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La angustia de ir por Mockus

Por más disparatado que sea, al menos Mockus no está rodeado de políticos clientelistas y quiere educar a quienes toleran la cultura de la trampa y la picardía.

Daniel Samper Ospina
23 de mayo de 2010

No quería hablar más del bótox de Santos, la ritalina de Noemí, el problema testicular de Petro y otros asuntos de los candidatos, pero me es imposible. Lo siento, de verdad. Voy a repetirme. Los invito a leer gente más original. Un Alfredo Rangel, un Fernando Londoño. El mismo testículo de Petro -no Venus Albeiro, sino el derecho, el que no le molesta- tiene una columna en El Tiempo que firma con el seudónimo de José Obdulio y que es muy erudita. Por mi parte, no puedo despegarme del tema de la elección presidencial y necesito utilizar esta columna para ventilar un asunto que me tiene preocupado: y es que por culpa de Mockus me estoy desconociendo. Hago cosas que jamás haría. Me he vuelto cursi. Y ya no sé qué esperar de mí.

Reconozco que desde que comencé a hacerle fuerza al profesor sabía que estaba apoyando a un candidato absurdo.

Pero no me importaba, porque todo en la política colombiana es absurdo. Los debates, por ejemplo: ¿en qué otro país del mundo hacen dos debates el mismo día, en uno de los cuales una muñeca de la Fábrica Nacional de Muñecos hace preguntas con una voz más aguda que la de Noemí? ¿Dónde más se inventan módulos en los que los candidatos deban elegir números en un tablero, como si estuvieran jugando Concéntrense? ¿No se han dado cuenta de que esos formatos se prestan para que asesores como 'el Gordo' Bautista le aconsejen a Juan Manuel que haga como algunos de los congresistas que lo apoyan y siempre pida el 10?

Todo es absurdo. Miremos el caso de Sergio Fajardo, el candidato a la Vicepresidencia que se cayó de una cicla. De entrada, Fajardo en una cicla parece un mensajero de droguería. Visualícenlo: el pelo medio largo, los jeans. ¿Qué estaba haciendo? ¿Un mandado? ¿Es serio tener como Vicepresidente a un señor que a estas alturas de la vida se cae de una bicicleta? Ya fue dado de alta, es verdad; pero por su culpa Elsa Noguera se tiró de una bicicleta con la esperanza de que a ella también alguien la diera de alta.

Ahora bien: los candidatos a la Vicepresidencia también son absurdos. Solo valoro a dos: a la doctora Noguera, que me parece muy inteligente y que además simboliza el compromiso de Vargas Lleras con la cultura: ¿qué otro candidato habría sido capaz de nombrar a una de las Meninas de Velásquez, concretamente la de al lado del perro, como fórmula vicepresidencial? El otro es Angelino, que ha hecho mucho por el país: gracias a él Santos ha perdido bastantes votos. He ahí a un patriota.

Pero esta vez no me detengo en casos que ya he comentado, como el de Petro, un hombre que siempre tendrá en su clóset un rincón para la camisa curuba, para el zapato habano, y que habla sin abrir la mandíbula, como si tuviera ganas de pegarle a su interlocutor; o el de Juan Manuel, que cada vez se prepara más para los debates: en el último se echó escarcha y una sombra suave, que a mi juicio le lucía muy bien. Tampoco reparo en Noemí, que a estas alturas me inspira más lástima que los desplazados. ¿Puede alguien soplarle ya no qué hacer con la economía, sino al menos cuál es el himno nacional y cuál el de Antioquia? ¿Por qué no arman un debate entre Noemí y la muñeca, y que de nuevo lo modere un mechudo, Hassan o Cabas o el canciller Bermúdez, para ver algo que sea realmente parejo y emocionante?

Me detengo en Mockus. ¿Qué hago siguiendo a un tipo que en las manifestaciones hace ejercicios de motivación empresarial y corea frases idiotas, como que la unión hace la fuerza? ¿Desde cuándo animo a dos profesores de matemáticas, miembros del maldito gremio que amargó todos mis días en el bachillerato?

Estoy a punto de colapsar. Necesito desahogarme. Desde hace un mes mi vida se convirtió en rogar para que Mockus no se demore más de siete segundos entre una palabra y la otra. Cada vez que da declaraciones experimento una angustia similar a la que padezco cuando juega el Santa Fe. Por hacer fuerza he envejecido mucho. Ya no me quedan dientes porque bruxo, bruxo como nunca para que el profesor no pise cáscaras; para que al hablar no se trabe, al menos no tanto como Santos en su juventud.

¿Qué me pasa? ¿Es normal lo que siento?

Sé que no soy el único. Conozco personas muy serias que ahora andan con girasoles, se saludan chocando dos lápices Berol y se gritan entre sí "¡tú también ayudaste!" como si estuvieran en una secta. Y yo también me he vuelto un idiota: hace poco vi un comercial en que unos actores invitan a votar por los verdes; aparece gente como Víctor Hugo Ruiz -¡Víctor Hugo Ruiz, que es más lobo que Jairo Alonso!- o como la amiga de Jota Mario, Janeth Waldman, que alza un perrito pincher (que no era Arias, lo advierto, porque no estaba haciendo nada sucio). Bien: apenas vi esa propaganda, en lugar de asquearme me emocioné: se me erizó la piel, me dieron ganas de llorar. Y hace unos días me paró un policía y en vez de tratar de caerle bien para neutralizar la multa, reconocí mi error, le pedí excusas y lo tuve media hora comentándole la importancia de cumplir la ley.

Pero por más disparatado que sea, al menos Mockus no está rodeado de políticos clientelistas y quiere educar a quienes toleran la cultura de la trampa y la picardía. Ojalá le gusten los grandes retos y comience por Juan Manuel.

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