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No hay paz gratuita

Como muchos colombianos, no perdía la esperanza de que en el último minuto los líderes del No mostraran algo de generosidad y grandeza. Pero obviamente era mucho pedir.

Julia Londoño, Julia Londoño
23 de noviembre de 2016

Para hacer la paz y cerrar nuestra historia de conflicto armado se requiere una mínima dosis de generosidad, y para que esa generosidad sea auténtica, se debe construir a partir de lo que la contraparte considera necesario para dejar las armas, no de lo que nosotros creemos que podemos regalar. Como dicen las mamás, generoso no es el que regala lo que le sobra, sino el que se desprende de lo que a otro le hace falta.

En este caso, nuestra generosidad es permitir un nuevo sistema de justicia transicional para que se juzgue a todos los responsables de crimenes de lesa humanidad, autorizar penas reducidas en condiciones especiales y permitir que quienes se alzaron en armas participen en política, para que puedan defender sus ideas y traten de conseguir el respaldo popular.

Por eso, estas tres consideraciones son la base de nuestro acuerdo de paz. Sin ellas, lo que tendríamos no sería una negociación sino una rendición de las Farc, y para que esa guerrilla hubiese concedido entregarse, habría que haberla derrotado en el campo de batalla, cosa que no se logró. Los promotores del No quieren imponerle a las Farc la paz que no pudimos conseguir mediante la guerra, pero son incapaces de decirle al país que prefieren la violencia antes que una guerrilla participando en política.

Detrás del sofisma en la búsqueda de un mejor acuerdo, lo que se esconde es su afán por imponerle a las Farc unas condiciones que para ellos, que son los que van a entregar las armas, no son aceptables. Así que el verdadero conejo es el que quieren hacerle a las Farc, que hasta ahora han demostrado su voluntad de paz. Cuando uno gana la guerra, como los aliados en la Segunda Guerra Mundial, puede imponer las condiciones que quiera, pero si no se derrotó al enemigo, lo que corresponde es hacer concesiones y buscar un buen acuerdo para evitar sufrimiento innecesario y víctimas que pueden ser salvadas.

Detrás de los sectores del No hay de todo, como en botica. Algunos genuinamente creen que el comunismo es enemigo de la cristiandad, otros consideran inaceptables las concesiones que se realizan en el acuerdo, y muchos más buscan proteger sus intereses, especialmente aquellos que se benefician de la impunidad. Pero ninguno de estos sectores quiere reconocer que otro acuerdo implicaría volver al campo de batalla y negociar en otros términos. En lugar de eso, que seria lo honesto pero impopular, lo que dicen y promulgan es lo que resulta popular, pero es deshonesto, que es hacerle creer a la gente que se puede hacer una paz gratuita.

Por ahora, los líderes del Sí tendrán que actuar con la guía de la historia. Más vale tener un presidente impopular que deje un país en paz, a dejar un país ensangrentado pero gozar de buenos guarismos en las encuestas.

La legitimidad de la paz la traerán los hechos. Lo que se requiere es poner en funcionamiento los contenidos de los acuerdos y demostrar que no habrá impunidad y que es mejor tener a las Farc echando discursos que echando bala, como lo ha dicho Humberto De La Calle. La suerte está echada y en este momento, ese es el nuevo y verdadero reto.

Luego de eso veremos si los colombianos quieren hacerle conejo a la paz votando por el Uribismo en el 2018.


* Ex Vice Ministro del Interior
Director Centro de Análisis y Asuntos Públicos
@JuanFdoLondono
Myanmar, noviembre 23.

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