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Infodemia

“La verdad es la primera víctima de la guerra” fue una frase acuñada a finales de la Primera Guerra Mundial y utilizada para denunciar la maquinaria de propaganda de los gobiernos durante el conflicto. Hoy, más de cien años después, esa aseveración es más que nunca de actualidad

Camilo Granada
9 de abril de 2020

La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha señalado que, además de la pandemia, el mundo está enfrentado a lo que ha denominado una “infodemia” o sea la propagación acelerada de mentiras, mitos y rumores sobre el nuevo coronavirus, en particular a través de las redes sociales.

El primer frente de ataque ha sido el origen mismo de la enfermedad. Algunos han afirmado sin ningún reato de conciencia –y sobre todo ninguna base en la realidad—que el virus es en realidad un arma bioquímica. En China, a pesar de los controles dictatoriales a los medios, se lanzó la idea de que el virus había sido llevado a ese país por militares americanos, afirmación loca retomada por Maduro en Venezuela. En Irán también dijeron que se trataba de un complot de occidente contra ese país.

En Estados Unidos respondieron con la misma moneda: el covid-19 era, según esos maniáticos de las teorías de la conspiración, un plan urdido por China para atacar a los Estados Unidos. Pero en ese país algunos fueron incluso más allá, diciendo que el riesgo de la enfermedad estaba siendo exagerado por la izquierda del Partido Demócrata para atacar a Trump y buscar su derrota en las elecciones presidenciales de noviembre próximo. Las teorías de la conspiración también han culpado a Bill Gates y las farmacéuticas o incluso a la nueva tecnología de telefonía celular 5G (en Inglaterra esa fantasía llevó a algunos a quemar y destruir torres repetidoras de señal…).

Más graves aún son los rumores y las mentiras sobre falsos tratamientos, curas, o fórmulas para prevenir el contagio. Hacer gárgaras de sal y vinagre, comer bananos o ajo y –lo más peligroso—tomar blanqueador diluido en agua son algunas de las estúpidas y absurdas versiones de tratamiento que circulan en las redes. Trump y otros también han caído en la misma actitud, promoviendo el uso de medicamentos cuya eficacia y sobre todo inocuidad no ha sido demostradas.

Hoy la desconfianza creciente frente a las autoridades (públicas y privadas, políticas y de salud) ha creado el terreno fértil para tales infundios. Mitos y mentiras se han convertido en años recientes en un enemigo permanente de la salud pública. El caso más dramático ha sido la campaña contra las vacunas que logró convencer a millones de familias en el mundo que es mejor que sus hijos sufran las consecuencias de la poliomielitis, o propicien nuevos brotes de enfermedades ya erradicadas, a tomar el riesgo de vacunarlos.

Frente a las dificultades y la incertidumbre, la gente tiende a volcar su atención a las teorías de la conspiración, a creer en afirmaciones no demostradas y así a ser víctimas de embaucadores, estafadores e ideólogos inescrupulosos que se convierten así en la principal amenaza a la efectividad de las medidas reales de prevención y superación de la pandemia.

Sin embargo, en medio de la crisis, hay razones para el optimismo. La Organización Mundial de la Salud ha lanzado una iniciativa con las grandes plataformas digitales como Google, Facebook, Pinterest o WhatsApp, para combatir las mentiras y la desinformación. Estas plataformas han eliminado cientos de cuentas y millones de contenidos falsos que diseminan mentiras y rumores sobre la enfermedad. WhatsApp limitó aún más la cantidad de veces que una persona puede reenviar información para así prevenir la difusión de las famosas cadenas engañosas. La OMS creó una cuenta en esa plataforma que brinda información veraz y actualizada y responde a las inquietudes ciudadanas. Lo mismo han hecho medios serios como Le Monde en Francia.

Los principales medios de comunicación y periodistas serios del mundo se han convertido en aliados fundamentales en esta batalla por la información alrededor del covid-19. Los periodistas trabajan el doble, verifican la información, la contrastan, cuestionan los anuncios milagrosos. Distintos medios han abierto sus ondas y sus páginas de manera gratuita para que la gente se mantenga correctamente informada. Ellos se han convertido en un muro de contención fundamental contra las mentiras. En la crisis, su labor y profesionalismo han quedado reivindicados. El rigor, la seriedad y el buen oficio periodístico hacen la diferencia.

Algunos líderes políticos y gubernamentales han sido rigurosos y disciplinados en su información al público. En Colombia el presidente Duque, la alcaldesa López y la gran mayoría de los líderes han sido cuidadosos y asertivos, incluso a pesar de algunos deslices y tensiones. Estamos en mejores manos que los mexicanos o brasileños, o incluso que los británicos o los estadounidenses. 

Vencer la pandemia del nuevo coronavirus necesita que también derrotemos la infodemia que propaga el virus de las mentiras y los rumores. Así como limitamos al máximo las salidas a la calle, mantenemos distancia física y nos lavamos las manos varias veces al día, también tenemos que limitar el envío de información no verificada, mantenernos lejos de las teorías conspirativas y de los falsos gurús y que mantengamos la higiene mental de no caer en sus mentiras.

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