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Acuerdo en medio de pugnacidad

Santos no cuenta, al menos hasta el momento, con la favorabilidad de la mayor parte de los colombianos y es un hecho que las negociaciones con las FARC es una de las causas.

Juliana Londoño, Juliana Londoño
29 de agosto de 2016

Según las encuestas, el Presidente Santos no cuenta, al menos hasta el momento, con la favorabilidad de la mayor parte de los colombianos y es un hecho que las negociaciones con las FARC han sido una de las causas.

Sin embargo, hay que abonarle que puso toda su atención y esfuerzo en el proceso y que con tenacidad empeñó todos los recursos para sacar adelante el Acuerdo. Habría sido deseable que tan plausibles actitudes se hubieran adoptado igualmente frente a ciertos problemas nacionales e internacionales que se han afrontado.
Se llega al Acuerdo en medio de lógicos interrogantes y de un indeseable ambiente de rivalidades políticas y personales, que ya se han presentado en episodios fundamentales de nuestra historia.

Miguel Antonio Caro con su ilustración y capacidad oratoria, pero también con su conocida suficiencia y antipatía personal hacia Marroquín, hundió el tratado Herrán-Hay en el congreso de 1903, generando la separación de Panamá. La causa inmediata de la renuncia de Rafael Reyes en 1909, fue el mal ambiente en el congreso de los tratados con Panamá y con los Estados Unidos, propiciado por sus enemigos más por venganza, que por razones de fondo. Marco Fidel Suárez en 1921, acosado desde la cámara de representantes por su enemigo implacable, Laureano Gómez, renunció para lograr la aprobación del tratado Urrutia-Thomson con los Estados Unidos.

Sin duda, la tregua unilateral decidida hace algún tiempo por las FARC redujo sensiblemente los asaltos a poblaciones, los secuestros y los ataques a soldados y policías en los cuatro puntos cardinales. Es previsible que después de la firma del Acuerdo esa situación se afianzará.

Por más "pedagogía" que se haga de las 297 páginas del Acuerdo, serán contados los que el 2 de Octubre sepan realmente en que consiste y mucho menos aun los que tengan un criterio objetivo sobre los efectos que pudiera tener. Las impresiones van a estar influidas por las campañas a favor o en contra y por los medios de comunicación, pero de todas maneras muchos se enfrentarán en el momento de votar al dilema de si el ‘No‘ implicará volver a la situación anterior o si con el ‘Sí‘ estarán asegurando la iniciación de un viaje sin retorno en el que resulte peor el remedio que la enfermedad.

Nadie puede saber con certeza cuáles serán las reales consecuencias del Acuerdo y sólo dentro de algunos años, se conocerá si condujo o no a la paz. No a una Shangri-La, como algunos suponen, ni siquiera a una situación como la de Costa Rica, Uruguay o aún a la de Ecuador, sino al menos a una condición que nos permita vivir un poco mejor y afrontar con más facilidad problemas como el narcotráfico y la delincuencia que padece el país.

La comunidad internacional ha elogiado sin reservas el Acuerdo. Es lógico, no solamente porque las FARC desde hace años tuvieron la habilidad "internacionalizar" el conflicto, sino porque el gobierno se movió activamente a promover las manifestaciones de apoyo. Además, porque varios actores extranjeros están comprometidos activamente en su implementación. Cabría preguntarse si el apoyo de los Estados Unidos implicará también, como muchos lo han pedido, un cambio de actitud frente al narcotráfico, que será considerado un delito conexo al de rebelión.

El Acuerdo, con voto aprobatorio o sin él, es un hecho y el cese de hostilidades es una buena noticia. No obstante, si la coyuntura no se utiliza para bajar la pugnacidad hirsuta que cotidianamente padecemos en todos los niveles, los esfuerzos realizados durante muchas décadas para lograr un acuerdo con las FARC, para nada habrán servido.

* Profesor de la facultad de Ciencia Política, Gobierno y Relaciones Internacionales de la universidad del Rosario.

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