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La paz y las tijeras

Dejar en libertad a los militares perpetradores de masacres, como lo pidió el general Mora, es una bofetada a la justicia, pero también a la paz que se busca construir.

Joaquín Robles Zabala, Joaquín Robles Zabala
11 de julio de 2016

Tres hechos sobresalieron en la atiborrada agenda de noticias de la semana pasada en Colombia. El primero fue la respuesta de la comandancia de las Farc al Frente Primero “Armando Ríos” sobre las consecuencias de apartarse de los acuerdos de La Habana. Luego se escucharon las declaraciones del general Jorge Enrique Mora de dejar en libertad a los militares juzgados que perpetraron múltiples crímenes conocidos como “falsos positivos”, y, por último, la apuesta del expresidente Cesar Gaviria de no seguir investigando a su colega Álvaro Uribe por los hechos de la masacre de El Aro, pues para bien de la paz del país estas investigaciones deben ser parte de la justicia transicional.

Las tres noticias se enmarcaron dentro de la línea general del proceso de paz, pero produjeron, como era de esperarse, reacciones encontradas entre la dirigencia política nacional. Desde que empezaron las investigaciones por la masacre de El Aro, por ejemplo, perpetrada en 1997 por un comando de paramilitares en un corregimiento de Ituango, Antioquia, se ha señalado al expresidente Uribe, entonces gobernador del departamento, y a su hermano Santiago, como las mentes maestras detrás del hecho. Por supuesto que el exmandatario, al igual que la legión de abogados que lo representa, siempre ha negado vehemente su participación en ese acontecimiento que la prensa convirtió en la joya de la corona de las masacres llevadas a cabo por los hombres de Castaño y Mancuso.

Lo curioso de este caso, como muchos otros en los que el nombre del expresidente ha sido mencionado, la lista de los declarantes, a lo largo de la investigación, se fue reduciendo en la medida en que la información iba dando más luces. De los 14 testigos que la Fiscalía tenía en 2009, incluyendo a Francisco Enrique Villalba Hernández, sindicado de haber dirigido el ejército de paramilitares al lado de Ramiro Vanoy Murillo, alias ‘Cuco’, que dejó 15 muertos, solo sobreviven un poco menos de la mitad. Todos los demás cayeron abatidos por las balas de los sicarios y los nombres de quienes ordenaron  sus muertes se desconocen hasta hoy.

Las declaraciones de Jorge Enrique Mora, por otra parte, un galardonado soldado del Ejército Nacional, no solo produjeron escozor sino que dejaron ver la pésima valoración que el hombre tiene de la justicia. Una cosa es defender la Constitución Política dentro de los lineamientos que esta estipula y otra muy distinta es utilizar los mismos mecanismos delincuenciales que esta prohíbe para defenderla. Escuchar las declaraciones del excapitán del Ejército  Adolfo Enrique Guevara Cantillo,  mano derecha de Rodrigo Tovar Pupo, alias Jorge 40, de cómo se realizaron las innumerables masacres y las miles de ejecuciones extrajudiciales que el Ejército llevó a cabo y cómo las órdenes venían de la alta cúpula militar, producen, literalmente, indignación.

Según Guevara, militar activo por la época de los ‘falsos positivos’, en declaraciones para el periodista Gonzalo Guillén desde una cárcel de Barranquilla, “el general Mario Montoya es una vergüenza para el Ejército Nacional”, pues recibía, además de su salario, muchísimo dinero por cada baja de guerrillero. “A mí no traigan capturados, denlos de baja”, asegura el excapitán que ordenaba Montoya. “Pero si no hay bajas, ustedes verán cómo hacen, pero a mí no me traigan prisioneros”.

En la misma entrevista, Guevara asegura que la orden de asesinar al jefe paramilitar José Gregorio Mangonez Lugo, alias Carlos Tijeras, la dio  directamente el general Montoya por petición del entonces Presidente de la República, pues Tijeras era señalado de haber asesinado a Jesús Avendaño, alcalde de la Zona Bananera y colaborador de las autodefensas, por lo que el Presidente estaba muy molesto. Al final, esa orden se revocó, pero en julio de 2005 Tijeras fue capturado por la Dijín en la capital del Atlántico y acusado de los delitos de concierto para delinquir, falsedad en documento público, homicidio agravado y lavado de activos.

No hay que olvidar que alias Carlos Tijeras, jefe del frente ‘William Rivas’ de las Autodefensas, reconoció ante la Fiscalía General de la Nación la comisión de 2155 delitos de los 3020 de los que se le acusaba, entre estos unas 40 masacres y la muerte de un extranjero.

Cuando el general Mora asegura alegremente que hay que echarle tierra a los ‘falsos positivos’ y dejar en libertad a los militares que llevaron a cabo semejantes hechos de terror, está abogando no solo por sus hombres “injustamente acusados y condenados”, sino también por la libertad de monstruos como Tijeras, Báez, Mancuso y una larga lista de paramilitares cuya única mención en las poblaciones donde cometieron múltiples masacres desata hoy el miedo de otros días.

Por último, creo que muy pocos colombianos se extrañaron del comunicado aclaratorio de los comandantes de las Farc al frente Primero sobre las consecuencias del desacato de no incorporarse al proceso de negociación de La Habana. El asunto se veía venir y las voces sobre lo que podría pasar en la curva final del proceso estaba cantado aunque el grupo subversivo hablara siempre de cohesión entre sus estructura. El problema de las Farc ha sido desde sus inicios “la combinación de todas las formas de luchas”, ese equivalente maquiavélico del “fin justifica los medios”. Y lo es porque al incorporar el lucrativo negocio del narcotráfico a la lucha armada, abrieron literalmente la “Caja de Pandora” de un mal endémico que una vez adentro no hay medicamento posible que lo cure.

Al comisionar frentes exclusivos a esta actividad, dejaron abierta una puerta donde era posible que entrara gente sin formación política, interesada más en los desbordantes ríos de dólares que en las razones reales que dieron vida a la guerrilla. Por otro lado, es una falacia de Pastor Alape, como de otros comandantes, asegurar que “hay gente que se descompuso” en el último tramo. Y lo es porque en las Farc siempre ha habido descerebrados con ambiciones económicas, donde la lucha armada ha sido solo un pretexto para llenarse los bolsillos.

Lo único que queda claro entonces de este comunicado es que las Farc tendrán también sus ‘bacrim’, que se aliarán, sin duda, con aquellos que tanto combatieron para amasar fortuna en nombre de las desigualdades sociales del pueblo colombiano.

 

Twitter: @joaquinroblesza

Email: robleszabala@gmail.com

*Docente universitario.