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Reintegrar guerrilleros de las Farc

En la guerrilla, como todo ejército, sus miembros tienen distintos rangos, funciones y experiencias, lo que exige un proceso diferenciador a la hora de pensar en su retorno a la vida civil.

Juan Diego Restrepo E., Juan Diego Restrepo E.
22 de abril de 2016

Cuando llegué al campamento del Frente 58 de las Farc, en desarrollo de un trabajo periodístico para el portal VerdadAbierta.com (Jefes de las Farc hablan desde el Nudo de Paramillo), comencé a ver rostros muy disímiles de hombres y mujeres alzados en armas. Unos muy jóvenes, con la minoría de edad aún reflejada en sus ojos vivaces y sus sonrisas sinceras; otros no tan jóvenes, en cuyos rostros se refleja la frialdad que deja experiencia de muchas batallas. Todos ellos tienen grandes expectativas sobre lo que pase en La Habana, Cuba, porque allá también se discute su futuro.

Verlos a todos ellos mezclados en las actividades rutinarias de un campamento guerrillero, y pensar de manera positiva en el resultado de las negociaciones con el gobierno nacional, me generó muchas preguntas sobre lo que se viene para estos hombres y mujeres que, por diversas razones, tomaron el camino de las armas. Ante un eventual acuerdo que conduzca al fin del conflicto con las Farc, ¿acatarán la orden de desmovilización y entregarán sus armas? ¿Aceptarán las condiciones que se pacten para acogerse a una reintegración a la vida civil? ¿Tendrán la voluntad necesaria para regresar a vivir en sociedad, bajo unas lógicas en las que no impere el poder de las armas ni la ilegalidad?

Pese a que sus comandantes aseguran que muy pocos, “un 0,1 por ciento” dice uno de ellos, no se acogerán a las decisiones de desarme, desmovilización y reinserción, mi percepción es que, si no se adoptan estrategias diferenciadoras en los procesos de retorno a la vida civil, un nuevo fracaso estará garantizado y, con ello, la continuidad de la guerra.

¿Y por qué sugiero un proceso de reintegración diferenciador? Observándolos y hablando con ellos en medio de su cotidianidad y escuchando las experiencias que han acumulado, se entiende que la “guerrillerada” no es homogénea, así los discursos de algunos académicos y funcionarios, afirmen lo contrario, lo que revela miradas muy básicas sobre la eventual reintegración de los insurgentes, sustentadas en lugares comunes que se difunden en foros, congresos, simposios y encuentros, por los que algunos, incluso, cobran muchos miles de pesos, y otros, más connotados, miles de dólares. Pero que poco aportan a la solución efectiva del problema que se avecina.

Es probable que me reprochen esta reflexión. Los críticos más radicales afirmarán que me deslumbré visitando un campamento guerrillero, pero debo aclarar que no es la primera vez que lo hago en mi vida periodística, lo que sí es novedoso para mí es haberlo hecho bajo un proceso de negociación con unos avances tan significativos como el que actualmente transcurre en la isla del Caribe.

Por ello me atrevo a proponer que a esos miles de guerrilleros y guerrilleras que, eventualmente, dejarán sus armas, hay que clasificarlos desde ahora, involucrando en ello al Secretariado de las Farc y a todos los comandantes de bloques, frentes y compañías, sin excepción alguna, para que esa tarea sea mucha más detallada y eficaz.

Con el fin de aportar ideas, se me ocurre que esa clasificación podría basarse en el tiempo de permanencia en el grupo guerrillero. Hay una base insurgente muy joven, incorporada en los últimos cinco años (tres de los cuales han estado bajo las negociaciones con el gobierno nacional), a la que se les podría ofrecer programas de retorno a sus hogares con estímulos educativos efectivos para que concluyan sus estudios de educación media; y aquellos que ya terminaron, prepararlos para el ingreso a la educación superior o al mundo laboral de manera adecuada. Ese grupo es el que más resultados positivos podría arrojar en el corto plazo.

Un escalón más arriba están los que llevan entre cinco y diez años en las filas de la subversión, y han combinado sus tareas bélicas con el trabajo en la organización de las comunidades en aquellas regiones que tienen bajo su control. Entre ellos están, posiblemente, los líderes locales y regionales que impulsen el movimiento político que surgiría de los acuerdos finales con las Farc. ¿Qué tipo de oferta estatal podría presentársele a estos hombres y mujeres? Aquí la tarea será más exigente.

En el peldaño siguiente se ubican aquellos alzados en armas que acumulan entre 10 y 20 años en la guerrilla. Aquí están muchos de los hombres de confianza de los comandantes de las distintas unidades de la organización subversiva, así como los que tienen mayor experiencia militar y su mentalidad se centra más en las estrategias de combate, el diseño de dispositivos de seguridad, la inteligencia y en la coordinación de actividades ligadas al narcotráfico y la extorsión. En este grupo se encontrarían los insurgentes más resistentes a deponer sus armas. Actuar de manera eficaz sobre estos es clave para evitar que nutran aquellas estructuras criminales con las que se relacionan cotidianamente, sobre todo en asuntos relacionados de tráfico de cocaína y marihuana.

Y en el último peldaño de esta pirámide están los alzados en armas que llevan más de 20 años en las Farc. Entre ellos hay mentalidades guerreras, pero también políticos avezados y zorros negociantes. Son los que custodian el legado fariano, la cimiente de la ideología que dio origen a su lucha armada. En un eventual movimiento político, son los que tendrían mayor visibilidad, por tanto, el programa más seguro de reinserción para estos es de la actividad púbica en entornos seguros.

Como ciudadanos es importante exigirles al Estado colombiano y al Secretariado de las Farc mayor compromiso en el diseño de políticas de reintegración; no es un trabajo solo de una de las partes en esta negociación. Es necesario tener claro que el futuro de esos guerrilleros es también el futuro nuestro como sociedad. Del éxito de la reinserción de los alzados en armas dependen factores como la superación de factores de inseguridad y la disminución de la criminalidad. Su fracaso perpetuará la guerra. Y ahí, perdemos todos.

En Twitter: jdrestrepoe.

*Periodista, director de VerdadAbierta.com

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