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Miguel Ángel Herrera

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La arriesgada, pero necesaria, apuesta por Venezuela

Políticamente, Petro podría estar apuntando a sumar a Venezuela en su visión de conformación de un bloque regional de países del Sur Global, que él quiere liderar para hacer contrapeso al neocolonialismo que proviene de los países industrializados.

29 de septiembre de 2022

Petro prometió varios terremotos que tienen a varios sectores ilusionados y, a otros tantos, muy preocupados. Varios de esos terremotos se han asomado mediante anuncios políticos, pero la mayoría aún carece de implementación jurídica, técnica u operativa. La principal excepción, quizás, es la relación con Venezuela, que en poco tiempo ha sido sacudida de forma contundente por el nuevo gobierno, no solamente mediante pronunciamientos políticos sino con hechos concretos, convirtiendo al país del régimen de Maduro en una nueva oportunidad, para algunos, y en una amenaza empeorada, para otros.

Considerando que Petro ha negado su interés de instalar un sistema político y económico similar al de Venezuela, no es claro del todo por qué el restablecimiento de esta relación es una prioridad tan alta para el nuevo gobierno, pues si bien es cierto que la estrategia política de Duque con nuestro vecino constituye uno de sus grandes fracasos políticos, también conviene reconocer que son mucho más evidentes los beneficios para Venezuela que para Colombia, tanto en lo político, como en lo económico y lo social.

Pareciera, en este contexto, que Petro apunta a una relación pragmática que prioriza los beneficios económicos y comerciales para las dos naciones, sin darle mayor importancia a los grandes temas de la agenda política. Pero es inocultable que hablar de la relación de Colombia con Venezuela es hablar en esencia de política, de política bilateral pura y dura, más allá de los efectos sobre la economía. Y tanto en el frente político, como en el económico, Venezuela es sin duda el principal beneficiario, sin desconocer que para Colombia no todo es riesgo o pérdidas.

Maduro es el gran ganador político en este nuevo escenario, porque Petro ―sin querer queriendo― lo está resucitando de la tumba que había sido construida por más de 50 países que hace tan solo tres años reconocieron a Juan Guaidó como presidente de los venezolanos. La resurrección política del dictador Maduro no solamente llega por cuenta del restablecimiento de la relación bilateral con su venia, sino por la invitación que le hizo el nuevo presidente colombiano para que Venezuela intervenga en el proceso de negociación con el ELN como país garante.

Petro acierta al reabrir la frontera para reactivar la agonizante economía fronteriza legal, pero pone en riesgo a Colombia en materia política y de seguridad nacional, si no traza unas claras líneas rojas en la relación con el régimen venezolano. El Gobierno colombiano estima este año mover alrededor 1.200 millones de dólares, lo que significaría que en total el comercio tendría un aumento entre 8 % y 10 % respecto al año anterior. Y estima que en todo el 2023 la cifra aumentaría a 2.200 millones de dólares. Entre tanto, la economía venezolana, al menos la fronteriza, espera un crecimiento de más del 100 %, solo este año.

En consecuencia, con base en esas estimaciones, el gobierno de Petro espera mejorar los indicadores sociales, disminuir la pobreza, el desempleo y la informalidad, que crecieron como espuma en los departamentos fronterizos en los años que Duque se obstinó con clausurar todas las relaciones con Venezuela. Pero si el régimen venezolano sigue siendo lo que es, un sistema antidemocrático y antiempresarial, los beneficios para la inversión proveniente de Colombia serán escasos, muy lentos o moderados, particularmente si se mantiene el consolidado ambiente de inseguridad jurídica que se instaló hace muchos años en ese país.

Petro debe recordar que el régimen venezolano aún debe varios centenares de millones de dólares a empresarios colombianos cuyas operaciones fueron expropiadas, acorraladas o demandadas. Esa herida en los empresarios colombianos no comenzará a cerrar si no se percibe el compromiso por parte de Petro de presionar, sin el extremismo de Duque, la transición de Venezuela hacia un modelo democrático.

Por ello, el restablecimiento de la relación no debería divorciar definitivamente la estrategia económica de la estrategia política. Quizás en esta primera etapa, el pragmatismo por el beneficio económico haga sentido para evitar torpedear la deseada reactivación económica fronteriza con las discusiones sobre los asuntos nacionales de alto impacto político, como lo son la protección del régimen al ELN en territorio venezolano, o la convivencia de las instituciones militares al mando de Maduro con estructuras del narcotráfico, o el tráfico ilegal de armas desde Venezuela hacia Colombia, entre otros problemas que afectan significativamente la seguridad nacional de nuestro país.

Ninguno de estos problemas políticos será resuelto sin un Estado democrático en Venezuela, porque la soberanía del pueblo y no del régimen es la vía más legítima para que nuestro vecino introduzca los cambios que hagan sostenible su propio Estado y la relación de este con Colombia, y con los Estados que creen en la democracia. De lo contrario, o no le funcionará el experimento a Petro, o terminaremos nosotros más parecidos a Venezuela que Venezuela a Colombia. De ahí que más pronto que tarde será imprescindible que Petro hable claro, como lo hizo en Naciones Unidas, sobre lo que Colombia espera políticamente de Venezuela.

Políticamente, Petro podría estar apuntando a sumar a Venezuela en su visión de conformación de un bloque regional de países del Sur Global, que él quiere liderar para hacer contrapeso al neocolonialismo que proviene de los países industrializados. Pero esa visión podría erosionar la tradición democrática de Colombia, acercándolo a regímenes antidemocráticos dentro y fuera de Latinoamérica.

No queda claro entonces, por ahora, si el intercambio económico justifica semejante riesgo político. Insisto, necesitamos pronunciamientos políticos de Petro sobre el imperio antidemocrático en Venezuela. Esa será la pista clave para dilucidar el futuro que nos espera con Venezuela.

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