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JUA, JUA

Antonio Caballero
22 de julio de 1996

El presidente Samper quiere ahora que creamos que su fotografía abrazado a la monita retrechera es un montaje. ¿Por qué no, si ya nos tragamos, por votación, lo del elefante invisible? Pero antes, de pasada, quiere que creamos también la versión oficial sobre el rescate del secuestrado Juan Carlos Gaviria. Y la verdad es que no: no la creemos. Es decir: no creemos -nadie cree- ninguna de las múltiples y contradictorias versiones oficiales, y tampoco ninguna de las oficiosas, que se han dado al respecto. Ni las dos o tres, sucesivas y discrepantes, que dio la Policía. Ni la que emitió en un comunicado la Presidencia de la República. Ni la primera que dio la familia Gaviria. Ni la más larga y bastante distinta que a continuación escribió el ex presidente César Gaviria. Ni la bastante escueta, y diferente de todas las anteriores, que dio el gobierno de Cuba. Ni las bastante fantasiosas, y con diversos grados y modos de fantasía, que han dado los periódicos y las revistas. No creemos ninguna. No creemos, para empezar, en la asombrosa eficacia investigativa de que hizo gala la Policía para descubrir a los secuestradores. Cotejando las distintas versiones, y saltándose los adjetivos laudatorios, lo que queda claro es que el general Rosso José Serrano y sus muchachos se limitaron a: 1), recibir información de delatores (primero un traidor espontáneo, aunque no sabemos si pagado, de la propia banda de secuestradores; y luego unos narcos presos, cuyos beneficios no conocemos). 2), recibir instrucciones y órdenes de los propios secuestradores y de los enviados del presidente cubano Fidel Castro, que fueron quienes interrogaron en la cárcel al mesiánico secuestrador 'Bochica' (dice SEMANA que el investigador colombiano sólo se hizo presente cuando "la situación empezó a complicarse en la celda de Toro y se hizo necesaria la presencia del oficial de la Policía") y quienes negociaron en Pereira con los guardianes del secuestrado. Y, 3), dar declaraciones contradictorias sobre todo lo ocurrido. O sea: que el general y sus muchachos ni investigaron nada, ni descubrieron nada, ni revelaron nada. Se limitaron a acompañar a los cubanos en sus viajes en los aviones privados que el Grupo Ardila Lülle primero, y el Grupo Santo Domingo después, pusieron a disposición de la familia Gaviria. No creemos tampoco, nadie cree, que en el proceso de rescate se hubieran respetado las leyes, desde la Constitución hasta las normativas del Inpec para visitas carcelarias. Tienen razón los voceros de 'Víctimas de la Guerrilla', que creen que las autoridades "se llevaron de bulto la Constitución Nacional, que expresamente prohíbe el indulto o la amnistía para el delito de secuestro" al permitir la salida a Cuba de los secuestradores. Y tiene razón el gremio ganadero cuando le exige al gobierno "el mismo tratamiento que dio al hermano de Gaviria para los más de 200 ganaderos secuestrados". Y menos aún creemos en la severidad mostrada con el jefe 'Bochica', que no fue enviado a Cuba con sus hombres "por haber sido condenado por un delito común". Juá, juá. Se 'escapará' de la cárcel dentro de tres semanas o dentro de dos meses -a no ser que las autoridades le pongan conejo: pues si nos mienten a todos, también le pueden mentir a él-. No creemos, en fin, que el gobierno de Cuba hubiera participado en el asunto movido "exclusivamente por consideraciones humanitarias", como se ha dicho oficialmente, o solo por la amistad personal de Fidel Castro con el ex presidente Gaviria y el escritor García Márquez, como se ha especulado. No lo creemos porque, de parte de un gobierno y de un jefe de Estado, sería de una insensatez y una irresponsabilidad inconcebibles. Tiene razón el congresista republicano cubano-norteamericano Lincoln Díaz Balart (nadie, entre tantos hábiles investigadores, ha señalado que es hermano de Mirta Díaz Balart, la primera mujer de Fidel Castro) cuando pregunta tres cosas: cuál fue el acuerdo entre el secretario general de la OEA, César Gaviria, y el régimen de Castro; qué relación hubo entre el reciente voto de la OEA condenando a Estados Unidos por su ley Helms-Burton contra Cuba y la intervención de Castro en la liberación del hermano de Gaviria; y cuál puede ser la imparcialidad de Gaviria en la OEA cuando ha negociado el asilo en Cuba de los secuestradores de su hermano. En resumen: no creemos nada. Ahora: es posible que todo lo que se hizo para salvar la vida y lograr la liberación del hermano de Gaviria haya estado bien hecho, puesto que está vivo y libre: hacer pactos con gobiernos extranjeros, violar las leyes nacionales, pagar delatores o conseguir informaciones 'espontáneas' de detenidos. Pero que reconozcan que sí se ha hecho, y nos expliquen a continuación por qué estuvo bien hecho. Que no nos mientan. Que no nos traten como a imbéciles. Porque yo, personalmente, me alegro muchísimo de que la víctima de un secuestro repugnante y cruel, como lo son todos, haya vuelto a su casa. Pero ya nunca podré creer que sea verdad nada de lo que digan el presidente Samper, el general Serrano, el ex presidente Gaviria, el presidente Castro. Y creo que eso nos está pasando a todos. Y creo por ingenuidad, tal vez que eso es muy grave.