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INSISTO ES UNA GUERRA AJENA

Antonio Caballero
8 de junio de 1998

Un lector se sorprende de que yo "califique el narcotráfico y la violación de los derechos humanos como 'guerras ajenas". Veo que no he sido claro.Lo de los derechos humanos no nos es ajeno, ni se me ha ocurrido nunca decirlo. Por el contrario: es una lacra nuestra, posiblemente la mayor de todas. Es verdad que a violarlos nos han ayudado mucho desde afuera: los gringos con su 'doctrina de la Seguridad Nacional' y su Escuela de las Américas para militares torturadores; los soviéticos, los chinos y los cubanos con sus tesis sobre la 'combinación de todas las formas de lucha'; y, claro está, los españoles, nuestros antepasados, que nos dieron ejemplos asombrosos de crueldad y codicia. Pero, naturalmente, la responsabilidad de nuestros horrores, de nuestros secuestros, de nuestras matanzas, de nuestras 'desapariciones', de nuestros asesinatos, es exclusivamente nuestra. Sobre eso he escrito en los últimos 30 años centenares de columnas.
Lo del narcotráfico, en cambio, sí es cosa ajena, y llevo también 30 años y cientos de columnas explicando por qué. Lo resumiré una vez más, a ver si por fin queda claro.
La guerra contra las drogas (es decir: contra la producción, tráfico y consumo de algunas, aunque no de todas, las drogas dañinas) fue declarada, e impuesta poco a poco a todo el mundo, por los gobiernos de Estados Unidos: desde el de Teodoro Roosevelt (Conferencia de Shangai de 1907) hasta los de Carter y Reagan (Convención de Viena de 1965), y mantenida por sus sucesores, incluido Bill Clinton. De esa guerra, curiosamente, sólo están excluidos el propio Estados Unidos, único país a quien nadie 'descertifica' ni fumiga ni castiga a pesar de que es el primer consumidor de todo tipo de drogas del mundo, el primer productor de marihuana y de 'drogas de diseño' (éxtasis, etc.) del mundo, y el principal receptor y 'lavador' del dinero negro de las drogas del mundo.
Esa guerra se libra contra un hábito (el de consumir drogas) hecho masivo por la sociedad norteamericana y universalizado por su ejemplo: un hábito que pertenece de pleno derecho al american way of life. La morfina se popularizó durante la Guerra Civil de Estados Unidos (la adicción se llamaba entonces soldier's disease o mal del soldado, pues la mayoría de los veteranos de la guerra, en especial los del norte, eran morfinómanos). La heroína, durante la Guerra del Pacífico contra el Japón, la marihuana, el haschisch, el LSD y otros alucinógenos, durante el auge del hippismo y la 'contracultura' californiana de los años 60. La cocaína, durante la guerra del Vietnam en esa misma época, y luego con los yuppies de Wall Street y los roqueros de la Costa Oeste. Y el éxtasis y demás drogas de discoteca vienen de las discotecas de Nueva York y de Los Angeles. Estados Unidos no sólo ha fomentado el consumo de drogas en el mundo entero mediante su influencia cultural (soldados, hippies,cantantes, actores de cine, miembros de la familia Kennedy, etc.), sino que además lo han convertido en el segundo negocio más grande del mundo (después del tráfico de armas) mediante su influencia política: al prohibirlo, y obligar a todos los demás países del mundo a prohibirlo.
Pues por la prohibición, y sólo gracias a ella, el tráfico de drogas es tan descomunalmente rentable, y en consecuencia genera tal poder para las mafias que lo controlan. Un solo ejemplo: producir una libra de cocaína cuesta lo mismo que producir una libra de café; pero una libra de café se vende por un dólar, y una de cocaína por 1.000. Y por la prohibición, y sólo gracias a ella, se multiplica el consumo. Un solo ejemplo: cuando en 1965 el Reino Unido firmó, presionado por Estados Unidos, la Convención de Viena contra las drogas, había allá 1.300 adictos (sí: mil trescientos). Hoy son 1.300.000 (un millón trescientos mil).
Así que le pregunto a mi lector sorprendido: una guerra que ha sido declarada por Estados Unidos contra un hábito propagado por Estados Unidos y que deja en los bancos de Estados Unidos el 90 por ciento de las ganancias que el negocio produce gracias a la prohibición decretada por Estados Unidos ¿no es una guerra ajena?
Ahora: lo que jamás he sugerido es que esa guerra "vengan aquí a pelearla los gringos". He dicho, al contrario, que no la debe pelear nadie: ni nosotros, ni ellos, que la inventaron. Porque me parece evidente (a 90 años de la Conferencia de Shangai, a más de 20 de la Convención de Viena) que se trata de una guerra artificial, que sólo causa daños (tremendos, y en todos los órdenes) porque es una guerra, y no por la droga que pretende combatir. Gracias a ella, el consumo aumenta, la producción aumenta, el negocio aumenta, el poder de las mafias aumenta. Y aumentan los padecimientos de los adictos a las drogas, que además de ser adictos son perseguidos y presos. Es evidente, en suma, que se trata de una guerra que está perdiendo el mundo entero, aunque (o quizás porque) la está ganado el gobierno de Estados Unidos.