Mucho menos existe sondeo alguno en que los colombianos se muestren dispuestos a hacerles concesiones a la guerrilla como el perdón judicial o la posibilidad de que participen en política a cambio de que dejen las armas. Todos los días la paz que se cuece en La Habana pierde más y más ambiente entre la opinión pública y el sentimiento de escepticismo crece con sobradas razones. La gente no está dispuesta a respaldar una paz hecha a la medida de la guerrilla, menos cuando de su parte no reciben más que cinismo y actos de crueldad mientras están sentados en la mesa.
Pero, ¿qué pensarían los colombianos si surgiera un ingrediente adicional en toda esta discusión? ¿La mayoría de ciudadanos apoyaría una paz que incluyera una especie de perdón y olvido para empresarios, militares, políticos, paramilitares y guerrilleros igual? ¿Estarían dispuestos los colombianos a tragarse no un sapo sino todos los sapos juntos para llegar a un cierre general del conflicto por la vía de un borrón y cuenta nueva?
Esos son los interrogantes que nos esperan, si llega a concretarse una propuesta que está caminando desde hace más de dos meses cuando, por primera vez, el presidente Juan Manuel Santos la escuchó en su despacho. La audaz idea, que en principio parecería llena de vericuetos y obstáculos, ha comenzado a tomar forma con los días y de ella han oído el ministro de Defensa, la cúpula militar, los negociadores de paz y hasta el expresidente Uribe, a quien le han llegado varias razones en ese sentido sin que, por ahora, haya querido pronunciarse.
Se trata en lo esencial de construir una ‘paz completa’ desde un pragmatismo sin precedentes, que revive el viejo dilema de si el fin justifica los medios. La premisa es tan obvia como difícil de construir en la práctica: o todos en la cama o todos en el suelo, y la forma de concretarla sería a través de la cesación de procesos penales de todos los actores que, en las últimas décadas, han tenido que ver directa o indirectamente con el conflicto. Una suerte de punto final para todos, sin distinción alguna.
La formula, que ha sido discutida a puerta cerrada con líderes de importancia en la vida del país, tiene ya a varios sopesándola en serio -incluidos el presidente y el fiscal Montealegre-, pero le falta toda la carpintería jurídica y bien se sabe que “el diablo está en los detalles”.
¿Qué pensarán las FARC de esta idea que ha caído relativamente bien dentro del establecimiento? ¿Qué dirán los ganaderos, los oficiales que purgan condenas por crímenes relacionados con la guerra, los parapolíticos y los sectores más conservadores representados esencialmente por el Centro Democrático y el procurador Ordóñez? Pero sobre todo, ¿qué opinarán los colombianos de esta propuesta que se destapará pronto si el presidente Santos termina de convencerse de sus bondades?
Quizás llegó el momento de sincerarnos y de pasar de los debates teóricos a los asuntos concretos que definen nuestro futuro. ¿Pudiera ser este un camino práctico para una paz realista y verdaderamente incluyente?
Twitter: @JoseMAcevedo
opinión
¿Justicia transicional para todos?
No ha habido una sola encuesta, desde que comenzó el proceso de paz hasta ahora, que muestre una percepción de optimismo mayoritario frente a las negociaciones con las FARC.
Por: José Manuel Acevedo M.