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La paz, entre la legitimidad política y la legitimidad moral

No se puede confiar en que la sola fuerza de los hechos genere cambios en la opinión y actuar demasiado tarde frente a la pedagogía y la explicación de las bondades del Acuerdo.

Julia Londoño, Julia Londoño
2 de febrero de 2017

Los hechos relacionados con la implementación de los Acuerdos de Paz y la desmovilización y la reincorporación de las FARC ocuparán gran parte de la agenda de noticias del 2017. Esto debería ser motivo de orgullo y alegría para todos los colombianos, pero es claro que existe un sector de la sociedad que enfocará todos sus esfuerzos en tratar de mostrar los defectos, errores y debilidades de esta nueva etapa de la vida nacional.

Este sector, liderado por el uribismo, tiene un claro interés político en mantener en la opinión pública el mismo rechazo que sentía por las FARC cuando se dedicaban a usar las armas contra la población. La paradoja de todo esto es que van a criticar tanto lo que se cumpla del Acuerdo, porque dirán que es malo para el país, como lo que se incumpla, porque dirán que muestra la falta de capacidad del Gobierno. Así buscan que el proceso electoral del 2018 les brinde la oportunidad de ser elegidos, ofreciendo corregir el rumbo y erigirse como garantes de la verdadera seguridad para los ciudadanos.

Una y otra vez nos recordarán que el NO ganó el plebiscito y que la implementación del Acuerdo de Paz se hizo pese a la negativa popular en dicho mecanismo de participación. Recalcarán y machacarán que este es un proceso sin legitimidad política y que su implementación no recoge la voluntad de todo el país. Omitirán decir, eso sí, que la razón de que no haya un consenso político sobre la paz se debe a sus propios intereses electorales y a la salvaguarda que buscan del estatus quo generado por la guerra. Criticarán la ausencia de consenso, pero evitarán reconocer que no les interesa que se construya dicho consenso.

Frente a este escenario parece que las fuerzas que apoyan el proceso de paz confían en que las circunstancias sean las que derroten la oposición a la reconciliación. Consideran que para el 2018 las FARC van a estar desmovilizadas, el Acuerdo de Paz implementado y que frente a los hechos cumplidos el Centro Democrático y sus ad lateres tendrán que cambiar el discurso o resignarse a no tener apoyo popular. Esta forma de pensar no corresponde con la experiencia de lo ocurrido con el plebiscito y sería mejor no repetir los mismos errores.

En el mundo de las manipulaciones y las mentiras siempre habrá argumentos y falsedades para desprestigiar el proceso y revivir los odios, por eso, resulta necesario impulsar una estrategia más agresiva frente a la opinión y evitar así lo ocurrido en octubre pasado. No se puede confiar en que la sola fuerza de los hechos genere cambios en la opinión y actuar demasiado tarde frente a la pedagogía y la explicación de las bondades del Acuerdo.

Por eso, se debe encarar la discusión con la autoridad que da la legitimidad moral, pues si bien se perdió una votación, las bondades de la paz son enormes e incontrastables. Los miles de colombianos que han salvado su vida dan al proceso una legitimidad superior a la que da una votación. Pero es necesario recalcar, contar, y reforzar este mensaje de superioridad moral frente a los que proclaman el déficit de legitmidad política. Se debe ser enfático en desmontar todas las mentiras con las cuales se engañó a la población el año pasado. Para mencionar una sola, que era falso que las FARC se fueran a desmovilizar, cuando esta semana estamos viendo cómo caminan ordenamente hacia las zonas de concentración.

Para defender la paz hay que acudir a la legitimidad moral que se deriva de los hechos. De las vidas salvadas de soldados, guerrilleros y de civiles. De las madres que no han perdido a sus hijos y de los hijos que aún pueden jugar con sus padres. De los desplazados que podrán volver a sus tierras, y de la tierra que podremos volver a cultivar y hacer productiva. Del dolor que hemos ahorrado, de las bombas que ya no estallan y también, por qué no, del dinero que hemos ahorrado dejando de matarnos.

Pero reclamar esta legitmidad moral requiere cacarearla, no sólo observarla, y aquí el Gobierno y los amigos de la paz actúan con la misma timidez e ingenuidad que en el pasado. Se requiere una estrategia de acompañamiento para que la opinión valore todo esto y un esfuerzo sostenido para vencer el escepticismo y la incredulidad. Así como se creó una fundación para impulsar el plebiscito, se requiere una iniciativa similar para propagar las bondades y beneficios de vivir en un país donde no nos estamos matando. No hacerlo sería condenarnos a repetir la historia del plebiscito, cuando cuatro años de ausencia de pedagogía no se pudieron superar en unas cuantas semanas de campaña.

Juan Fernando Londoño
Ex viceministro del Interior
@JuanFdoLondono

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