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Rojas Pinilla en la República Dominicana

La caída del general Rojas Pinilla el 10 de mayo de 1957 dio lugar a varios episodios en las relaciones colombo-dominicanas

Juliana Londoño, Juliana Londoño
12 de mayo de 2018

Hace 61 años, el 10 de mayo de 1957 el general Gustavo Rojas Pinilla, se vio obligado a retirarse de la presidencia que había asumido el 13 de junio de 1953 por un golpe militar, calificado como “golpe de opinión”.

Rojas Pinilla al llegar al poder había generado una euforia sin parangón en la historia de Colombia. El país sintió que con las fuerzas militares “cesaría la horrible noche” y que la persecución implacable contra los que no fueran amigos del gobierno había terminado.
Sin embargo, pasado un año se presentaron los nefastos episodios del ocho y nueve de junio en los que un grupo de soldados, pésimamente entrenados y peor dirigidos, mataron a unos muchachos que se movilizaban en una pacífica manifestación por la carrera séptima con avenida Jiménez en el centro de Bogotá.

Para completar, el 7 de agosto de 1956, estalló en Cali un cargamento de dinamita que era transportada en camiones vigilados por un pequeño destacamento del ejército, muriendo centenares de personas y destruyendo una amplia zona de la ciudad.

Además, Rojas cometió el error de dejarse manipular por una camarilla de aduladores, que existen en todos los gobiernos, y cayó en la trampa de tratar de mantenerse en el poder mediante una asamblea constituyente. Posteriormente, vinieron los bochornosos hechos en la plaza de toros en Bogotá, después de una rechifla de la que había sido objeto la hija del general: todo esto precipitó su caída.

Así, no obstante sus importantes ejecutorias, el 10 de mayo de 1957 Rojas Pinilla encargó del gobierno a una Junta Militar y salió hacia República Dominicana que estaba regentada por el “Generalísimo doctor Rafael Leonidas Trujillo, Benefactor y Padre de la Patria Nueva”, título completo del dictador. Tiempo después llegarían a ese país otros visitantes derrocados: Pérez Jiménez, de Venezuela; Juan Domingo Perón, de Argentina; y, Fulgencio Batista, de Cuba.

Trujillo se sentía el gran rector del Caribe. Ofreció a Batista un contingente para invadir a Cuba y derrocar a Fidel Castro. Increpó duramente a Rojas Pinilla por su debilidad por no haberse mantenido en el poder, pero accedió a comprarle su casa en Bogotá, ubicada en la carrera 30 con calle 45, que fue destinada como residencia del embajador. En 1979, el M-19 se tomó la embajada, cuando se celebraba la fiesta nacional del país.

Los siniestros servicios de inteligencia dominicanos, usaban todo tipo de métodos. Desde el asesinato a sangre fría, hasta una pequeña cirugía al que se sometió el cónsul colombiano, para inyectarle “suero de la verdad” y sacarle información sobre supuestas conjuras desde Colombia contra “El Benefactor”.

Decidido Trujillo a derrocar a Rómulo Betancur, presidente de Venezuela, facilitó un pasaporte diplomático dominicano al general Castro León, ex ministro de defensa de Venezuela que también se encontraba en “Ciudad Trujillo”, como se llamaba en ese entonces Santo Domingo. Así el ex militar logró entrar por Cúcuta a Venezuela en donde dirigió un fallido golpe contra el mandatario. Colombia rompió relaciones con República Dominicana y la residencia de nuestra embajada fue asaltada por turbas trujillistas. Más tarde, Trujillo montó un atentando contra Betancur, en el que resultó herido el mandatario.

Después de la caída de Rojas Pinilla, en algunos círculos del ejército en Colombia rondaba un sentimiento de nostalgia y frustración. El 2 de mayo de 1958 fracasó un intento de golpe liderado por el batallón de Policía Militar en Bogotá, en ese entonces unidad de elite del ejército. Seis días después el presidente electo, Alberto Lleras Camargo, señaló ante oficiales de las fuerzas armadas el riesgo de que los militares participaran en política.
El “ruido de sables” no volvió a presentarse.

(*) Profesor de la facultad de Relaciones Internacionales de la universidad del Rosario