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Inventar la oposición

Jorge Giraldo considera que Colombia necesita urgentemente una oposición fuerte, madura, moderna e inteligente, y que esta no existe.

Semana
17 de junio de 2006

Si cumpliendo los rituales democráticos la ciudadanía acaba de darle gobierno y gobernabilidad al país, la tarea que viene ahora es la de inventar la oposición. Tarea monumental, en todo caso. Entre otras cosas porque no se hace con votos. Esos cuatro millones de votos entre el liberalismo y el Polo ya son historia, para causar tristezas o ardores juveniles, pero si no se le agregan otros elementos, será terreno estéril.

Si digo inventar la oposición es porque parto de la idea de que no existe. Y no existe porque no hay los partidos, ni los líderes, ni las ideas, aún, para el tipo de oposición que un país como el que queremos hacer merece. Parto de considerar a liberales y “polistas” (¿?), aunque no descartemos que la oposición exitosa surja de las propias huestes gobiernistas.

El Partido Liberal ha sido conducido a las tinieblas por la obcecación de Serpa y los errores de César Gaviria. Serpa creyó que entre su ascendiente popular y el trapo rojo bastaba para realizar una faena. Se equivocó y provocó la desbandada electoral de los liberales. El 28 de mayo corroboró la afirmación de varios de que el ganador de la consulta liberal había sido Uribe. Gaviria, por su parte, perdió la brújula al no encontrarle un lugar claro al liberalismo en el centro político y al sucumbir a las tentaciones izquierdizantes de los viejos caciques reciclados. ¿Creyó Gaviria que alguien le iba a creer su pose de opositor al TLC? ¿Cree Gaviria que puede predicar verosímilmente por todo el país que él no es neoliberal?

El liberalismo perdió su lugar en el espectro político. Es como esas emisoras que no logramos sintonizar en el parque de jardín, simplemente porque su sitio en el dial ha sido ocupado por otras. Hoy el liberalismo necesita inventar el centro para acomodarse allí, pero también necesita que algunos partidos de gobierno, como el Partido de la U, lo abandonen, o que el Polo ceda a los cantos de sirena radicales y abandone la lucha por el centro. Se supone que el liberalismo tiene figuras, pero cuando se necesita hacer una larga lista de nombres es que finalmente no existe LA figura, el conductor que se pueda proyectar con certeza hoy a 2010. Aún está por verse si los precandidatos derrotados en la consulta tienen el talante necesario.

El Polo Democrático ha cumplido una tarea brillante el 28 de mayo, pero eso no puede ocultar la mala oposición que hicieron durante los cuatro años pasados, ni el hecho de que el Polo es sólo un nombre y todavía no un partido (como lo reconoció Carlos Gaviria ante la televisión alemana). Aunque suene raro, el Polo tampoco ha definido su personalidad política, ¿debe ser chavista como Petro? ¿debe seguir el extraño maoísmo de Jorge Robledo? ¿el absurdo stalinismo de Wilson Borja? ¿la serenidad lulista de Lucho Garzón? ¿o las penurias ideológicas de Samuel Moreno? Lo que está claro es que el programa político de la campaña electoral sólo le restará votos al Polo en el futuro: a estas alturas de la vida, no tiene presentación abanderarse del proteccionismo económico y, menos, proponer un manual de convivencia para jardín infantil como programa de seguridad.

El Polo Democrático está en alerta naranja, entre otras cosas, porque sólo tiene un año para resolver sus asuntos fundamentales. Si no pasa con éxito la prueba de las elecciones regionales de 2007, esos dos y medio millones de votos se evaporarán más rápidamente que la cauda que llevó a la Alianza Democrática M-19 a la Asamblea Constituyente.

Tanto el liberalismo como el Polo tienen dos llaves maestras. El Partido Liberal puede ser la bancada de oposición más importante y debería reclamar para sí la dirección de los organismos de control del Estado. El Polo tiene una contribución importante que hacer a la paz: enviar a las Farc el claro mensaje de de que su lucha es ilegítima y antipopular, y que no hay izquierda posible por fuera de la democracia.

La responsabilidad, obviamente, está en la dirigencia política. Le cabe, también, a la intelectualidad y a todos aquellos que están llamados a hacer la crítica y a construir los acuerdos. El panorama es crítico por una razón. Colombia necesita urgentemente una oposición fuerte, madura, moderna e inteligente. Es decir, organizada en partidos, construida alrededor de opciones ideológicas claras y de líderes nuevos. Una oposición como aquella de la que hemos carecido. Sólo así habrá democracia vigorosa y conflictos productivos.

*Profesor Universidad Eafit

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