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KEYNES, EL DESEQUILIBRIO Y LA MORAL CAPITALISTAS

Por: Semana

El keynesianismo fue resistido siempre por el pensamiento económico, ortodoxo y la derecha política. En el caso de la ortodoxia, ésta intentó absorber los avances e innovaciones de una teoría basada en el desequilibrio y la incertidumbre pero sin abandonar su sistema armónico que pretendía retratar las supuestamente beneméritas fuerzas de mercado. La derecha, por su parte, aceptó el intervencionismo estatal en tanto sustentara el militarismo pero negando las formulaciones democráficas de la teoría. Esta afirma que el capitalismo puede funcionar mejor si se aumenta el gasto público y se arregla la distribución de la renta nacional en favor de los salarios. Los excesos de ahorro o de ganancias, según Keynes, conducen al abatiminto de la inversión privada y a los recesos prolongados de la actividad económica.
Es signiticativo que Keynes, al igual que Marx, desarrollara una teoría dual del valor la unidad de medida de la producción es física, unidades de trabajo, y el patrón de precios está construído por unidades salariales. La teoría ortodoxa, por el contrario, fundamenta el valor de una única medida de precios de mercado, lo que se justifica por suponer que no existen divergencias entre producción y circulación. Implícito allí está el prejuicio filosófico de que el capitalismo funciona siempre bondadosa y equilibradamente. Su construcción teórica puede utilizar entonces un sofisticado aparato matemático que excluye al albur. Tal teoría termina siendo bastante coherente internamente, pero irremediablemente separada de la contradictoria realidad capitalista.
En forma similar el dinero en la ortodoxia -y aquí se puede incluír perfectamente a Friedman -es una mercancía más, un bien ficticio que contribuye a equilibrar todos los mercados de una y que no tiene nada que ver con la circulación accidentada de mercancías y capitales que está marcada por la incertidumbre, el riesgo y la precaución. Keynes, y de nuevo Marx, desarrollaron sendas teorías monetarias realistas: el dinero realmente existente en su imprevisible circulación es reflejo y causa también, de los procesos irregulares de acumulación de capital, especulación, atesoramiento y crisis.
En ambos casos, se trata de teorías que parten del supuesto de que existen profundas discrepancias entre producción y circulación y contradicciones en cada una de las esferas. Por esta razón básica, las dos teorías recurren a una valoración dual. Dado el alto número de variables consteradas, en perpetuo movimiento ambos sistemas excluyen formulaciones matemáticas imbricadas, desarrollando, en vez, la lógica especulativa. Sólo así se puede comprender el movimiento y la sumatoria de desequilibrios del capitalismo que, en alguna forma, generan un equilibrio que, por excepción, alcanza el pleno empleo de hombres y equipos. No se alcanza una completa coherencia interna en ambas teorías, pero esto queda ampliamente subsanado por su gran poder explicativo de la contradictoria realidad capitalista.
En política y moral, Keynes, como buen bohemio que fue, derivaba una posición ética incompatible con la moral represiva que niega todo fruto al que no trabaje y le adjudica la responsabnidad del desempleo a la locha individual. Keynes habló del desempleo involuntado y le adjudicó la responsabilidad del mismo al desequilibrio recurrente entre ahorro, inversión y salarios, es decir, como responsabilidad del sistema capitalista. Este argumento étco, según la señora Robinson, fue el mayor impedimento para que la teoría keynesiana fuera aceptada por la ortodoxia. Pero es más. Keynes afirmaba que el capitalismo podía producir algo gratis para la población: servicios sociales, inversión pública y el seguro de desempleo, sufragados, en parte, por el déficit fiscal y el resto por impuestos al capital. Esta posición hace retorcer a los doctrinarios del capitalismo que juzgan que asi se destruyen todos los incentivos al trabajo asalariado. Ellos preven entonces la eutanacia de la ganancia, el fin del capitalismo.
Con el progreso de la democracia en los paises capitalistas maduros de los grandes sindicatos y los monopolios y con la creciente tributación a las ganancias y la propiedad, la distribución de la renta se fue haciendo más favorable para los salarios, las ganancias se estrangularon y los precios se dispararon. Se alcanzó entonces una situación simultánea de estancamiento e inflación. "Stagflation" la llamaron en inglés. El margen monetario del producto gratis se agotó .
Fueron llamados de urgencia los ortodoxos, con Chicago a la cabeza, para que restauraran la moral del trabajo duro y barato y propiciaran el control estricto de la oferta monetaria y, también claro, del déficit fiscal, frenar, en especial, los gastos sociales o sea reducir el salario social. Ellos protestaron contra los impuestos al capital y exigieron reducirlos. La ortodoxia conservadora intentó, por último, restablecer el prejuicio de que el capitalismo es una madre para todos, que siempre funciona armoniosa y amorosamente, con tal de que el Estado no la pervierta.

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