dice, perdieron su independencia por alinearse con uno u otro candidato, que los 'politólogos' y 'violentólogos' de este país hubieran confesado cuáles de ellos estaban a sueldo de la campaña Serpa antes de ser presentados en los distintos medios de comunicación como analistas independientes de las propuestas de las campañas políticas. Pero eso no es lo único desilusionante: los politólogos, que se sienten los dueños de la verdad analítica, solo tuvieron dos posiciones frente a las propuestas de los candidatos: o ponderar a Serpa, porque trabajaban para su campaña, o asegurar que los dos candidatos eran una porquería, porque no trabajaban para ninguna de las dos campañas. No hablemos ni siquiera de Andrés: hasta mis reservas con respecto a Serpa me permitían resaltar puntos valiosos de su programa de gobierno que no merecían el flagrante desprecio de la politología.

Noticias Destacadas