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Justicia incompleta

La restitución de tierras está creando una nueva ola de desplazados. Se necesita una reforma agraria para redistribuir la tierra. Así suene Castro-Chavista.

Marta Ruiz, Marta Ruiz
29 de junio de 2014

Este es Juan Carlos Márquez:



Esta foto la tomé hace unos meses en La Emperatriz, una vereda de El Salado en Carmen de Bolívar. Posa junto a lo que un lustro atrás fue un espejo de agua de cinco hectáreas, una laguna de la que bebían y se proveían por lo menos ochenta personas de su comunidad. Un día el jagüey se rompió, el agua se salió, y todos los campesinos como Juan Carlos quedaron condenados a la sed. Y este es el pozo desde el que desde entonces las familias de La Emperatriz toman el agua para beber, lavar, bañarse y todo lo que cualquier ser humano requiere:



La bajan en burro como este, que lleva el vecino de Juan Carlos, todos los días, bajo un inclemente sol:



Mitad de la vida se les va a todos ellos en ir y venir del pozo. Hace poco una ONG internacional hizo una reparación y ahora el jagüey tiene agua de nuevo.

Esta es la casa de Juan Carlos, su compañera, sus hijos y su perro:



Esta es realmente la casa nueva de la familia, porque a finales del año pasado el rancho se les quemó y los pocos enseres que tenían quedaron convertidos en ceniza. Las llamas por poco acaban con la humanidad de esta prole. La solidaridad de algunos vecinos les permitió levantar de nuevo esta precaria vivienda. Juan Carlos y su familia son lo que los tecnócratas llaman, pobres extremos. Viven en la inopia. Duermen a veces en el piso de tierra. Dos de sus niños tienen discapacidad, no acceden a educación, ni a salud, no tienen derechos. Pasan hambre todos los días y eso avergüenza a Juan Carlos, quien trata en medio del abandono, mantener la dignidad. Lo poco que se llevan a la boca, es lo que Juan Carlos cultiva en un pedazo de tierra. Yuca, más que todo. 

En los dos últimos años Juan Carlos ha luchado para que no lo desalojen de ese pedazo de tierra. Pero el desalojo es inminente. El Tribunal Superior de Cartagena ordenó la restitución del predio en el que vive Juan Carlos y de ser necesario, el desalojo del mismo.

La historia es un poco truculenta pero intentaré resumirla.

Hace 20 años el entonces Incora compró una gran finca y la distribuyó entre 11 parceleros que  en el año 2.000 tuvieron que abandonarlas por la masacre y el desplazamiento masivo que ocurrió en El Salado. Poco después de esta matanza, 17 familias pobres, venidas de otros lugares de los Montes de María, tomaron posesión de esos predios, y desde entonces viven allí. Hace un lustro unos compradores oportunistas buscaron por cielo y tierra a los parceleros y les ofrecieron una chichigua  por las tierras, que son así de fértiles y bellas:



Muchos vendieron ignorando los precios reales del mercado, y que eran vícitmas de una jugada especulativa. También ignoraban que las tierras tenían medidas de protección, y que el comprador estaba acumulando más UAF de las que la ley le permitía. El parcelero dueño de la tierra donde vive Juan Carlos es uno de ellos y con justa razón pidió restitución, para revertir la compra leonina del predio. Y también con justísima razón la justicia acaba de fallar a su favor, y en contra del comprador oportunista. Pero en medio está Juan Carlos, que ni siquiera pudo exigir su derecho de sana posesión ni ser parte del proceso.

Porque hay cosas que ocurren en el mundo y cuyas noticias no llegan a la Emperatriz, o llegan tarde. Como la justicia.

Es así como Juan Carlos ha sido notificado de que debe salir de esa tierra cuanto antes. Y él quiere cumplirle a la justicia. El problema es que no tiene a dónde ir.

La Unidad de Restitución dice que lo reubicará en otra parcela vecina, sobre la cual no hay reclamantes, pero no hay seguridad de que llegue a tener su propia tierra en el futuro cercano. Él teme que sea una medida temporal y que poco tiempo tenga que desplazarse de nuevo, y terminar mendigando en la carretera.

La historia de Juan Carlos es apenas un botón de muestra de que la restitución ha terminado siendo, en muchos casos, de pobre contra pobre. Que aunque es una política necesaria y progresiva, está produciendo un nuevo desplazamiento. Que encarna una paradoja y es que por hacer justicia, se cometen injusticias. Pero demuestra sobre todo que la justicia transicional es apenas un pedazo de lo que este país necesita. Que la tarea no está completa. Que la justicia distributiva es inaplazable. Que se necesita redistribución de la tierra y reforma agraria integral, para gente como Juan Carlos y su familia. Aunque un puñado de gamonales diga que esta es una idea castro-chavista.

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