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Indios, Rastrojos y Palomas

Nativo que reivindique sus derechos está en contra del desarrollo, dicen sus detractores. Y el castigo debe ser el destierro, el silenciamiento y la segregación. Historia en tono de fábula.

Juan Diego Restrepo E., Juan Diego Restrepo E.
18 de marzo de 2015

Hace ya varios siglos que los indígenas del departamento del Cauca luchan por sus tierras. Conforme avanzaban los años, los hombres blancos los fueron despojando de sus predios ancestrales para asentar allí sus grandes haciendas y sembrar las semillas del desarrollo agroindustrial. En ese proceso, los nativos también fueron perdiendo vidas de hombres y mujeres que protestaban por tanta injusticia.

De tiempo en tiempo, los nativos les recuerdan a los colombianos y al mundo que el Estado les ha incumplido sus promesas de otorgarles predios para trabajar la tierra, la Madre Tierra, como la llaman, a la cual están conectados desde tiempos inmemoriales. Para expresar su insatisfacción, salen a la vía Panamericana en diversos puntos del norte de Cauca, se toman las fincas que consideran suyas y se enfrentan a la fuerza pública, con lamentables resultados. En esa confrontación, los indios siguen ofreciendo vidas de hombres y mujeres.

Desde la década de los 70, los nativos caucanos se trazaron como objetivo organizarse para fortalecerse comunitariamente y adelantar un proceso de recuperación de sus tierras, que estuvo acompañado del rescate de sus creencias, lenguas, expresiones culturales, su historia como nación indígena y la autonomía de sus autoridades. Poco a poco se fueron erigiendo como un movimiento con ideas y propuestas que mostraban otra faceta del desarrollo, mucho más armónica con la Madre Tierra, y alejada del sometimiento impuesto por conceptos agroindustriales que los ha intentado reducir a simples peones agrícolas.

Sus acciones reivindicativas incluyen una permanente discusión pública y una constante movilización comunitaria hacia aquellos territorios que consideran suyos y que en diversas ocasiones el Gobierno les ha prometido comprar y no compra, y, por el contrario, se lo otorga a los enormes capitales nacionales y extranjeros que se asientan en la región para imponer un modelo de desarrollo inconveniente para el indígena y la Madre Tierra.

Para contrarrestar los planteamientos de los indígenas aparecieron recientemente los Rastrojos y las Palomas. Ambos consideran problemáticos los planteamientos de los nativos y, cada uno a su modo, pero con discursos que tienen fuertes coincidencias, los cuestionan, intentando socavar su movimiento de resistencia.

Hace pocos años llegaron los Rastrojos con sus panfletos. Son fantasmales, nadie sabe de dónde vienen esos volantes amenazantes, pero tienen coherencia, como si fueran escritos por la misma persona. El primer argumento para atacar el movimiento indígena caucano se centra, fundamentalmente, en la idea del desarrollo y en cómo los nativos lo obstaculizan con sus protestas. “Estamos mamados de sus fechorías y acciones en contra del desarrollo del país”, escribieron los Rastrojos el 15 de octubre del 2013 en el comunicado público N. 17.

En otro volante, del cual no pude establecer la fecha pero estimo que fue difundido en el 2014, señalan a varios líderes indígenas a quienes les exigen que “abandonen sus cargos y el territorio antes de que los encontremos. Ellos saben que son objetivo militar y no los vamos a olvidar si siguen incomodando impidiendo (sic) el desarrollo de este país”.

En un tercer panfleto, fechado el primero de febrero del 2015 y que corresponde al comunicado público N. 22, se reafirman las ideas principales de sus ataques verbales a los nativos: “Por la defensa del patrimonio, la lealtad social y el desarrollo del país, nos vemos en la obligación por tercera vez de llamar al orden a los líderes y organizaciones indígenas de Cauca y del país”.

Un segundo argumento de los Rastrojos se centra en deslegitimar la protesta indígena y asociarla con la guerrilla de las FARC, una antigua estratagema adoptada también por el Ejército y la Policía para desvirtuar las reivindicaciones sociales. En esta fábula todos se van pareciendo.

En el panfleto del 2013 se dice que “para nadie es un secreto que sus demandas y movilizaciones no son más que las exigencias de las FARC al gobierno colombiano”. En el del 2015, se mantiene el mismo concepto: “Está comprobado que sus demandas y movilizaciones no son más que las exigencias de las FARC al gobierno colombiano”.

Lo curioso de esta fábula es que en ambos puntos están de acuerdo Las Palomas, que desde una posición privilegiada, proponen segregar a los indígenas, bajo aparente fórmulas constitucionales, para hacer legítimas sus propuestas. Hay una peligrosa identidad en las ideas de unos y otras que confunde pavorosamente.

Para enfrentar la movilización social de los indígenas, las Palomas esbozaron una solución que bordea los límites del segregacionismo. Según ha dicho, se requiere dividir el departamento de Cauca en dos: “Uno indígena, para que ellos hagan sus paros, sus manifestaciones y sus invasiones, y uno con vocación de desarrollon donde podamos tener vías, se promueva la inversión y donde haya empleos dignos para los caucanos”. Se infiere entonces que los nativos, tal como lo advierten los Rastrojos, obstaculizan el desarrollo.

Si bien los Rastrojos apelan a la amenaza y obligan al destierro a quienes lideran el movimiento indígena, las Palomas disfrazan el mismo concepto recurriendo a la Constitución Política. En el fondo, persiste un concepto de orden que criminaliza la protesta social. El día que se levanten los negros, las prostitutas o los indigentes, será entonces válido hacer un llamado ciudadano para que se segreguen y se les constituya un territorio “para que ellos haga sus paros, sus manifestaciones y sus invasiones”.

Las Palomas, al igual que los Rastrojos, consideran que la guerrilla de las FARC infiltró el movimiento indígena, al que le atribuye la promoción de “la destrucción de todas las cosas que se están intentando hacer en el departamento”. A ambos también los identifica la defensa de la propiedad privada; por ello unos insisten en “la defensa del patrimonio” y otras en la exigencia del respeto a “las tierras no indígenas”.

Son peligrosas estas coincidencias discursivas entre los Rastrojos y las Palomas, tienden a confundirse en los mismos conceptos, como si entre ambos se articularan para conspirar y actuar contra los indios, pero, como en toda fábula, el alcance de la moraleja depende de la imaginación de los lectores.

En Twitter: jdrestrepoe
(*) Periodista y docente universitario